jueves, julio 30, 2015

La GTA (10: Lomas Valentinas, y Asunción)

Recuerda que de esta historia hemos escrito ya un prólogo, y que te hemos dado una primera visión muy general de la situación del Paraguay y sus vecinos. Además, te hemos explicado la situación y papel básico en la zona del Imperio brasileño. Luego hemos seguido con los dimes y diretes de la Confederación Argentina, y hemos contado la guerra del Uruguay. Una vez pasado este escalón, ha «comenzado» la guerra del Paraguay propiamente dicha, desarrollada inicialmente en el teatro argentino. Sin embargo, con el tiempo las tornas cambiarán, y la guerra se acercará al propio Paraguay. Inmediatamente te hemos contado la batalla de Tuyutí que, pese a haberse resuelto a favor de los paraguayos fue, paradójicamente, el hecho que alejó definitivamente la posibilidad de que éstos pudiesen ganar la guerra. A continuación hemos contado el hostión del cuarenta y dos que se llevaron los aliados en Curupayty. Luego te hemos contado el asalto de Humaitá.

Mientras ocurrían estas pérdidas, López se encontraba, como hemos dicho, en San Fernando, donde intenta reorganizar sus tropas, fundamentalmente a base de traer al Paraguay a los que habían subido al Mato Grosso. Su gran preocupación es la escuadra, y su proyecto permanente el abordaje de la misma. En cuanto a las defensas, diseña lo que se conoce como la línea de Pikycyry, esto es el desagüe más al norte de la laguna Ypoá. Defender este punto suponía crear una trinchera de unos nueve kilómetros. El 26 de agosto, López abandona San Fernando, para acampar tres días después en Loma de Cumbarity. El día 17, Caxias y Osorio se han puesto en marcha con una columna de caballería. Cuando llega a las posiciones paraguayas y valora las defensas que han levantado, decide, bastante juiciosamente, que el ataque de frente tiene muy escasas probabilidades de éxito y que, consecuentemente, debe flanquear al enemigo por el Chaco. En menos de un mes consiguió construir un camino ancho y practicable por aquella zona salvaje, para así poder presentarse frente a la vanguardia de los paraguayos.


A principios de diciembre de 1868, los aliados estaban en condiciones de comenzar la marcha por el Chaco. Caxias comienza esa expedición con cuantos menos argentinos y uruguayos es capaz, puesto que para entonces ya sólo se fía de las tropas brasileñas. Tras cruzar estas tropas el río Paraguay por San Antonio, López tuvo que ver cómo 18.000 brasileños se situaban en su retaguardia. Carente de defensas contra este movimiento, envía un escuadrón de caballería y dos piezas de artillería para que ocupen y defiendan el paso del puente del Itororó; cosa que consiguen antes de que lleguen los aliados. Por varias veces los ataques aliados son rechazados por los paraguayos, algo que pone a Caxias de los nervios; pero, finalmente, cuando Bernardino Caballero vea que llegan los refuerzos de Osorio, ordenará la retirada.

Caballero, que en ese momento tiene unos 4.000 hombres, se establece en el arroyo Avay. El 10 de diciembre, comunica a López que la posición que tiene es indefendible y recomienda replegarse con el grueso del ejército paraguayo hacia Lomas Valentinas. Cuando López recibe este mensaje, al parecer, deja que le coman la oreja los típicos expertos de salón, con el argumento de que Caballero ha tenido esa reacción por cobardía. Inspirado por estas maledicencias, el comandante en jefe de las tropas paraguayas envía un telegrama en el que viene a decirle a su subordinado que si no tiene huevos para defender la posición, él tiene otros jefes que lo harán. Contrito y encabronado, Caballero contesta que la defenderá hasta morir.

Un gravísimo error éste de López. En una guerra, tan importante es ganar batallas como economizar recursos. De hecho, Bartolomé Mitre solía describir así sus retiradas: como estrategias para economizar recursos, y parte de razón no le faltaba. Por sostener esa cosa tan de macho alfa de yo con mis huevos aquí, victoria o muerte y blablabla, López acabaría perdiendo algunos de sus mejores efectivos más veteranos de la forma más tonta, por inútil.

El ataque aliado comenzó a las 10 de la mañana, y la batalla se tomó tres horas. Bajo una lluvia torrencial, las tropas paraguayas quedaron reducidas a una dimensión infinitesimal, con la que Caballero inició una retirada imposible. La columna Caballero pereció casi hasta el último hombre. Caballero, junto a Valois Rivarola algunos otros pocos, logró escabullirse; aparecieron en Lomas Valentinas.

Por su parte los aliados, tras esta victoria, se establecieron en Villeta, donde descansaron durante diez días. Para entonces, López estaba intentando construir una trinchera desde su posición hasta Angostura, pero ya no pudo hacerlo por falta de brazos, pues el ejército paraguayo estaba muy seriamente diezmado. El 21 de diciembre, Caxias comienza a avanzar en dos columnas mandadas, respectivamente, por Mena Barreto y por Jacinto Machado de Bittencourt. Mena deberá marchar sobre Pikycyry, mientra el barón del Triunfo lo hace sobre Potrero Mármol, en cuyo avance, por cierto, se hace, ya con pocas dificultades, con el ganado del enemigo.

Atacaron los aliados de mañana, y a la noche terminó la batalla sin poder haber tomado las posiciones de López; al que, sin embargo, apenas le quedaba ya un centenar de hombres. Seis días más tarde, con grandes esfuerzos, el caudillo paraguayo logró juntar 2.000 efectivos, entre los cuales, dicen las crónicas, había niños a los que se les pusieron barbas postizas para disimular su aspecto infantil. La guerra del Paraguay, de hecho, debió terminar en Lomas Valentinas si el ejército brasileño hubiese tenido una acometividad de la que carecía, pues es bastante increíble que un miniejército como el de López, en sus condiciones, consiguiese escaquearse de la derrota total.

Tras esta batalla, Caxias, probablemente presionado por sus mandos por el hecho de que Brasil se estuviese comiendo aquel marrón en solitario, acepta la llegada a la punta de ataque de tropas argentinas y uruguayas.

El 23 de diciembre, Solano López recibe una comunicación en la que se le intima para que se rinda en doce horas. La nota le recuerda a López que los aliados saben muy bien las fuerzas con que cuenta, y dan por hecho que el paraguayo sabe las que tienen ellos. En un tono casi insultante (pero no exento de razón), Caxias le reprocha a López los graves errores cometidos: «la sangre derramada en el puente de Ytororó y en el arroyo Avay debería haberle determinado a economizar las vidas de sus soldados en el 21 del corriente [se refiere a Lomas Valentinas], no compeliéndolos a una resistencia inútil». López será responsable, continúa la carta, si «su capricho debe ser superior a la salvación de lo que resta del pueblo de la República del Paraguay»; obsérvese, las cursivas son mías, cómo el brasileño no esconde ni por un momento las intenciones genocidas de la guerra que lleva a cabo.

López leyó la carta en voz alta a sus mandos, recibiendo de ellos el típico grito unánime, que forma parte de la estética de las fuerzas armadas, en el sentido de que preferían morir a rendirse. Acto seguido, redacta la contestación a Caxias. La carta de López es, básicamente, una devolución de pelota. Si los aliados, dice, justifican su acción en la defensa de «la religión, la humanidad y la civilización», él invoca que «esos mismos sentimientos son precisamente los que me han movido, ha más de dos años, para sobreponerme a toda la descortesía oficial con que ha sido tratado en esta guerra el elegido de mi Patria». Finaliza la misiva diciendo que está dispuesto a negociar una paz en igualdad de condiciones, pero no un armisticio.

El día de Navidad de 1868, los aliados de mueven de nuevo; comienzan a bombardear las posiciones paraguayas el 27. Los paraguayos, totalmente sobrepasados, son incapaces de resistir, y son prácticamente exterminados hasta el último hombre.

En esta acción cae el último soldado paraguayo propiamente dicho. López, entonces, decide retirarse hacia las montañas, con Caballero protegiéndole la salida con apenas 30 hombres en Caraguaty-Corá, esto es el cuartel de Lomas Valentinas. López y el general Resquín que lo acompaña cruza Potrero Mármol y se dirige a Cerro León. Por el camino les alcanza Caballero, que ha abandonado ya su posición. Hostigados por los brasileños, los paraguayos se dirigen al Ypecuá, un estero del lago Ypoá.

Tras pasar una semana en Cerro León, López se retira al paso de la cordillera de Azcurra, en Pirayú. Allí, en menos de dos meses, reúne un ejército de unas 13.000 almas. Por su parte Caxias, quien ha logrado en diciembre la rendición de un contingente paraguayo que todavía resistía en Angostura, pone sus ojos en Asunción. El 1 de enero de 1869, tropas al mando del coronel Hermes Ernesto da Fonseca entran en la ciudad. El 5 de enero entra el grueso de las tropas brasileñas (Mitre con sus argentinos permanecerá acampado a cierta distancia), momento en el cual comienza un saqueo sistemático de la ciudad. El propio Sarmiento dejó escrito que la determinación de Mitre fue «dejar a los brasileños robar a sus anchas». Según las crónicas, los brasileños reunieron a casi un millar de mujeres, a las que se pulieron por delante y por detrás. Devastaron iglesias y levantaron sepulcros. Todo lo que tenía algo de valor en Asunción fue sistemáticamente transportado a los barcos brasileños y, que yo sepa, jamás ha vuelto. El resto, lo que quedó, fue quemado.


Y todo esto, no se olvide, se hacía en defensa de «la religión, la humanidad y la civilización».  

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