Con el tiempo Libia, a causa de su dirección basada en
comités revolucionarios que negaban al Estado y, sobre todo, los caprichos y
fobias de su primer representante, acabó cayendo en la tan inesperada como en
el fondo inevitable crisis económica. A lo largo de los años ochenta, conforme
los ingresos del petróleo fueron perdiendo suelo, y no digamos ya en los
noventa, cuando a George Bush padre la jugada de la primera guerra del Golfo le
sale, en este punto, de cine, Libia comienza a verse condenada a ver colas
interminables en las tiendas de alimentos básicos y, en general, escasez. A
ello hay que unir que la reacción de los gestores del país a estos problemas,
derivados fundamentalmente de los embargos dictados desde Washington, fue tirar
de reservas, con lo que tardaron demasiado tiempo en generar consecuencias
económicas para el país.
jueves, marzo 27, 2014
miércoles, marzo 26, 2014
Libia (11)
Acabamos de decir que Gadafi acabó dándose cuenta de que lo
que tenía que hacer era ser menos revolucionario de lo que había sido hasta ese
momento. Pero no hemos dicho, exactamente, que le llevase apenas un telediario
darse cuenta de eso. De hecho, su primera reacción a los bombardeos
estadounidenses, lejos de la que apuntamos, fue perseverar en el error. Libia,
después de 1986, pasó a implicarse en el apoyo del terrorismo como no lo había
hecho nunca, hasta el final de su ominosa década de los ochenta.
lunes, marzo 24, 2014
El hombre que sabía hacer las cosas bien (3)
El 28 de enero de 1938, la edición del Pravda incluia en su primera página la foto de un hombre ya calvo y
con cierta pinta de hombre de campo: Nikita Kruschev, el hombre al cual el
Plenario del Comité Central del Partido Comunista ucraniano había elegido
primer secretario. Probablemente Leónidas Breznev no lo sabría en ese momento,
pero con aquella primera página se estaba laborando la lanzadera que, durante
un cuarto de siglo, iba a elevarlo a los eslabones superiores de la estructura
de poder de la Unión Soviética, aportándole la oportunidad de llegar a ser,
según se vea, el hombre más poderoso del mundo, o el segundo.