Para los
paraguayos se produce la mala noticia de la muerte del
general Pedro Eduvigis Díaz. El 25 de febrero, el general parte en
una canoa con algunos otros militares, con la intención de espiar
los movimientos de la flota imperial. Avistada la canoa por un barco,
recibe un proyectil que alcanza a Díaz en una pierna. Hubieron de
amputársela poco menos que a lo vivo, pero falleció el día 7, por
causa de la herida.
Caxias,
aprovechando que Mitre está en Argentina tratando de enderezar las
cosas, decide avanzar a pesar de la difícil situación que el cólera
ha creado entre sus tropas (y las paraguayas). El 22 de julio de 1867
sale de Tuyutí, donde deja una guarnición bastante numerosa al
mando de Porto Alegre. Acampa en Tuyu-Cué, donde espera a Mitre, que
no tarda en llegar.
Los aliados avanzan
entonces hacia Paso Espinillo, mientras que los guaraníes se hacen
fuertes en Espinillo. Mitre, en ese momento, solicita el concurso de
la escuadra, para forzar los pasos de Curupayty y Humaitá y así
tratar de aislar a los paraguayos; pero los brasileños, sin embargo,
se ponen de canto, por considerar la operación muy arriesgada.
Mitre, sin embargo, reitera cuanto es necesario la orden hasta que
ve, el 15 de agosto, ocho acorazados con bandera brasileña
remontan el río. Todos ellos, menos uno que ha debido ser remolcado
río abajo tras un pepinazo paraguayo, fondean cerca de Humaitá y
comienzan a bombardearla.
El comandante
brasileño, Caxias, consideraba practicable y útil un ataque frontal
a Humaitá; pero Mitre, sin embargo, lo convence de que es mejor
optar por el asedio. Tras una serie de acciones menores y ante estas
diferencias, en ocasiones insalvables, sin olvidar los
enfrentamientos entre las propias tropas aliadas, que también los
hubo, se puede decir, elegantemente, que los brasileños están hasta
los huevos de Mitre. De hecho, empujan cada vez más para que sea
sustituido en la comandancia por el propio Caxias. La presión
carioca fue tan fuerte que, finalmente, el astro estratégico
argentino, que sólo por casualidad perdía la mayoría de las
batallas que planteaba, hubo de admitir que la escuadra se mandase a
sí misma; que Caxias fuese el director de las operaciones de ataque;
y que él, Mitre, a pesar de ser el comandante en jefe de las fuerzas
aliadas, se ocupase en realidad de las fuerzas de reserva y la
logística de los recursos acumulados en Tuyutí.
El 3 de noviembre,
López prepara una acción de distracción por la cual los paraguayos
atacarán por sorpresa el campamento de Tuyutí. Lograron acercarse
sin ser percibidos, y a las cuatro y media iniciaron un ataque que
arrolló el campamento aliado. Mitre, que como hemos de recordar es
el responsable de mantener dicha posición, se desplaza rápidamente
a Tuyú-Cué, donde está Caxias. Con este movimiento, deja todos los
pertrechos y alimentos de Tuyutí en manos de los paraguayos, los
cuales se entretienen demasiado con el botín, dando tiempo a Porto
Alegre a organizar una resistencia en una de las torres del
campamento. Llegada la noticia a Tuyú-Cué, los brasileños envían
diversos refuerzos, fundamentalmente de caballería, que sostendrán
una larga lucha con la caballería paraguaya, al mando del comandante
Pedro Pablo Caballero. Ambas partes acaban sufriendo pérdidas
parecidas, pero los paraguayos se retiran con un botín diverso,
entre el mismo piezas de artillería. La acción, en sí, supone un
durísimo varapalo para el ya maltrecho prestigio de Bartolomé
Mitre, por mucho que él redacte uno de sus típicos partes de guerra
en los que se atribuye una victoria inexistente.
A pesar de haber
asestado tan duro golpe a Mitre y en parte a los aliados en su
conjunto, en Tuyú-Cué los paraguayos aprendieron que su
acometividad se debilitaba por momentos, y que cada vez les sería
más difícil mantener el gesto. Solano, pues, comienza a pensar en
la posibilidad de retirarse por el Chaco, al abrigo de su abundantosa
naturaleza. Reforzando las defensas de la zona, el comandante
paraguayo concentra fuerzas en Humaitá.
El 2 de enero de
1868, el cólera siega en Buenos Aires la vida del vicepresidente de
la república Marcos Paz; para Mitre, esta muerte es la excusa
perfecta para dejar de jugar al estratega y retirarse del insalobre
frente de guerra. El 12 de enero, Caxias toma el mando de las tropas.
Libre ya de la auditoría constante del argentino, Caxias desempolva
la acción que de semanas atrás considera fundamental para la
guerra, como es la apertura de la lata de Humaitá con la escuadra,
pasando por delante de la ciudad sin ser rechazada. La operación
comienza a las tres de la madrugada del día 18, con una escuadrilla
al mando del capitán Delfino de Carballo; pasan de largo Humaitá
sin disparar un solo tiro ni ser dañados por los disparos
paraguayos: acaban de terminar con el mito del inexpugnable paso por
Humaitá.
Forzado el paso de
Humaitá, los aliados se ponen en movimiento. Esa misma mañana,
Caxias ataca un lugar llamado Cierva, defendido por el mayor Antonio
Olabarrieta con algo menos de 900 efectivos. Los brasileños, tras
cuatro horas, acaban forzando la retirada de los guaraníes. Mientras
tanto la flota, remontando el río, llega hasta Asunción, que
comienza a bombardear. Estas bombas, si no causaron daños graves en
la ciudad, sí produjeron un importante efecto sicológico en los
paraguayos. Solano, además, comprendió que la acción venía a
demostrar que, si bien en tierra se fajaba razonablemente, con la
escuadra no tenía qué oponer. La ocupación de Tavy por los aliados
dejó bastante claro que los paraguayos deberían retroceder,
cediendo terreno.
El 2 de marzo, de
hecho, el propio López deja Paso Pucú para dirigirse a Humaitá,
para luego pasar, en dichas etapas, a una localidad llamada San
Fernando. El 23 de marzo, los aliados se percatan de que en su camino
se encuentran dos puntos, Sauce y Espinillo, apenas defendidos, y los
toman con tropas al mando del general Alexandre Gomes de Argolho
Ferrao. Los días 24 a 27 tres generales paraguayos: Barrios, Bruguez
y Resquín, abandonan Humaitá para reunirse con López en San
Fernando, dejando 3.000 hombres en la fortaleza.
El asalto de
Humaitá esperó cuatro meses a la marcha de López de la ciudad, y
se produjo, finalmente, por un hecho bastante fortuito. Los
brasileños, en labores de vigilancia, se percataron de unas canoas
que cruzaban hacia el Chaco; enterado Caxias, interpreta este dato
erróneamente en el sentido de que el resto de la guarnición está
abandonando la ciudad, así pues ordena un asalto inmediato sobre la
fortaleza. El ataque lo realiza Manuel Osorio, el mariscal de
caballería que le había comprado los 30.000 jumentos a Urquiza.
Sorpresivamente para los brasileños, son rechazados por una tropa
que todavía está dentro de Humaitá. Sin embargo, la situación de
los guaraníes es tan desesperada que, a falta de munición, se ven
obligados a cargar los cañones con balas de fusil, cascos, piedras y
bayonetas. Aquella derrota aliada, totalmente inesperada, provocó
todo un terremoto político en Río de Janeiro, donde no faltaron
políticos que acusaron a Caxias de permitir que Osorio se diese
contra el muro al regatearle refuerzos.
Finalizaba entonces
julio de 1868, y a pesar del rechazo de los brasileños y la
victoria, la situación de los paraguayos, aislados por hambre, era
muy poco halagüeña. Las tropas estaban al mando del coronel Paulino
Alén, pero éste se pegó un tiro en un intento de suicidio
(fallido: encontraría la muerte a finales de ese año, en Potrero
Mármol) siendo sustituido por el también coronel Francisco
Martínez. El día 23, ese coronel al mando recibe la orden de
evacuar la plaza. Dicha evacuación fue temeraria e inteligente. Los
soldados se fueron por el río, en 14 canoas que pasaron muy cerca de
los barcos brasileños. Pero es que además, aprovechando que al día
siguiente era festividad para los paraguayos (San Francisco Solano),
dejaron en la fortaleza una banda de música que estuvo tocando
ininterrumpidamente durante todo el día siguiente, simulando la
producción de una fiesta. Para cuando Caxias entró en Humaitá,
sólo encontraría a los músicos.
Los evacuados
desembarcaron en una isla llamada Poí, en medio de la laguna Verá.
Como primera provisión, Martínez sacó a mujeres, niños y enfermos
de la isla. Advertidos los aliados, el general Ignacio Rivas decidió
cercar a los paraguayos, bloqueándoles el paso hacia el río Timbó.
Se dedicó a bombardear insistentemente a los 1.800 paraguayos que
quedaban en la isla, además de sitiarlos por hambre. Por tres veces,
Rivas envía enmisarios con ofertas de capitulación, que son
rechazadas por Martínez. A la cuarta, el coronel acepta parlamentar,
poniendo por delante la condición de que los paraguayos no sean
incorporados al ejército aliado y obligados a luchar contra su
patria. Rivas accedió.
Según se cuenta, Mitre ha sido el único general que perdió un desfile.
ResponderBorrarEn Buenos Aires. Desfilaban sus soldados, al llegar a una esquina en la que debían doblar la tropa pierde el paso y el encuadre desorganizándose las filas.
Lizardo Sánchez, Córdoba, Argentina