Se sabe, más o menos, que las campanas eran conocidas ya de los egipcios y de los chinos. De los primeros se dice que celebraban las fiestas de Osiris tañéndolas, y de los segundos que los primeros misioneros que llegaron a China se encontraron allí grandes campanas cuyo origen no pudieron aclarar. El resto de los grandes pueblos de la antigüedad, como griegos o persas, también las conocieron. En cuando a los judíos, el Éxodo nos describe a un sacerdote que llevaba una túnica terminada en campanillas de oro. Los sacerdotes de diversas deidades orientales, como Cibeles, las utilizaban durante sus liturgias. Algunos testimonios nos dicen que la cosa venía, en este caso, de la convicción de que el sonido salido del bronce era purificador.