Recuerda que esta serie se compone de:
En efecto, de toda esta mixtura de pueblos que se dirigían hacia el interior del Imperio, todavía no hemos hablado de los godos de Alarico. Estos godos eran los descendientes directos de los tervingios y greutungos que habían negociado la paz del 382 con Teodosio. Una paz, ya lo hemos sugerido, extremadamente frágil y que Teodosio hizo todo lo que pudo por conservar, llegando a realizar acciones como multar a la ciudad de Constantinopla después de que un godo fuese linchado allí.
- Las envidias entre Valente y Graciano y el desastre de Adrianópolis.
- El camino hacia la primera paz con los godos.
- La llegada en masa, y desde diversos puntos, de inmigrantes al Imperio.
En efecto, de toda esta mixtura de pueblos que se dirigían hacia el interior del Imperio, todavía no hemos hablado de los godos de Alarico. Estos godos eran los descendientes directos de los tervingios y greutungos que habían negociado la paz del 382 con Teodosio. Una paz, ya lo hemos sugerido, extremadamente frágil y que Teodosio hizo todo lo que pudo por conservar, llegando a realizar acciones como multar a la ciudad de Constantinopla después de que un godo fuese linchado allí.
Como
también sabemos ya, la paz del 382 incluía una cláusula por la
cual los godos podrían ser llamados al servicio en el ejército
romano. Teodosio echó mano de ella por dos veces, ambas en medio de
enfrentamientos armados con romanos que le querían quitar el poder:
Magnus Maximus, y Eugenio. Pero la cosa no funcionó bien, porque en
ambos casos, separados en el tiempo por menos de diez años, muchos
godos prefirieron desertar a completar su servicio de armas. Los
godos no eran tontos. Honrar las cláusulas del 382 hasta el final
habría supuesto implicarse en auténticas guerras civiles; eso
suponía erosionar su fuerza militar a cambio de nada, pues ellos
poco tenían que ganar en que el emperador de Roma se llamase Magnus
o Teodosio o Georges Bush. Sabían, además, que Roma había firmado
la paz del 382 arrastrando los pies y en las condiciones que lo hizo (como ya hemos dicho,
escenificándola como una victoria que era todo lo contrario). Si la fuerza militar goda descendía, con seguridad el
Imperio volvería por sus fueros y les expulsaría de los Balcanes,
en el mejor de los casos. El tiempo habría de darles la razón.
Todas
estas sospechas de doblez se hicieron bien evidentes durante la
guerra civil entre Teodosio y Eugenio. Este Eugenio era un tipo que
todo lo que había hecho era aprovechar que Teodosio era un emperador
oriental con todas las de la ley, que nunca se separaba demasiado de
Constantinopla; así pues, había rebelado a algunas tropas de lo que
conocemos como Imperio occidental. Ambos bandos se enfrentaron en una
batalla conocida como del río Frigidus. Allí, ya muy cerca de
Italia, a las orillas de aquel río sin deseo sexual, los generales
teodosianos colocaron a los godos en la vanguardia el primer día de
batalla, con lo que fueron diezmados. Los romanos no escondieron su
satisfacción por el hecho de que en dicha batalla habían resultado
vencidos dos enemigos: Eugenio, y los godos. Así las cosas, cuando
en el 395 cascó Teodosio, los godos estaban a punto del
levantamiento, y desde luego tenían muy claro que era necesario
reescribir el acuerdo del 382.
Un signo
de cómo estaban las cosas es que, tras la paz del 382, los godos
habían respetado la demanda romana de no volver a organizarse bajo
el mando de un caudillo. Como ya hemos dicho, es probable que ellos
mismos se apiolasen a sus generales por demanda romana, y durante
tiempo no volvieron a tener una cabeza visible. Sin embargo ahora, a
la muerte de Teodosio, cambiaron las tornas y volvieron a escoger un
jefe. El mando recayó en manos de Alarico, quien ya se había
destacado por sus dotes militares durante una breve revuelta. De
hecho, una de las cosas que los godos exigían ahora a los romanos es
que su jefe recibiese la consideración de magister militum,
esto es, recibiese el estatus de un general del ejército romano. Por
lo tanto, ya no se trata de un enfrentamiento entre naciones a ver
quién gana, pues ya se ha dicho que los godos no eran gilipollas,
sino de la reclamación de un adecuado estatus dentro de un imperio
en el que los godos habían conseguido establecerse, y que comenzaban
a hacer territorialmente suyo.
Alarico,
además, debía de ser un gran líder político, porque consiguió
algo que hasta entonces parecía imposible. Tervingios y greutungos
habían luchado juntos en Adrianópolis, pero eran naciones
distintas. De hecho, incluso es posible que cada una firmase sus
propios tratados de paz con Roma. Pero, desde Alarico, esta
distinción desaparece. Por medios que desgraciadamente no podemos
conocer, el general consiguió convencer a todos aquellos tipos de
que era mejor negocio para ellos ser godos que conservar su antigua
identificación.
Este fue
el hombre, pues, que levantó a su gente contra los romanos en el
395, exigiendo un nuevo tratado. Militarmente, los principios de esta
revuelta no fueron gran cosa. Las armadas goda y romana se
encontraron dos veces, en el 395 y el 397; pero las fuerzas eran tan
parejas que a ninguno de los dos le convino la batalla abierta. En
paralelo, hubo probablemente negociaciones que no llegaron a nada,
puesto que Roma debió mostrarse inasequible a cualquier transacción.
La reacción de Alarico fue dar libertad a sus gentes para esparragar
a gusto, con lo que los godos comenzaron a dar por saco en los
Balcanes. Comenzaron en la Tracia, pero muy pronto las bandas de
godos comenzaron a moverse hacia Atenas, y luego hacia el Adriático,
por el Épiro.
El
imperio oriental, además, tenía un poder político bastante frágil.
El hijo de Teodosio, Arcadio, apenas tenía veinte años. En
realidad, el Imperio era gestionado por los validos de Arcadio, entre
los cuales el más poderoso era el eunuco Eutropio, un hombre de
negociación. Aceptó que Alarico se convirtiese en un general romano
y garantizó a los godos otras reivindicaciones que tenían. Les
permitió establecerse en la Dacia y en Macedonia. Sin embargo,
Eutropio cayó en el 399, y los sucesores al frente de la
administración del Imperio se negaron a negociar y dieron marcha
atrás en las concesiones.
En el
año 400, se produjo en Constantinopla un golpe que buscaba restar
poder a Gainas, un general del ejército romano, de origen godo, que
era uno de los contendientes por el poder tras la caída de Eutropio.
Sin duda Gainas fue atacado por ser poco romano, pero es muy
improbable que estuviese aliado o incluso amigado con Alarico.
Consiguió huir vivo de la ciudad, pero no varios miles de godos que
vivían en ella, y que fueron masacrados.
La
matanza de la capital del Imperio convenció a los godos de Alarico
de que no era posible conseguir en los Balcanes un nuevo acuerdo. Es
por esta razón que el caudillo decidió moverse hacia Italia,
esperando poder negociar allí con Stilicho. Sin embargo, el general
y emperador occidental in pectore no les hizo ni puñetero
caso, conocedor de que estaban muy lejos de sus bases de
aprovisionamiento, así pues deberían volver pronto a sus tierras.
No se equivocó. En el año 401, Alarico tuvo que abandonar Italia y
regresar a la Dacia y Macedonia.
Sin
embargo, para gran sorpresa del godo, cinco años después fue
Stilicho quien le buscó, ofreciéndole una alianza. El general
romano acababa de conseguir la victoria definitiva contra Radagausio.
Sabía que en el Rhin las cosas estaban feas, pero probablemente
minusvaloró ese problema. En ese entorno, creyó llegado su momento
para atacar Constantinopla y plantear una candidatura para ser
emperador único, y le ofreció a Alarico ser su aliado.
Flavio
Stilicho era hijo de un oficial de caballería romano y origen
vándalo, así pues tenía, él mismo, sangre goda. Teodosio I le
había admirado mucho, otorgándole diversos cargos y mandos. En el
393, el general había acompañado al emperador en la campaña contra
Eugenio, y como consecuencia de su buen hacer fue nombrado algo así
como capitán general o comes et magister utruisque militiae
praesentialis, al mando de todas las fuerzas occidentales.
Claramente, Teodosio, que como hemos dicho no tenía ganas de salir
de Constantinopla ni implicarse en los temas de la vieja Italia,
creía estar nombrando para el puesto a un comandante que le sería
fiel. Pero Teodosio murió en Milán en el 395 y, al parecer, le
encargó a su fiel Stilicho ser el principal valedor de su hijo
Honorio (aunque, en realidad, esto es lo que Stilicho dijo que le
había dicho Teodosio en el lecho de muerte, en una conversación que
nadie más escuchó); mientras que el primogénito del emperador,
Arcadio, heredaba la corona constantinopolitana. Como Honorio apenas
tenía diez años, esto es lo que llevó a Stilicho a la posición de
emperador de hecho.
La
ambición de la Flavio, sin embargo, era enorme. Con el tiempo,
comenzó a contar a todo el mundo que lo que le había dicho Teodosio
moribundo había sido que quería que se ocupase de sus dos hijos, no
del más joven; con esto, daba sus primeros pasos hacia el control de
todo el Imperio. Los segundos pasos fueron sus intervenciones
militares contra Alarico, a finales del siglo IV, en las que buscaba
demostrar a los habitantes del Imperio oriental que, literalmente, lo
necesitaban.
Las
fuerzas vivas de Constantinopla, sin embargo, no estaban por la
labor. No encontraron en Arcadio un aliado eficiente para la
resistencia, dado que el hijo mayor de Teodosio era un indolente al
que lo único que le interesaba eran sus fiestas, sus púrpuras y su
serrallo. Sin embargo, conspiraron contra el general y en el 397 le
dieron una buena hostia cuando lograron convocar al jefe de las
tropas del norte de África, Gildo, a Constantinopla, para
sustantivar una alianza con el Imperio oriental. Esto era un torpedo
en la línea de flotación de la economía italiana, cuyos
habitantes, literalmente, llenaban sus estómagos gracias a los
cereales africanos. Sin embargo, Stilicho maniobró brillantemente.
Gildo había asesinado a varios de sus hijos y, aprovechando eso,
armó y preparó a uno superviviente, Mascezel, y lo envió a África
a hostiarse con su padre. El enviado cumplió con su tarea.
En el
año 398, Stilicho dio el paso más importante al casar al emperador
Honorio con su propia hija, María.
En el
406, pues, cuando Stilicho se acercó a Alarico, el general había
fracasado unificando los imperios oriental y occidental, pero, sin
embargo, todavía tenía la ambición de controlar la Dacia y
Macedonia. De esta manera, el ambicioso general conseguiría reducir
la influencia europea del Imperio que no controlaba y, al tiempo,
establecería una alianza con el único ejército en la zona que
podía ayudarle si finalmente los pueblos allende el Rhin decidían
cruzarlo. Eso sí, el pacto presentaba el problema de decidir dónde
se establecerían los godos. Sucintamente, Stilicho podía decirle a
los godos que se estableciesen en terrenos bajo su control, lo que le
causaría problemas con los habitantes de esas zonas del Imperio
occidental; o podía dejarles que se quedasen en la Dacia y
Macedonia, convirtiéndolos en vasallos suyos situados formalmente en
territorio del Imperio oriental. Ésta última fue la opción que
eligió finalmente, añadiendo presión a Constantinopla.
Stilicho
y Alarico pactaron, pues, que pelearían juntos contra
Constantinopla. Alarico trasladó sus tropas por el Épiro hasta la
actual Albania. Era el invierno del 406. Realizar una campaña estaba
fuera de todo plan hasta el verano del 407. Todo se reducía a
esperar.
Si no
pasaba nada raro.
Que
pasó.
En las
semanas de mayo y junio del 407, mientras los godos de Alarico
afilaban las armas, los suevos, vándalos y alanos cruzaron el Rhin y
comenzaron a hacer turismo por la Galia. Es más: es en este punto
del relato cuando deberéis recordar a Constantino III, el tipo que
venía de Britania y que había conseguido aglutinar en su derredor a
las tropas romanas establecidas en amplias regiones de la Galia. La
situación que se creó, pues, en el patio trasero de Italia,
convirtió en una locura el gesto previsto de embarcar un ejército
en el Adriático y mandarlo a los Balcanes a tomar Constantinopla.
Lejos de enviar tropas al encuentro de Alarico, Stilicho envió a un
general godo, Saro, a la Galia, a ver si conseguía tangar a
Constantino. No coló.
Llegado
el 408, Stilicho había perdido todo control de la Galia y de
Britania, y Alarico llevaba un año en el Épiro esperando su
llegada. Los godos comenzaban a pensar que Stilicho les había
engañado. En la primavera de aquel año, Alarico le envió un e-mail
a su compi yogui romano en el que le decía que, si verdaderamente
seguían siendo amigos, le apiolase cuatro mil libras de oro en cero
coma. Para dejar claro lo que podía pasar si no había pago, ordenó
moverse al ejército hacia la provincia romana de Noricum, más o
menos en la actual Austria, a tiro de lapo de Italia, pues.
A pesar
de que el Senado estaba básicamente en modo guerra, Stilicho les
convenció de que pagasen, aunque ha pasado a la Historia la
valoración que le mereció a la oposición dicha decisión: non
est ista pax sed pactio servitudis. En traducción libre: esto no
es un acuerdo de paz, es una bajada de pantalones.
Para
complicar más las cosas, el Día del Trabajo del 408, primero de
mayo pues, la cascó en Constantinopla el emperador Arcadio, dejando
la púrpura a su hijo de siete años, al que la Historia conoce como
Teodosio II. Stilicho quiso ir Constantinopla a meter mano en los
asuntos del Imperio (básicamente, destituir y/o pasarse a Teodosio
por la piedra pómez, y nombrar a su propio hijo, Euquerio), pero se
encontró con cierta oposición del emperador Honorio. De todas
formas, las cosas en la Galia se pusieron pronto feas, puesto que
Constantino III había llegado hasta Arles y amenazaba los pasos a
Italia. Los suevos, vándalos y alanos campaban por sus respetos por
la Galia, mientras que Alarico (que ya había cobrado) estaba en
Noricum, tocándoselos.
Las
tropas romanas de Italia, concentradas en Ticinum (Pavía), estaban
convencidas de que Stilicho preparaba la invasión balcánica. Pero
aquel verano les visitó el emperador Honorio y el 13 de agosto,
cuando les dijo que las órdenes eran ir a la Galia a hostiarse con
Constantino, las tropas se rebelaron y mataron a varios oficiales de
conocida inteligencia con Stilicho.
Cuando
Stilicho se vio privado de las tropas de la península que habían
sido la base de su poder, volvió la mirada a sus amigos godos
y convocó una reunión con todos ellos para diseñar una estrategia.
En el momento en que se reunieron, todavía no sabían si Honorio
había sobrevivido a la revuelta de Ticinum. Por ello, resolvieron
que, si había muerto, los godos entrarían en Italia a llevarse por
delante a los soldados relapsos; pero si había sobrevivido, harían
una operación de cirugía, ejecutando sólo a los cabecillas. Cuando
recibieran noticias de que el emperador no había sido molestado,
Stilicho se dio cuenta de que no tenía apoyos, y huyó a Rávena.
Allí se refugió en una iglesia, pero finalmente hubo de rendirse.
Lo decapitaron el 22 de agosto.
Estos
jefes godos que estuvieron con Stilicho lo eran de la tropa goda
(unos 12.000 soldados) que en su día había seguido a Radagausio, y
que cuando éste había sido vencido se alistaron en la milicia
romana como unidad específica y separada. En el resto del ejército
romano, lo probable es que no hubiese unidades godas como tal.
La
muerte de Stilicho inició una purga en toda regla en Italia. Sus
oficiales y fieles que no habían muerto en Ticinum fueron asesinados
ahora. Como lo fue Euquerio. Por supuesto, Honorio repudió a su
mujer, María. Al poder subió un general criado a los pechos de
Stilicho, Olimpio, quien sin embargo no tuvo empacho de embargar
todos los bienes de su antiguo jefe. Asimismo, una vez que se vio
nombrado magister officiorum, dio la vuelta como un calcetín
a las políticas de su antecesor, llamando a la guerra con los godos.
Mala
decisión.
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