Tras aquel acuerdo, el denominado Comité de los Siete se establece en
el centro de Viena, en un inmueble de la Teinfalstrasse. No se puede decir que
los nazis austríacos se escondan. En su sede, todos portan libremente el
uniforme pardo del partido nacionalsocialista y, muy cerca de la misma, en una
trastienda de la Helferstorferstrasse, establecen un verdadero comité ejecutivo
del NSDAP alemán del que forman parte nazis destacados como los doctores Jury y
Menghin, In de Mauer, el ex presiente del Senado Manlicher; un tipo llamado
Wolfsegger que era Gauleiter de Carintia; un ingeniero llamado Erich
Kaltenbrunner, paisano de Hitler, jefe de las SS local; y un viejo oficial del
ejército, el mayor Jäger, que organiza tanto las SA como las SS en Austria, por
segunda vez tras las que existieron antes de 1934. En la Teinfalstrasse se
instaló una imprenta, de la que salía el Österreichische
Beobachter, órgano oficial del partido.
Todos estos activistas no daban en absoluto la impresión, como
sostenía el discurso oficial austríaco, de haber sido abandonados por Berlín
tras los acuerdos de julio de 1936. De hecho, apenas unas semanas después de
dichos acuerdos, la policía había detenido a un tipo, un ingeniero llamadlo
Woitsche, bajo la acusación de ser un terrorista nazi. Según afloraron las
investigaciones, Woitsche había pasado buena parte de su vida en Chile,
realizando propaganda nacionalsocialista en las nutridas comunidades alemana y
austríaca del país. Había vuelto a Viena con la intención de matar al canciller
Schuchsnigg. Los planes que se le intervinieron hablaban de matarlo cuando
visitase la tumba de su mujer, o bien usando un avión para dejar caer una bomba
sobre la cancillería. El interrogatorio e investigación de este ingeniero y de
la pequeña (y peripatética) tropa que había reclutado para llevar sus acciones
llevó directamente a los servicios de propaganda del NSDAP en Berlín y,
finalmente, a la mismísima central de dicho partido. La policía, es sabido,
entregó al canciller un dossier completo. Pero Schuchsnigg se lo guardó.
Asimismo, en aquellos meses se descubrió un servicio de correos que se
instrumentaba a través de un club deportivo aparentemente neutral. En Salzburgo,
se descubrió que los ferrocarriles alemanes utilizaban sus convoyes para
introducir en Austria literatura nacionalsocialista. En el otoño de 1937, en la
localidad fronteriza de Scharding, en la Austria alpina, la policía incautó un
vehículo petado de propaganda nazi, que estaba conducido por dos hombres de las
SS alemanas. El coche resultó ser propiedad del burgomaestre de Passau, en
Baviera.
Finalmente, la policía acabó por descubrir la trastienda de la
Helfersortferstrasse. Pero el comité ilegal del NSDAP austríaco todo lo que
tuvo que hacer fue mudarse a la Teinfalstrasse, a un tiro de lapo. Muy cerca
había otro centro nazi semiclandestino, el Club Alemán. En este club fue donde
se labró la elite nacionalsocialista que acabaría tomando el poder en la época
de Seyss-Ynquart, desplazando al grupo de los siete.
De todas formas, en aquel entonces la verdadera persona de confianza
de Hitler en Viena era el mayor de la Armada Federal Hubert Klausner; el
verdadero responsable ante Berlín de la expansión del nacionalsocialismo en
Austria. Klausner se las arregló para conseguir en las afueras de Viena, en
Hütteldorf-Hacking, unos terrenos donde las SS podían realizar ejercicios
clandestinos de instrucción. Obviamente, desfilar y tirar con armas no es algo que
se pueda ocultar: la policía estaba perfectamente enterada. Como lo estaba de
la muy eficiente estructura de correo que finalmente fueron capaces de montar
los nazis, con la colaboración de Konrad Heinlein y de un ciudadano alemán,
Thiemen von Adlersflucht, y dos hermanos checos llamados Dubsky.
Como también tenían resuelta la financiación, fundamentalmente a
través del ejecutivo Hermann Neubacher, que se las arreglaba para utilizar las
filiales de empresas alemanas para hacer llegar dinero a la organización.
Neubacher, de hecho, había comenzado siendo socialdemócrata. En los tiempos en
los que éstos gobernaban Austria, había sido director general de la Gesiba
(Gemeinnützige Siedlungs und Bauge-sellschaft); así como presidente de la
sección austríaca de la organización, de inspiración socialdemócrata,
Deutsch-Österreichische Volksbund o asociación popular austro-alemana. Entre
febrero y julio de 1934, sin embargo, se convirtió al nacionalsocialismo.
Estuvo preso un corto periodo en Woellersdorf, pero luego fue nombrado director
de la Detag, Deutsche Teerfarben und Chemikalien Handels Aktielgesselschaft,
que era filial de la IG Farben, desde donde coordinaba toda la tesorería del
Partido.
A partir del momento en que estas pesonas llegaron al acuerdo con el
canciller que les garantizó la semilibertad, comenzaron a organizar una
manifestación tras otra, así como una peregrinación constante de técnicos, científicos
y artistas alemanes, que iban a Viena a dar conferencias. Y no fue ésta la
única invasión. En virtud de los acuerdos de 1936, la propaganda nazi descarada
estaba prohibida en Austria pero, sin embargo, a los alemanes que cruzasen la
frontera les estaba permitido utilizar la simbología nazi y, muy especialmente,
la cruz gamada. Como consecuencia de esta cláusula, el Reich comenzó a
organizar una auténtica horda de «turistas» alemanes, que comenzaron a inundar
Austria, y muy especialmente Viena, casi desde el día que los acuerdos fueron
firmados. Y todos ellos llevaban la esvástica hasta en las orejas. Además, la
norma del acuerdo se demostró totalmente inútil. Pronto se dieron casos en los
que la policía paraba vehículos con matrícula austríaca que portaban cruces
gamadas. Al realizar las comprobaciones, se encontraban con que los viajeros
del vehículo eran alemanes, por lo que les tenía que dejar irse, no sin que los
germanos protestasen violentamente. Finalmente, al poco tiempo la policía dejó de
parar a los coches que llevasen los símbolos nazis, fuesen de donde fuesen.
Como consecuencia, los nazis austríacos pudieron llevar la esvástica sin ser
molestados.
Y, ¿qué pensaba Schuchsnigg? Pues, si nos hemos de fiar por lo que
afirmó en una reunión del Frente Patriótico en los primeros meses de 1937,
cuando fue increpado por un militante a causa de la desvergüenza de los nazis
austríacos, todavía pensaba que sería capaz de trabajarse a los
nacionalsocialistas moderados, y volverlos contra los más extremos. Estaba
convencido el canciller, o le habían contado labios interesados, de que, por
mucho que el nazismo alemán quisiera aparecer como monolítico, en realidad
estaba dividido entre el NSDAP-Göring, aglutinador de la alta sociedad
prusiana; y el NSDAP-Goebbels/Rosemberg/Himmler/Ley, más radical. No sólo
crecía Schuchsnigg que eso era así, sino que además estaba convencido de que el
ala moderada estaba a punto de ganarse la confianza de Hitler. También creía en
la utilidad de colocar en su gobierno elementos cercanos a los
nacionalsocialistas, como es el caso de Edmund Glaise von Horstenau. Sin
embargo, todo lo que consiguió con esos movimientos fue complicarse más las
cosas a la larga.
Habría que escribir un libro, algún día, sobre todas las tonterías que
mucha gente pensó, soñó y dijo durante los años previos a la segunda guerra
mundial sobre Hitler; y que quedaron enterradas, a toro pasado, bajo la losa
del categórico «yo siempre fui antinazi».
En medio de un entorno cada vez más débil, caracterizado no sólo por
la presión de los nazis sino también las tensiones entre los políticos
nacionales que apoyaban al canciller, éste decidió dar algunos pasos para
pacificar las cosas. Se decidió por el grupo de Seyss-Ynquart que, en ese
momento, estaba preconizando la integración del nazismo en la legalidad. Seyss,
que fue nombrado para el Consejo de Estado, ofrecía la ventaja de su conocida
filiación católica, además de favorable a una tendencia nacionalsocialista
puramente austríaca, que concebía Austria como una especie de «segundo Estado
alemán», pero al fin y a la postre independiente.
A través de negociaciones que nunca fueron fáciles, austríacos y
alemanes lograron, en enero de 1937, firmar un acuerdo económico que, en
realidad, nunca llegó a tener una aplicación real total. Ni el regreso de los
turistas alemanes ni el incremento de los intercambios comerciales entre los
dos países se acabó produciendo como predecían los acuerdos. Y es importante
este dato porque fue oro molido para la propaganda nacionalsocialista en el
sentido de que los acuerdos de julio del 36 habían sido insuficientes, y que
había que ir más allá.
La razón de aquel fracaso fue la voluntad del canciller Schuschnigg,
aconsejado por el presidente del banco central Kienböck, de no aceptar el
acuerdo de intercambio masivo de mercancías que proponían los alemanes. Este
tipo de acuerdo habría sido muy beneficioso para la agricultura austríaca pero,
sin embargo, habría sacrificado el resto de la economía del país. Además, en
aquel entonces Austria, como por cierto le había ocurrido a España hasta poco
tiempo atrás, tenía una moneda notablemente sólida.
Inmediatamente después del asesinato del canciller Dollfuss, en el golpe
de Estado nacionalsocialista de 25 de julio de 1934, muchas fuerzas sociales y
personas habían propuesto al canciller la celebración de un referendo que
confirmase la independencia de Austria. Schuschnigg había decidido no llevar a
cabo ese proyecto. Para el canciller, la dificultad del proceso estaba en
encontrar algún tipo de idea (esto es, la pregunta de la consulta) que pudiese
pluguir a todas las diferentes sensibilidades del país. Sin embargo, tras el
acuerdo de 1936, y en parte porque la idea del plebiscito era también muy
utilizada por los nazis, en el entorno del poder en Austria la idea volvió a
surgir como una posibilidad lógica. La Constitucion de Dollfuss preveía la figura
del referendo indirecto u orgánico, esto es votado no por las personas sino por
corporaciones; pero esto presentaba un problema claro, por la posibilidad que
le daría a los nacionalsocialistas de utilizar algunas de dichas corporaciones
como caballos de Troya en los que introducirse para condicionar el resultado de
referendo. Tanto es así que el propio canciller ya tuvo que sugerir, en un
discurso pronunciado en Graz el 5 de marzo de 1937, la decisión de no permitir
nuevos adherentes para el Frente Patriótico; medida que fue finalmente
anunciada en septiembre de ese año. El tema es mucho más importante de lo que
nos podamos imaginar hoy: de hecho, una de las condiciones del ultimátum del
Berchtesgarten fue la apertura del Frente Patriótico a nuevos miembros nazis.
Todo este conjunto de informaciones deviene en un retrato bastante
aproximado de la debilidad con que Austria abordó el acuerdo con Alemania.
Debilidad que le haría pensar, a finales de 1937, que Hitler quería más, y que
acabaría por dar nuevos pasos en la dirección que siempre había deseado.
A Schuschnigg le pasó como a Chamberlain: no supo verlo venir, y cuando lo vio ya era tarde.
ResponderBorrarA propósito, "pluguir" no existe. "plugo", "pluguiera" son formas arcaicas del verbo "placer".
Un pequeño lapsus calami: "A partir del momento en que estas pesonas...".
ResponderBorrarNo hace falta que publiques el comentario ;)