Recuerda que ya te hemos contado.
El principio de todo y las primeras tribulaciones de Delambre.
Las primeras tribulaciones de Méchain en el tramo sur del meridiano, hostión incluido.
La recuperación (parcial) de Méchain y la impaciencia de los gobernantes franceses por un proyecto que duraba ya demasiado.
El retorno al trabajo de Delambre y el día que descubrió que lo habían despedido.
Las tribulaciones de Méchain en una Cataluña en guerra.
Eso de lo que se percató Méchain es lo siguiente: para calcular la posición de Montjuïch, el astrónomo había calculado la altura de seis estrellas diferentes. Éstas eran: Polaris, Thuban, Kochab, Mizar, Elnath y Pollux. Para su análisis final, había usado las cuatro primeras de las citadas, puesto que eran aquéllas sobre las que había obtenido más datos. Tres de estas estrellas convergían más que razonablemente en sus resultados:
El principio de todo y las primeras tribulaciones de Delambre.
Las primeras tribulaciones de Méchain en el tramo sur del meridiano, hostión incluido.
La recuperación (parcial) de Méchain y la impaciencia de los gobernantes franceses por un proyecto que duraba ya demasiado.
El retorno al trabajo de Delambre y el día que descubrió que lo habían despedido.
Las tribulaciones de Méchain en una Cataluña en guerra.
Eso de lo que se percató Méchain es lo siguiente: para calcular la posición de Montjuïch, el astrónomo había calculado la altura de seis estrellas diferentes. Éstas eran: Polaris, Thuban, Kochab, Mizar, Elnath y Pollux. Para su análisis final, había usado las cuatro primeras de las citadas, puesto que eran aquéllas sobre las que había obtenido más datos. Tres de estas estrellas convergían más que razonablemente en sus resultados:
- Polaris derivaba una latitud de 41º21'44,91''
- Thuban, 41º21'45,19''
- Kochab, 41º21'45,19''
Por lo tanto, estas mediciones se movían todas en un ámbito de 0,3
segundos de grado o, si se prefiere, un error de unos treinta pies.
Para no tener GPS, estaba más que bien.
Sin embargo, la cuarta estrella, Mizar, ya era otra cosa. La latitud
que indicaban sus lecturas era 41º21'41,00'', o sea unos cuatro
segundos. Méchain entendió que las lecturas de Mizar daban estos
resultados a causa de la refracción. Las correcciones de este efecto
habían sido elaboradas por astrónomos que habían trabajado en
París o en Londres pero, teorizaba Méchain, en ciudades más al
sur, como Barcelona, en las que las estrellas circumpolares cruzaban
el meridiano más cerca del horizonte, la distorsión podría ser
superior.
Visto esto, Méchain decidió invertir el invierno de 1793 en la
terraza de su hotel, tomando observaciones nocturnas que le
permitiesen corregir los resultados iniciales. Tomó la asombrosa
cifra de 910 observaciones estelares, cada una con diez repeticiones
o más. En las horas diurnas, en la habitación del hotel, realizaba
los cálculos y correcciones. En marzo de 1794 había determinado la
latitud norte del hotel en 41º22'47,43'', basándose en Polaris;
41º22'48,38'' basándose en Kochab; y, finalmente, 41º22''44.10''
basándose en Mizar. De nuevo, el mismo efecto: Mizar se obstinaba en
dar otra lectura.
Decidió Méchain dar un último paso para aclarar todo aquel
embrollo. Se trataba de comparar estos nuevos resultados relativos a
la Fontana de Oro con los conseguidos en Montjuïch mediante la
sustracción de la distancia que los separaba. Para hacer esto
último, realizó una triangulación que incluía el hotel, Montjuïch
y un pequeño faro del puerto. El problema es que tenía que medir
ángulos en los tres puntos de triangulación, y ahora mismo el
castillo le estaba vedado, en su condición de francés.
A mediados de marzo, asistido por Tranchot, había tomado mediciones
en el hotel, la catedral y el faro. Asimismo, logró convencer de
alguna manera al comandante del castillo para que le permitiese hacer
observaciones durante un solo día. Ese día fue el domingo, 16 de
marzo de 1794. La triangulación decretó que Montjuïch se
encontraba a 59,6 segundos de la Fontana de Oro, esto es poco más de
una milla o kilómetro y medio. Por lo tanto, si la Fontana de Oro
estaba a 41º21'45,10'', sustrayendo los correspondientes 59,6
segundos, quedaba 41º21'45,10''.
La catástrofe.
Los resultados se quedaban cortos en una magnitud de 3,2 segundos de
arco. En un arco como el descrito entre los dos puntos barceloneses,
eso suponía un error del 5,4%.
El problema para Méchain era simple: tenía que existir un error, y
ese error se había cometido en alguna medición. Pero, ¿en cuál?
¿Se había equivocado en la terraza del hotel, en el castillo, en el
faro? Lo que es peor, Méchain ya había enviado a París los
resultados correspondientes a Montjuïch. Con el agravante de que no
podía volver a realizar esas observaciones y corregirlas, pues
bastante había tenido con el permiso de repetirlas durante un solo
día.
Ahora mismo, pues, Méchain no sabía si uno de los datos
fundamentales para establecer la longitud del metro era correcto. Y,
si era incorrecto, tampoco sabía cómo podría solventar el
problema.
Más aún, en realidad todo indicaba que los franceses tendrían que
dejar Barcelona. Los franceses avanzaban, creando cada vez mayor
tensión. El general Ricardos, principal adalid de la permanencia de
Méchain en Barcelona, había muerto. Tranchot y Esteveny querían
volver.
Aconsejado por sus amigos catalanes, Méchain se proveyó de un
pasaporte hacia la Italia neutral, tratando con ello de regatear su
obligación de informar al ejército español de su partida. En mayo,
tras haber pasado dos años en Cataluña, Méchain se subió a un
barco veneciano con destino en Génova, la ciudad más cercana a la
frontera con Francia. El 25 de aquel mes, tres días después de que
hubiese cargado en el barco sus círculos de Borda, un rayo cayó
sobre el mástil del barco, chamuscando las cajas de madera que
llevaban los instrumentos. Aunque los círculos parece quedaron
intactos, Méchain probablemente se sintió aliviado cuando dejó el
puerto el 4 de junio.
Las noticias sobre la marcha de Méchain de Barcelona no llegaron a
París. De hecho, dos semanas después de que se hubiese marchado,
los franceses exigieron a los españoles su liberación.
En el otoño de 1794, el sitio francés de Figueras alcanzó su punto
más intenso. Dugommier, de hecho, falleció allí el 17 de
noviembre. Poco después, los dos países comenzaron negociaciones de
paz, y en julio de 1795 firmaron el tratado de Basilea, recuperando
las viejas (y poco definidas) fronteras entre ambos.
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