Te recuerdo que antes de seguir leyendo te hemos recomendado que pases por una cabina de descompresión y te hemos contado el cabreo de Hindenburg que lo comenzó todo. Asimismo, te hemos contado el discurso de Von Papen en Marburgo, y la que montó.
En la pizpireta villa de Neubabelsberg, a orillas del lago Wannsee, los vecinos se encuentran a menudo con un hombre entrado en años, que pasea a menudo por sus calles. Es el general Von Schleicher, voluntariamente retirado del mundanal ruido desde la llegada del nacionalsocialismo al poder. Sin embargo, cuando ha transcurrido un año, más o menos, desde su retirada, algunas cosas comienzan a pasar. En los meses anteriores, por la casa de Schleicher apenas se ha visto entrar a viejos compañeros de armas, como Kurt von Hammerstein o Ferdinand von Bredow. La calidad de los encuentros, sin embargo, cambia de forma nada sutil. El general comienza a verse, por ejemplo, con representantes diplomáticos en Alemania, como es el caso de Rumania, o de la propia Francia. Incluso se habla de que ha podido verse con Strasser, quien, entre otras cosas, era el único jerarca nazi con el que se entendía durante sus tiempos de canciller, hasta el punto de haberse planteado incluso hacerlo ministro (algo que de Hitler no pensó en modo alguno).