Aquellos de entre los que leeis este blog que residais en Madrid, o vayais a visitar el Foro antes del 14 de enero próximo, tenéis la oportunidad, yo diría que la obligación, de visitar la exposición El proceso de Nuremberg; el archivo Kaplan; que se expone, hasta dicho día, en la sala Juana Mordó del Círculo de Bellas Artes.
Digo que es casi una obligación y estoy pensando en las personas más jóvenes porque quizá, hoy me he dado cuenta, el mundo cambia y quienes estamos en él tendemos a no darnos cuenta de ello (es lo que se llama hacerse viejo, supongo). Yo he ido hoy a visitar la exposición en compañía de un adolescente de 14 años. Él iba a ver una exposición sobre los nazis; lo cual quiere decir que iba engañado. Porque, aunque supiese, como ya sabía, que el origen de los movimientos nazis y skin que conoce (o sea: que critican en sus canciones los raperos a los que admira) estaba en algo que pasó hace bastantes años, apenas tenía ideas muy genéricas sobre el nazismo y sus porqués. En realidad, él creía estar yendo a una exposición sobre el mundo skin, cuando lo cierto es que no hay ni una cabeza rapada en toda la exposición (salvo las de los prisioneros de los campos de exterminio).
Yo apenas he reparado, al entrar en la pequeña sala en la que se exhiben los fondos custodiados por la fundación José María Castañé y que proceden, casi todos, del archivo de quien fuera juez en Nuremberg, el teniente coronel Benjamín Kaplan, apenas he reparado, repito, en las imágenes relativas a los crímenes contra la humanidad. Para mí son algo cotidiano con lo que crecí, de una u otra forma. Con esa soberbia que tiene el que sabe, en el fondo pensaba, aunque no lo supiera, que por saberlo yo todo el mundo tiene que saberlo. En un momento me di la vuelta y me fijé en mi compañero adolescente, que estaba detrás de mí. Lo noté algo pálido y como troquelado en la vista de una foto que colgaba del techo. Cuando miré la instantánea, vi el primer plano de un hombre muerto sobre el suelo, desnudo. Un hombre ya sólo piel y huesos muerto con los brazos en cruz, como un Cristo, con el último suspiro agotado impreso aún en el rostro.
Fue en ese momento cuando comprendí la utilidad de la memoria. Cuando comprendí que han pasado los años y que, quizá, y no digo que eso sea negativo en sí, ciertas imágenes van perdiendo vigencia.
Tengo un sabor agridulce en la boca, pues. Es dulce porque, sinceramente, me alegro de que hoy, aquí, se pueda crecer sin saber en realidad gran cosa sobre el hombre y su corte de fanáticos que decidieron acabar con los locos, con los subnormales, con los homosexuales, con los judíos, con los gitanos, con los marxistas; y en ello, especialmente en su cruzada antijudía, obraron la matanza colectiva más repugnante que recuerda la Historia. Agria, porque no hay que olvidar aquello de que los que desconocen la Historia se condenan a repetirla.
Aquellos de vosotros que peinais ya casi canas o que, como yo, ya peinais bien poca cosa, por favor, si vivís en Madrid, id a verla, y llevad a vuestros hijos. La mayor parte de la exposición, que por otra parte no es muy grande y se puede visitar en algo más de media hora con bastante atención (eso contando con ver entero el video resumen que allí mismo se proyecta) se refiere a los archivos de Kaplan, esto es son legajos ligados a los juicios de Nuremberg. La exposición tiene mucho menos morbo del que este post quizá transmite.
Llevad a vuestros hijos porque la Historia, esta Historia, hay que conocerla. Porque es la mejor manera de expresar lo que hay al final de esa cuesta que empieza el día que un tipo le mete un gol al equipo de tus amores y tú te dejas llevar por la fácil tentación de reaccionar llamándole puto negro. Y porque es una historia que, por una vez, termina bien. En Nuremberg, por mucho que su juicio haya recibido críticas de parcialidad (ciertas, pues algún juzgador estaba, en el momento de juzgar, masacrando a miles de inocentes en sus propios campos de concentración), la Humanidad estuvo a la altura. Si el hombre hubiera pasado página de los crímenes cometidos por la Alemania nazi, crímenes de guerra y también crímenes contra la humanidad, habría descendido dos peldaños en la evolución.
Nuremberg fue un aviso para navegantes. Una forma de decir que en la guerra y en la dominación no vale todo. Que cuando se tiene el poder sobre una nación o sobre un pueblo pueden dictarse leyes inanes con los crímenes propios, pero hay otra legalidad por encima de esa legalidad, que es la del género humano. Sí, ya sé que después de Nuremberg, en estos sesenta años que han pasado, ha habido genocidios y crímenes de guerra que se han ido de rositas. Pero el camino está trazado.
Aquellos que leais en alemán podéis deteneros en las cuatro o cinco cartas de prisioneros que se exponen. Cartas casi telegráficas, muy formales, obviamente censuradas. No os costará leer entre líneas, porque todas tienen un triste aroma de despedida. También podréis ver los certificados de pureza aria, las estrellas de David que los judíos debían llevar cosidas en lugar visible de su ropa, la propaganda que identifica a los judíos con las ratas. Ein Volk, ein Reich, ein Führer.
Y el juicio, claro. Obviamente, la documentación se refire a los principales encausados, los de la primera hornada, esto es: Hermann Göring, ministro del Aire, condenado a muerte aunque se suicidó antes de la ejecución; Rudolf Hess, el lugarteniente de Hitler en el NSDAP que sería condenado a cadena perpetua y que se convertiría en el último preso de este juicio en la cárcel berlinesa de Spandau; Joachim Ribentropp, ministro de Asuntos Exteriores (gran amigo de Ramón Serrano Súñer), condenado a muerte; Wilhelm von Keitel, mariscal de campo, condenado a muerte; Ernst Kaltenbrunner, nazi austríaco que ocupó puestos en materia de policía y seguridad, condenado a muerte; Alfred Rosemberg, uno de los propagandistas del nazismo a través del Volkische Beobachter, condenado a muerte; Hans Frank, abogado nazi, condenado a muerte; Wilhelm Frick, ministro del Interior con Hitler, condenado a muerte; Julius Streicher, propagandista nazi antijudío, condenado a muerte; Walther Emanuel Funk, ministro de Economía, cadena perpetua; Hjalmar Schacht, también ministro de Economía, absuelto; Karl Dönitz, responsable de la marina alemana, condenado a 10 años de prisión; Erik Raeder, almirante de la armada, cadena perpetua; Baldur von Schirach, jefe de las juventudes hitlerianas, condenado a 20 años de prisión; Fritz Sauckel, ministro de Trabajo, condenado a muerte; Alfred Jodl, militar de alta graduación, condenado a muerte; Franz von Papen, político conservador que ayudó al ascenso de Hitler al poder, absuelto; Arthur Seyss-Inquart, jefe del nazismo en Austria y propulsor de la Anchluss, condenado a muerte; Albert Speer, arquitecto y hombre muy cercano a Hitler, además de ministro de Armamento, condenado a 20 años de prisión; Konstantin von Neurath, diplomático, condenado a 15 años de prisión; y Hans Fritzsche, propagandista a las órdenes de Joseph Goebbels, absuelto.
A algunos de estos caballeros la vida les daría una segunda oportunidad. Quizá el caso más claro es el de Albert Speer , que encandilaba a Hitler con sus maquetas del nuevo Berlín que construiría una vez terminada la guerra, quien saldría de la cárcel y se dedicaría a escribir artículos y libros autojustificativos. De hecho, el pero más gordo que le veo yo a la película El hundimiento es, precisamente, lo mucho que se deja llevar por la versión que tenía Speer de las cosas, lo cual hace aparecer a su personaje como un tipo bastante equilibrado y casi consciente del mal cometido por el régimen nazi. Lo cierto es que Speer era un hombre de la estrecha confianza de Hitler y que Hitler, en confianza, no se cortaba un pelo diciendo las cosas. Así pues, Speer tenía que saber muy bien de qué era capaz su jefe.
Como a los niños y adolescentes bastante les llegará con ver las fotos y los recuerdos de la exposición, es a los más mayores a los que os recomiendo la monumental biografía de Hitler escrita por Ian Kernshaw, editada ya en España en libro de bolsillo (barato, pues); y un clásico editado por Alianza Universidad para quienes querais profundizar en serio en los porqués del nazismo: La dictadura alemana (dos tomos), obra de Karl Dietrich Bracher.
Y dos películas; para equilibrar, una comedia y un drama. La comedia se llama Un, dos, tres, y fue filmada en 1961 por el maestro Billy Wilder, director de origen austríaco que decía que los austríacos eran los tipos más inteligentes del mundo, porque habían conseguido convencer a la humanidad de que Beethoven era austríaco (nació en Bonn, Alemania) y que Hitler era alemán (nació en Austria). En esta comedia, James Cagney es el delegado de la Coca-Cola en Berlín y descubre que la hija de su super-jefe, durante una breve visita a Alemania, se ha enamorado de un comunista de Berlín Este (Horst Buchholz, en el mejor papel de su vida, y es decir mucho). Un personaje secundario, el secretario de Cagney, Schlemmer, no tiene desperdicio.
El drama es Vencedores y vencidos (Judgement at Nuremberg) y fue filmada el mismo año, 1961, por uno de los grandes genios de Hollywood, Stanley Kramer. Se han hecho más películas sobre los juicios de Nuremberg, pero ésta es la película sobre Nuremberg. Aunque su planteamiento es sorprendente: uno de los mejores actores de todos los tiempos, pareja de la mejor actriz de todos los tiempos, es decir Spencer Tracy, es un juez americano jubilado a quien le ofrecen, de cuarto o quinto plato, ser el magistrado-presidente de uno de los últimos tribunales de Nuremberg. El tiempo ha pasado, los grandes juicios terminaron, aquellos condenados están fusilados o encerrados, y ahora tocan los personajillos menores de la Alemania nazi. En el mundo, además, se respira otro ambiente: llega la guerra fría y los americanos empiezan a barruntar que los alemanes, ahora, son sus amigos. En ese entorno, Tracy juzgará a un destacado profesor alemán, el doctor Ernst Janning, interpretado por Burt Lancaster.
En esta película hay grandes actores, como Marlene Dietrich o Maximilian Schell, y otros algo más mediocres a los que, sin embargo, Kramer sabe sacar lo mejor de sí mismos (es el caso de Richard Widmark). La escena del interrogatorio de Rudolph Petersen (Montgomery Clift) es, en mi opinión, antológica, y una pequeña lección de interpretación para estos actorazos que tenemos hoy en día, que cuando lloran no sabes muy bien si están llorando o les pica un testículo.
¿Se me ha olvidado comentar que la exposición es gratuita y que el Círculo está en el centro de Madrid, excelentemente comunicado por lo tanto?
Id a verla. Se lo debéis.
Por mi parte puedo decir que he visto esa película.
ResponderBorrarPero una película no suele crear imágnes imborrables. Estuve hace años (como turista, por supuesto) en el campo de concentración de Mauthausen.
Es realmente difícil describirlo, pero en mi vida olvidaré la sensación de vergüenza que viví allí de pertenecer a la especie humana.
Dentro del tema de los "Juicios de Nuremberg", hace poco salio un libro de un psiquiatra que trató a los principales acusados (el libro se titulaba "Las entrevistas de Nuremberg", y el autor era Leon Goldensohn) y entraba (todo lo que le dejaban los acusados, claro) en el tema del genocidio, su supuesta sumision a Hitler y a Himmler, etc.
ResponderBorrarjuan
Me pregunto porque mirar a alemania si en España ocurrió más de lo mismo, me pregunto porque los pueblos se dejan someter ante los regímenes dictatoriales, tan sólo me pregunto...
ResponderBorrarMe acuerdo de Schlemmer: "Yo trabajaba en el metro, asi' q no sabi'a nada de lo q ocurri'a alla' arriba." :)
ResponderBorraromalaled: El anyo pasado estuve en Auschwitz. Y efectivamente deja huella. Una nota: a la entrada, en el exterior, habi'a varios grupos de chavales haciendo bromas de mal gusto. Entramos en el primer barraco'n/sala de exposiciones y se acabaron las bromas. De ahi' en adelante solo se oi'a a los gui'as.
bitdrain: (la comparacio'n q haces es bastante arriesgada). Lo clave no es q fuera Alemania sino q se establecieron algunos principios del derecho penal internacional. Menos orgullosos podemos estar de su aplicacio'n. Como bien dice JdJ, desde el principio se deberi'a haber condenado tb al re'gimen estalinista y yo anyado q tb al resto de aliados (bombardeos masivos, entre otros con fo'sforo, a poblaciones civiles en Alemania y dos bombas ato'micas sobre poblacio'n civil en Japo'n). Esa aplicacio'n interesada no ha cambiado nada hasta hoy (ve'ase conflicto a'rabe-isreali' / invasio'n en Irak).
hurakanpakito.
Bueno, todo se reduce a un simple gesto que se incumple una y otra vez por parte de los defensores de los derechos humanos, en función de su conveniencia y en nombre de nuestra defensa hacen lo que les da la gana!
ResponderBorrarSi no recuerdo mal, altos mandos militares de la Alemania nazi, y hablo de los que vestían de negro con unas SS en el cuello, salieron de rositas gracias por un lado a haber estado en contacto con los aliados (los aliados "buenos", se entiende; los del estilo de Patton) y por otro a que hacían falta para crear la OTAN. Al otro lado, tres cuartos de lo mismo. Paulus creo que terminó en la academia militar soviética, ¿no?
ResponderBorrarEstaría bien preguntarse por qué un adolescente de hoy no sabe apenas nada sobre el nazismo. Y no me vale la "distancia" temporal. Primero, porque hace cuarenta o sesenta años es más o menos la misma distancia (o pregúntale qué sabe sobre Vietnam), segundo porque no sabrá tampoco nada de la Guerra de los 30 años, probablemente ni el siglo. Eso es lo más preocupante.
ResponderBorrarAh, y Paulus fue prisionero del régimen soviético (incluso cuando testificó en Nuremberg) hasta 1953, y acabó de policía en Dresde (su "liberación" no fue demasiado completa) hasta su muerte en 1957.
ResponderBorrarPaulus fue prisionero, pero relativamente. Si no recuerdo mal, formó parte del comité aquél del pueblo alemán o algo así que sacó Stalin (hay que ver lo que le gustaban a este hombre los comités), que pedía un levantamiento popular y/o militar contra Hitler. Creo que le fue bastante mejor que a sus hombres.
ResponderBorrarTal y como afirma el último post de Anónimo, es cierto que Von Paulus tuvo una actitud, digamos, comprensiva hacia el régimen soviético. Probablemente hay aquí elementos iniciales de resentimiento, pues probablemente Paulus se sentía abandonado por Hitler (quien le obligó a resistir en una situación imposible) y por más gente, como Göring, quien se comprometió a garantizar unos suministros aéreos que nunca llegaron.
ResponderBorrarDe hecho, cuando Von Paulus regresó a occidente fue un desclasado, un tipo descolocado tanto en la Historia como en su presente, maldición que, si no recuerdo mal, alcanzó incluso a su hijo, que se suicidó en los años setenta.
Recuerdo leer cuando era bastante joven en una casa en donde cuidaba niños que había como una enciclopedia con todo el proceso de Nuremberg, lo he buscado pero nunca lo encontré, sabeis si existe en la actualidad?
ResponderBorrarEn mi humilde opinión los juicios de Nuremberg eran absolutamente necesarios y si de algo pecaron fue de tibieza. No creo que la Humanidad hubiera perdido gran cosa con un mayor número de penas de muerte cumplidas.
ResponderBorrarMe sorprenden las opiniones que condenan el proceso al son de "Los vencedores sobre los vencidos". Ahí lo explicó muy bien alguien en "El Pais", "Los que se sentaron en el banquillo eran vencidos, pero no eran inocentes". Valdría más no olvidarlo.
Por lo demás, Alemania, o mejor los alemanes, se vieron muy beneficiados de la Guerra Fría que les hizo indispensables y obligó a olvidar ciertos "pecadillos". Así vimos no ya a gente que miraba hacia otro lado sino verdaderos criminales reciclados en "demócratas de toda la vida".
Respecto a Paulus. No olvidemos el envenenado ascenso a mariscal de campo con la advertencia de que ninguno se había rendido. Vamos Hitler le ordenaba suicidarse moralmente.
¿Fue un traidor? desde luego no actuó como un demócrata convencido y además sobrevivió mientras miles de sus hombres morirían de hambre.