El día que Leónidas Nikolayev fue el centro del mundo
Los dos decretos que nadie aprobó
La Constitución más democrática del mundo
El Terror a cámara lenta
La progresiva decepción respecto de Francia e Inglaterra
Stalin y la Guerra Civil Española
Gorky, ese pánfilo
El juicio de Los Dieciséis
Las réplicas del primer terremoto
El juicio Piatakov
El suicidio de Sergo Ordzonikhidze
El calvario de Nikolai Bukharin
Delaciones en masa
La purga Tukhachevsky
Un macabro balance
Esperando a Hitler desesperadamente
La URSS no soporta a los asesinos de simios
El Gran Proyecto Ruso
El juicio de Los Veintiuno
El problema checoslovaco
Los toros desde la barrera
De la purga al mando
Los poderes de Lavrentii
El XVIII Congreso
El pacto Molotov-Ribentropp
Los fascistas son ahora alemanes nacionalsocialistas
No hay peor ciego que el que no quiere ver
Que no, que no y que no
La vista duró seis días. La sentencia acabó por dar por probado (ejem...) lo siguiente: en el otoño de 1932, bajo instrucciones de Trotsky, una organización trotskista clandestina en la URSS trabó conocimiento con una organización clandestina zinozievista. Ambos grupos formaron un centro de conspiración del que formaban parte Smirnov, Mrachkovsky, Ter-Vagarian como trotskistas; y los zinozievistas Zinoviev, Kamenev, Yevdokimov y Bakaev. El objetivo era tomar el poder. En un doble fondo del portafolios de Holzman se encontró una carta de Trotsky exigiendo el asesinato de Stalin (bueno, en realidad exigía su destitución; pero se tomó barco como animal acuático); de nuevo, en Copenhague, Trotsky le transmitió la misma orden a Holzman. Cositas como que Zinoviev y Kamenev estuvieron exiliados en 1932 y 1933 y, después, en el maco en 1935 hasta el juicio; o que Smirnov llevaba en prisión desde el 1 de enero de 1933, aparentemente, no estropearon la historia.