Hace no demasiados días hemos dejado a China bastante esconojadilla después de perder la llamada guerra del opio y tener que firmar el humillante tratado de Nankin. En efecto, la apertura de cuatro puertos comerciales a los ganadores occidentales supuso una gran debacle para la economía china, que no estaba en condiciones de competir con los productos occidentales y, cuando lo estaba, vio cómo sus competidores realizaban descaradas prácticas de dumping que les echaban del mercado.
Las consecuencias del tratado de Nankin, en todo caso, fueron mucho más profundas. Para los chinos, Nankin fue como una especie de 98 a lo bestia; como la constatación repentina de una debilidad que no sólo desconocían, sino que creían ser una fuerza inusitada. Si alguien quedó a la altura del betún en ese momento, fueron los emperadores manchúes, que de repente se rebelaban como unos reyezuelos híperburocratizados, débiles y concentrados en su liturgia imperial, mientras más allá de la Ciudad Prohibida pasaban cosas.
La pérdida de capacidad de la administración manchú generó los dos pasos clásicos en estos casos: primero niveles de anarquía, y después movimientos locales de organización contra esa anarquía. En muchas partes de China, pues, comenzó a ser mucho más importante el poder del cacique local, que no pocas veces tenía hasta tropas propias, que el de la Administración central, en el caso que se dejase sentir. Al fondo de todo eso, un pueblo que, por su raíz confucianista, tenía una tendencia muy marcada a respetar las tradiciones y a seguir a un mando que, de repente, se encontraba mancillado por unos bárbaros y sin capacidad de creer en quienes le mandaban.
Es en ese contexto en el que hay que entender el movimiento de la Gran Paz o Taiping, que es el motivo de estas notas.
En la provincia sureña de Guanxi, todos estos elementos que acabamos de analizar cristalizaron en la aparición de la figura de Hong Xiuguan. Xiuguan, hijo de campesinos, estudió para ser maestro de escuela y su gran ilusión había sido entrar en la elite jurídica confucianista; pero nunca logró aprobar las pruebas necesarias para ello. En Cantón entró en contacto con misioneros protestantes y comenzó a leer la Biblia a su manera. Fue leyendo el libro sagrado de los cristianos que encontró una especie de revelación que le impulsó a crear en el mundo un régimen de igualdad social estricta. Desarrolló una teología gazpachal en la que mezcló elementos orientales con el cristianismo básico que solemos conocer las personas de educación occidental. Se consideraba una especie de hermano menor de Jesucristo, encomendado de terminar su misión.
En 1843, un pequeño grupo formado por Xiuguan, su primo Hong Rengan y algunos acólitos (Feng Yushan, Yang Xiuqing, Xiao Chaoqui, Shi Dakai y Wei Changhui), todos ellos de condición humilde salvo Changhui que era propietario, formaron la Pai Shang Ti Jui o Sociedad del Culto a Dios. Se dedicaron a predicar en las zonas rurales donde residían, en una misión que tenía también tintes políticos porque se apoyaron en grupos que querían el regreso al poder de la dinastía Ming. En enero de 1851, estando en el pueblo de Jintian, Xiuguan proclamó el reino Taiping, y acto seguido proclamó la guerra santa contra los Qing. Hong Daquan, que era uno de los activistas partidarios de la dinastía Ming, fue proclamado Rey de la Virtud Celestial.
Shi Dakai, uno de los primeros acólitos del movimiento, era un soldado de fortuna. Y un soldado bastante bueno, porque con relativa rapidez supo convertir la masa amorfa de partidarios que iban consiguiendo a su paso por las montañas de Guanxi en un ejército organizado y eficiente. Por lo demás, el fuerte fanatismo religioso de los soldados Taiping también ayudaba mucho al hacerlos combativos y temibles. En septiembre de 1851, los Taiping tomaron su primera ciudad amurallada: Yongan. Para entonces Xiuguan había roto con el movimiento político Ming y se autoproclamó rey celestial.
Medio año después, en abril de 1852, los rebeldes consiguieron romper un bloqueo que les habían hecho los ejércitos de la provincia, y comenzaron a avanzar hacia el norte. Cruzaron Hunan y llegaron hasta Hubei. En enero de 1853 tomaron Wuchang y en marzo entraron en Nankin, automáticamente convertida en la capital de su Estado con el nombre Tianjing.
Para entonces, el emperador Taiping había juntado un ejército de medio millón de personas y contaba sus acciones por victorias. Las cosas, sin embargo, cambiaron cuando los emperadores manchúes comenzaron a tomarse en serio la movida y decidieron enfrentarla con sus mejores tropas al mando de uno de sus mejores generales: Zeng Guofan.
En mayo de 1853, los taiping formaron un ejército de unos 20.000 efectivos que enviaron contra Pekin. Sin embargo, aquel año el invierno llegó antes de tiempo y les pilló en Tientsin, donde fueron derrotados por la caballería mongola del emperador. Siguió una guerra de dos años en la que las tropas imperiales lograron exterminar a los rebeldes en el norte del país.
Cuando tuvieron claro que no serían capaces de dominar el norte, esto es Pekín, los taiping cambiaron de estrategia y se centraron en dominar las regiones centrales del país, para así poder consolidar su Estado en el sur. Durante tres años, ocuparon importantes zonas en el centro del país. En 1856, sin embargo, habían surgido disensiones dentro del movimiento originalmente muy cohesionado. El movimiento, de hecho, estaba dividido en dos facciones diferentes. Los enfrentados eran Wei Changhui y Yang Xiuqing. Si el segundo era el prototipo del acólito radical, absolutamente apegado al mensaje de igualdad social con que había nacido el movimiento, el segundo era el típico seguidor pragmático (aunque era un seguidor de primera hora) que apreciaba las notables capacidades del movimiento para crear una estructura de poder vertical (feudal, diríamos nosotros) que, en la práctica, no vendría sino a desmentir el mensaje original del líder Hong Xiuguan. A pesar de estar desmintiendo los orígenes del reino celestial, fue Wei quien consiguió el apoyo del líder para atacar a su oponente. Sin embargo, sólo era una celada dado que Xiuguan, que podía ser un fanático pero no era gilipollas, sabía que su supervivencia al frente del Estado Taiping pasaba por el hecho de que nadie más que él acumulase suficiente poder. Así las cosas, inmediatamente después de que Wei acabase con Yang, él hizo matar a Wei y exilió a su caudillo militar, Shi Dakai, el inventor del ejército Taiping. Dakai se llevó tras de sí 100.000 combatientes y todavía hizo la guerra a los manchúes por su cuenta unos cuantos años.
Xiuguan, sin embargo, había cortado una mala hierba, pero no la mala hierba. En puridad, su problema era estructural. Uno puede predicar la igualdad total del personal cuando está subido a una colina contando movidas sobre los panes y los peces y un samaritano que bla; pero cuando llega la parusia y ese alguien se coloca al frente de una organización social y política, se encuentra ante el problema ineludible de que en toda organización social y política surgen diferencias. Los comerciantes y altos funcionarios que hacían funcionar el Estado taiping se sentían crecientemente malquistos con el rigorismo de las reglas morales y religiosas del movimiento, así como con su igualitarismo. Por otra parte, era gente enriquecida por los botines de guerra y la actividad comercial; comenzaron a engordar, a hacer barbacoas y fiestas con DJs, a conducir maserattis, y lógicamente la masa campesina pobre que era la base de todo comenzó a pensar que aquello era un trile.
Como la ley de Murphy siempre se cumple y los problemas llaman a los problemas, fue más o menos por entonces cuando el inteligente Zeng Guofan diseñó una ofensiva en toda regla de las tropas imperiales. En dos años desalojó a los tianping de buena parte de sus territorios en el centro de China y llegó a sitiar Nankin; si no la tomó fue porque estalló la segunda guerra del opio, de la que ya hablaremos algún día.
En 1859, el Rey Celestial taiping nombró primer ministro a su primer converso, es decir su primo Hong Rengan; y a Li Xiucheng jefe de los ejércitos. Xiucheng, un joven estratega, rompió el cerco de Nankin y venció a los manchúes en Sanhezhen, además de ocupar casi todas las provincias de Jiangsu y Zheijang, una zona muy rica que además conectaba con el puerto de Shangai.
Hong Rengan era consciente de que la prioridad del Reino Celestial era debilitar a los manchúes y, puesto que éstos estaban enfrentados con los occidentales, pensó que acercarse a éstos era una buena idea. Además, él personalmente era partidario de reformas modernizadoras para fortalecer el Estado. Sin embargo, se dio de bruces con el tradicionalismo de su corte, por lo que fue depuesto. Para colmo, Li fue capturado en una batalla. Con ello, los taiping perdieron mucha capacidad administrativa y comenzaron a tener problemas para cobrar los impuestos que necesitaban para allegar tropas; tuvieron que comenzar a apoyarse en reyezuelos locales.
El Reino Celestial comenzó a vivir sus últimos momentos cuando terminó la segunda guerra del opio. No sólo los manchúes ahora podían dedicar a sus mejores hombres a combatirlos, sino que llegaron a contar con la ayuda de los occidentales. Militares como el británico Charles Gordon, que luego se haría famoso en Sudán, lucharon contra los taiping.
En 1863, Zeng desarrolló la ofensiva final, arrinconando a los taiping en su capital. En junio de 1864, en Nankin, murió Hong Xiuquan, y la ciudad, esto es lo que restaba del reino celestial, aguantó apenas un mes más.
De esta forma terminó la rebelión decimonónica más importante contra el poder imperial chino; por mucho que haya otras que, gracias al cine y la mitología, se den por más importantes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario