Recuerda que ya te hemos contado los principios (bastante religiosos) de los primeros estados de la Unión, así como su primera fase de expansión. A continuación, te hemos contado los muchos errores cometidos por Inglaterra, que soliviantaron a los coloniales. También hemos explicado el follón del té y otras movidas que colocaron a las colonias en modo guerra.
Evidentemente, hemos seguido con el relato de la guerra y, una vez terminada ésta, con los primeros casos de la nación confederal que, dado que fueron como el culo, terminaron en el diseño de una nueva Constitución. Luego hemos visto los tiempos de la presidencia de Washington, y después las de John Adams y Thomas Jefferson.
Luego ha llegado el momento de contaros la guerra de 1812 y su frágil solución. Luego nos hemos dado un paseo por los tiempos de Monroe, hasta que hemos entrado en la Jacksonian Democracy. Una vez allí, hemos analizado dicho mandato, y las complicadas relaciones de Jackson con su vicepresidente, para pasar a contaros la guerra del Second National Bank y el burbujón inmobiliario que provocó.
Luego hemos pasado, lógicamente, al pinchazo de la burbuja, imponente marrón que se tuvo que comer Martin van Buren quien, quizá por eso, debió dejar paso a Harrison, que se lo dejó a Tyler. Este tiempo se caracterizó por problemas con los británicos y el estallido de la cuestión de Texas. Luego llegó la presidencia de Polk y la lenta evolución hacia la guerra con México, y la guerra propiamente dicha, tras la cual rebrotó la esclavitud como gran problema nacional.
En el año 1949, California estaba menos poblada que cualquier barrio de Los Ángeles, apenas 100.000 personas, la mayoría de las cuales eran prostibularias, bebedoras y amigas de meterse en líos. Toda aquella patota de aventureros y logreros era gobernada por un ejecutivo de carácter militar que contrastaba con las legislaturas organizadas en los Estados ya incorporados a la Unión. En su propio seno surgieron voces de personas que consideraban necesario estructurar todo aquello, y el presidente Zachary Taylor les escuchó, instando el proceso constitucional tanto de California como de Nuevo México. Taylor quería dejar que lo Estados decidiesen por sí solos sobre el espinoso asunto de la esclavitud, pero el Congreso estaba en otra onda.
En
efecto, en la Casa de Representantes los partidarios de la esclavitud
estaban muy atentos ante la posibilidad de que los nuevos estados del
suroeste acabasen siendo antiesclavistas. Por otra parte, también
había toda una tendencia que entendía la necesidad de poner a la
Unión por delante de esos intereses particulares; tendencia que
estaba básicamente dirigida por el incombustible John Clay, para
entonces un veterano político en activo de 73 años.
Con
mucha mano izquierda y mucho debate de salón, Clay fue esculpiendo
poco a poco una mayoría en el Senado capaz de acordar determinados
elementos de consenso a partir de los cuales evolucionaría la Unión.
Tales fueron, en esencia:
- La admisión de California como Estado libre.
- La libertad para los otros territorios construidos desde las cesiones mexicanas (Nuevo México y Utah) de decidir sobre la esclavitud en su seno.
- El compromiso de no abolir la esclavitud en el distrito de Columbia sin la explícita anuencia del Estado de Maryland y los residentes en Columbia; y siempre mediando la eventual indemnización del justiprecio de los esclavos, en caso de abolición.
- El tráfico de esclavos quedaba abolido en el distrito de Columbia.
- Se adoptaría una legislación más restrictiva sobre los esclavos huidos.
- La asunción de que el Congreso no podía prohibir el tráfico de esclavos entre Estados esclavistas.
La
mayoría construida por Clay en el Senado, sin embargo, no se produjo
sin ronchas. En realidad, eran varios los intereses que quedaron
tocados. En primer lugar, los del propio presidente Taylor,
partidario de que California entrase en la Unión sin restricción
alguna, para lo cual estaba dispuesto a tratar con mano dura los
escrúpulos sureños. En segundo lugar, había otros líderes que
llevaban la postura de Taylor incluso más lejos, dado su carácter
ya abiertamente secesionista; hablamos de personas como Jefferson
Davis en Mississippi o Robert Barnwell Rhett en Carolina del Sur. En
el otro lado, tampoco contentó el compromiso a los radicales
antiesclavistas del Norte.
Las
propuestas de Clay, sin embargo, salvaban la Unión. Salvaban con
elegancia el problema de California y daban una de cal y otra de
arena en el tema de la esclavitud. El apoyo a una solución negociada
llevó a muchas personas a tener que enfrentarse con el problema de
defender temas que estaban lejos de sus convicciones, como le pasó a
Daniel Webster quien, en defensa de la conciliación, acabó por
convertirse en un encendido defensor del endurecimiento de las leyes
contra los esclavos huidos, algo que sus correligionarios nunca le
perdonaron.
Retirado
Clay, fue el congresista Stephen Douglas quien tomó el relevo en el
trabajo de sacar adelante lo que conocemos como el Compromiso de
1850. A Douglas, además, le vino Dios a ver, y nunca mejor dicho,
con la muerte del presidente Taylor, que fue sustituido por un hasta
entonces vicepresidente bastante más moderado: Millard Filmore, un
freesoiler
que, sin embargo, comprendió la necesidad del Compromiso.
Bajo
las previsiones del Compromiso, pues, California se unió como Estado
libre, y se crearon dos estados más: Nuevo México y Utah, ambos con
derecho a aplicar la squatter
sovereignity
para decidir sobre la esclavitud.
El
Compromiso de 1850 tuvo como principal consecuencia generar unas
elecciones presidenciales en 1852 mucho más moderadas y tranquilas
que hogaño. El candidato demócrata Franklin Pierce las ganó de
calle, obteniendo el apoyo de 27 Estados, frente a los 4 que sacó el
oponente whig, un héroe de la guerra mexicana, el general Windfield
Scott. El partido Free Soil quedó prácticamente desaparecido, al
haber perdido el apoyo de los demócratas del Norte.
Los
más conspicuos analistas, sin embargo, alcanzaban a entender que el
problema de la esclavitud seguía ahí. Un buen ejemplo de lo que
decimos se puede ver en la suerte del propio partido whig. En 1852
fallecieron dos de sus grandes soportes unionistas, es decir
representantes de la generación de políticos que había mantenido
unido al partido con el argumento de que la Unión de los Estados
estaba por encima de cualquier conflicto. Clay y Webster, en efecto,
murieron el mismo año, y al morir iniciaron una tendencia centrífuga
dentro del partido. Los demócratas permanecieron, por así decirlo,
como gran partido nacional, pero los whigs del Sur ahora ya no se
sentían representados por ellos. Y el resto de los whigs que tampoco
se veian dentro de una formación como aquella acabarían por formar
las bases de una cosa que se dio en llamar Partido Republicano (al
tiempo...)
En
los años por venir, el protagonismo sería de la economía. Tras una
serie de años de expansión, a finales de 1854 se produjo una breve
recesión, seguida por un rebote en 1855 que fue demasiado fuerte,
generando una depresión más fuerte en 1857, que en puridad ya no se
recuperaría hasta los años preguerra. Hay que saber además, y
éste es un elemento muy importante para entender el porqué de los
acontecimientos, que todas aquellas crisis afectaron sistémicamente
a toda la economía estadounidense... con excepción de la plantación
de algodón, que se vio cauterizada de los problemas económicos
gracias a su
modelo de negocio esclavista.
En
1808, cuando el Congreso abolió el comercio de esclavos, el Sur ya
poseía cerca de un millón de negros. Aunque el comercio se abolió,
Virginia y Georgia se convirtieron en centros de producción de
esclavos, que vendían a otros Estados del Sur. Cuando llegó la
guerra civil, en los Estados confederados vivían tres millones y
medio de esclavos y medio millón de negros libres.
Sobre
el tema de la esclavitud, lógicamente tan susceptible de ser tratado
con demagogia, se han dicho y escrito muchas cosas no del todo
correctas. Ciertamente, había esclavos que vivían y trabajaban en
condiciones infrahumanas, pero por lo general, y esto es algo que
admitían incluso muchos activistas antiesclavistas, eran hospedados
y tratados con normalidad, y sometidos a jornadas que no eran peores
que las de los peones agrícolas del Norte. Hay toda una mitología
absurda en torno al tema del esclavo. Que un plantador mate a hostias
a un esclavo es un gesto con la misma carga racional que aquél por
el que un camionero quema su camión. Sin embargo, el hombre es un
ser tan sólo epidérmicamente racional, y los casos de brutalidad
extensa contra los negros eran muchos, y ciertos. Con todo, la
actitud sureña de mayores consecuencias, sobre todo a largo plazo,
era un rechazo constante a la idea de educar al negro, permitirle su
desarrollo como persona.
Estructuralmente,
además, la esclavitud era un problema para el Sur. Antes hemos dicho
que la esclavitud había salvado al sector algodonero de las
recesiones que sufrió la economía estadounidense; pero con eso no
hemos dicho toda la verdad. Lo cierto es que las recesiones, hoy los
economistas no dudan sobre esto ni un adarme, son buenas en el
sentido de hacer que quienes las sufren se pongan
las pilas.
Ahí reside el gran peligro del proteccionismo que, en esos mismos
tiempos del siglo XIX, reclamaban en España los industriales
catalanes (cosa que hemos contado aquí, aquí y aquí); y las presuntas bondades del esclavismo.
Lo
que los sureños comenzaron a plantar fue tabaco. Comenzaron en
Maryland y Virginia, pero pronto extendieron la plantación al upper
south, que tras unos años producía más tabaco que las tierras
originalmente dedicadas al tema. También se unieron pronto el arroz
y el azúcar.
El
tabaco, sin embargo, se fuma, valga la coña, buena parte de la
riqueza de la tierra donde es plantado, y el arroz y el azúcar
difícilmente podían competir con la rentabilidad del algodón. En
1820, el algodón ya era más valioso para el Sur que todo el resto
de su sector primario. El algodón de extendió hacia el Golfo, de
modo que en 1850 las áreas en torno al mismo eran el mayor área
algodonera del mundo.
Algunos
economistas e historiadores han argumentado que, en realidad, el
esclavismo hubiera desaparecido por sí mismo con el tiempo. Es el típico análisis marxista, tendente a ver contradicciones interiores
en todo (menos en el marxismo, claro). Tiene su parte de certitud.
Contra lo que nos transmiten trabajos de ficción como el Harriet
Beecher Stowe o Arthur Hailey, las plantaciones de algodón sureñas
que nadaban en dinero eran bastante pocas. Es más: un esclavo es un
esclavo, pero no es gratis, porque quien lo vende es un hombre libre
que procura su beneficio. El precio de un esclavo, que en 1790 podía
ser de unos 300 pavos, en 1860 era de unos 1.200. Así pues, sí, es
posible que el modelo esclavista hubiese colapsado, hundido por sus
propias contradicciones. Sin embargo, estos análisis parecen olvidar
que el esclavismo, sobre ser un modelo económico, era un modelo
social. Como se ha dicho alguna vez, el incentivo del Sur de eliminar
el esclavismo por la subida de precio de los esclavos era el mismo
que pudo tener la reina Victoria de Inglaterra hacia el abandono del
imperialismo británico por el hecho de que cada vez era más caro
mantener a un soldado. No se trataba sólo de construir una economía
alrededor de la esclavitud de los negros. Se trataba, sobre todo, de
mantener a esos mismos negros en su sitio, en su lugar social.
Sin
embargo, como decimos, la esclavitud, un poco al modo del
proteccionismo en nuestras tierras, tiene consecuencias negativas. La
principal de ellas, la indiferencia, cuando no es desprecio, hacia la
tecnología y sus avances. El Sur estadounidense del siglo XIX le
tiene tirria a la industria, a los procesos mecánicos, a la
ingeniería industrial; a todo lo que hará grande a los EEUU. Cuando
estalló la guerra civil, el Sur producía menos del 10% de las
manufacturas del país.
Todo
esto no quiere decir que el Sur permaneciese totalmente aislado del
movimiento humanístico que se producía en los Estados del Norte. En
los años treinta y cuarenta del siglo XIX, de hecho, se aprecian
movimientos que humanizan, por ejemplo, muchos códigos penales,
reforman las cárceles que hasta entonces habían sido cubos de
basura y, en general, se tiene un mayor cuidado por eso que llamamos
higiene pública. Algunos de esos hombres antiesclavistas pero
sureños continuaron viviendo en los Estados, labrando la semilla de
un cambio.
A
partir de 1830, sin embargo, llegaría la reacción de los
proesclavistas.
Como matización sobre la esclavitud: los esclavos eran considerados como animales. Los esclavos domésticos podían vivir mejor que muchos blancos, igual que una mascota apreciada. En cuanto al resto, los amos razonables los tratarían bien, igual que a sus caballos, por su propio interés. Pero un amo sádico los torturaría para desahogarse, y uno estúpido los mataría a trabajar hasta reventar, aunque fuera contra su propio interés, igual que ocurre con muchos dueños de animales. Y eso sin hablar del tema del uso sexual de las esclavas (mal visto, pero generaciones de mulatos prueban que existía). Entre una criada personal de una dama de Richmond y un trabajador del campo del sur profundo había la misma diferencia que había en Roma entre un esclavo de la administración y uno de las minas de plomo o de un latifundio de provincias.
ResponderBorrarY otro factor a tener en cuenta es la separación familiar por la venta. Un gran plantador no vendería ningún esclavo salvo como castigo o en caso de ruina, porque sería un desprestigio para él. Pero mucho pequeño y mediano propietario se desprendía de algún esclavo para reunir capital o superar un bache económico, sin importar si separaba una familia. De hecho, la expedición de John Brown a Harpers Ferry se produjo en octubre porque esperaba un clima más favorable a la rebelión de los esclavos en esa época del año, la época de los suicidios. Los propietarios con problemas económicos esperaban a que acabase la recogida de la cosecha para vender algunos de sus esclavos, que acababarían en las plantaciones del sur profundo. Algunos de estos esclavos, o los familiares que quedaban abandonados, se suicidaban, así que ésta era una época de gran tensión emocional entre los esclavos.
Es cierto, aunque no sé si te has parado a pensar que todo eso ya ocurría en otras sociedades esclavistas. Sin embargo, la imagen de los romanos torturando a sus esclavos es mucho menos común.
BorrarSin negar la esencia de la realidad sobre la esclavitud, hay toda una mitología (lógica) derivada del hecho de que las sociedades que contemplaron la esclavitud estadounidense estaban mucho más avanzadas, a lo que se suma el trabajo de la literatura y el cine.
El papel del cine no es en modo alguno despreciable. Fíjate en la curiosa paradoja de que la civilización antigua que ha sido acuñada por Hollywood como la quintaesencia del maltrato al esclavo, Egipto, prácticamente no practicaba la esclavitud. Y, desde luego, las pirámides en modo alguno fueron construidas por esclavos a golpe de látigo.
Como "todo el mundo sabe" las pirámides las hicieron los extraterrestres, que yo lo he visto en Stargate.
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