El 28 de enero de 1938, la edición del Pravda incluia en su primera página la foto de un hombre ya calvo y
con cierta pinta de hombre de campo: Nikita Kruschev, el hombre al cual el
Plenario del Comité Central del Partido Comunista ucraniano había elegido
primer secretario. Probablemente Leónidas Breznev no lo sabría en ese momento,
pero con aquella primera página se estaba laborando la lanzadera que, durante
un cuarto de siglo, iba a elevarlo a los eslabones superiores de la estructura
de poder de la Unión Soviética, aportándole la oportunidad de llegar a ser,
según se vea, el hombre más poderoso del mundo, o el segundo.
Sin embargo, en 1938 se puede decir con casi total seguridad
que Breznev y Kruschev no habían tenido relación alguna. El segundo de ellos
había conseguido auparse a la condición de uno de los favoritos de Iosif
Stalin. El secretario general del PCUS y dictador de la URSS lo había querido
tener bien cerca, y por eso lo había hecho jefe del partido en Moscú, donde se
había responsabilizado, entre otros actos sobresalientes, de la construcción
del muy famoso metro de la ciudad.
En enero de 1938, sin embargo, Stalin necesitaba que el
Comité Central del PCU eligiese a alguien para comandarlo, más que nada porque
tenía el pequeño problema de que el citado Comité ya no existía. La inmensa
mayoría de sus miembros había desaparecido.
Hay que explicar alguna cosa. La enorme fuerza que, en los
tiempos de la consolidación de la URSS, había tenido en Ucrania su movimiento
nacionalista, hizo que, al revés de lo que ocurría en la práctica totalidad del
resto de la URSS, en Ucrania, en realidad, el Partido Comunista local se
acercase más al concepto de una coalición entre bolcheviques y nacionalistas,
que eran los que habían conseguido pulirse tanto a los rusos blancos como a los
anarquistas, y conservaban una especie de alianza. De hecho, los socialrrevolucionarios
ucranianos, movimiento que había aglutinado buena parte de ese nacionalismo
estructurado, habían conservado hasta 1920 su propio movimiento legal, el
llamado Partido Borotbista. A lo largo de los años treinta, e incluso en 1934
tras el asesinato de Sergei Kirov y la ola de purgas que desató Stalin como
represalia, el partido ucraniano había resistido muy bien todos esos embates.
Tras la conocida como segunda gran oleada de purgas
estalinianas, en la primavera de 1937, Stalin decidió que tenía que embridar el
partido en Ucrania. Empezó por el segundo secretario del partido, Pavel
Potishev, que fue cesado entonces y fusilado en 1940. Inmediatamente después del
cese de Potishev, Stalin cesó (y también ejecutó posteriormente) al comendante
del distrito militar ucraniano, general Iona Yakir; de hecho, uno de los
primeros militares que resultó ser víctima de las paranoias del secretario
general.
Con mucha probabilidad, Moscú esperaba que la caída de
Potishev generase una serie de peleas intestinas dentro del partido en Ucrania.
Sin embargo, en su XIII Congreso, en los inicios del verano de 1937, los miembros
del partido eligieron a la vieja guardia, más ucraniana que comunista en
algunas cosas.
La respuesta de Stalin fue enviar a Ucrania a un auténtico
ejército de agentes y mandos de la NKVD, la misma organización que, por aquel
entonces, estaba preparando el asesinato a hostia limpia de Andreu Nin en
Alcalá de Henares, o donde quiera que fuese que lo forrasen. Acudimos a este
ejemplo porque viene muy al pelo para entender la labor de estos secretas.
Exactamente igual que en la España de la guerra civil hicieron todo lo posible
por convencer al bando republicano de la existencia de redes conspiratorias
fascistas de las que el POUM y otras organizaciones formarían parte, su
dedicación en el caso ucraniano se centró en sostener la tesis de que los
«enemigos del pueblo» estaban tramando algo gordo.
En agosto de aquel mismo año, Stalin envió a Kiev a una
comisión especial del Partido, de la que formaban parte Kruschev, Molotov y
Nikolai Yezhov, jefe de la NKVD. O sea, todo lo gordo. Inmediatamente, la
delegación del poder soviético comenzó a elaborar acusaciones contra la nomenklatura del partido en Ucrania por
no haber estado suficientemente vigilante. Convocaron al Comité Central local,
ante el cual Molotov se despachó con un auténtico rosario de acusaciones.
Consecuentemente, propuso una moción de censura contra Stanislav Kossior, el jefe
del partido, y sus adjuntos; incluyendo al presidente de la república, Grigory
Petrovsky, y el primer ministro, Panas Lyubchenko. La moción de censura llevaba
aparejada la expulsión del Comité. Por supuesto, insistió en que el elegido en
lugar de los ahora censurados habría de ser Kruschev.
Los ucranianos, con un par, se negaron. Como partido
político propio, dijeron no estaban obligados a cumplir las consignas de Moscú.
Siguieron días y días de arduas negociaciones.
Finalmente, Molotov, de acuerdo con Stalin, ofreció una
alternativa: el traslado de la totalidad de los 102 miembros del Comité Central
a Moscú para discutir allí la movida. El Comité ucraniano aceptó, con la única
excepción de Lyubchenko, que votó en contra; y no sólo votó en contra: en
cuanto se dio cuenta de que había perdido, se suicidó.
Un tren especial trasladó al Comité Central del Partido
Comunista de Ucrania a Moscú el 2 de septiembre de 1937. Eran 101 hombres, de
los cuales tan sólo tres no desaparecerían en las semanas siguientes. En
puridad, el único superviviente de aquella purga fue Grigory Petrovsky.
Nada más desaparecer el Partido Comunista Ucraniano en Pleno
en el agujero negro de Moscú, comenzó la
purga en todos los escalones inferiores: las jefaturas de partido de provincia,
de distrito, de ciudad, de barrio incluso. Algunos, incluso, fueron purgados
antes de que la prensa hubiera podido publicar su nombramiento, o sus nombres
rotulados en las puertas de sus despachos. Sin embargo, Breznev no tuvo que
temer nada, porque estaba bajo la protección de Demian Sergueyevitch
Korotchenko, líder del partido en Dnepropretovsk y muy cercano a Kruschev.
Korotchenko habría de proteger al Cejas, y éste bien que se lo pagaría, porque
moriría en 1969 bien situado dentro de la elite gobernante soviética.
Esta es la razón de que en enero de 1938 Kruschev tuviese
que desembarcar en el Partido Comunista Ucraniano, para el cual no tenía
cuadros ni de segunda fila: los habían matado a todos. Se llevó de Moscú a un ex
chequista, Mihail Burmistenko, para que le echase una mano, pero ésa era casi
toda la ayuda con que contaba. Cuatro meses después de haber sido nombrado,
Kruschev promovió a más de 1.600 cuadros del Partido a puestos más elevados que
habían quedado vacantes por las purgas.
Fue el caso de Leo. En mayo de 1938, Breznev fue transferido
a Dnepropretovsk, la capital del distrito, donde fue nombrado jefe del
departamento provincial de ideología y adoctrinación. Un año después, cuando se
creó el cargo de jefe provincial de propaganda, lo ocupó. Esto lo convertía en
el quinto hombre más poderoso en el partido comunista de la segunda república
más importante de la URSS, después de la propia Rusia; y, en ese momento, la
más industrializada.
Además, esto lo convertía en un kruschevista acérrimo. Desde
su oficina situada en la esquina entre la Pushkinska Prospekt y la Polevaya Ulitsa
de Dnepropretovsk, Breznev ya no tenía que reportar a Korotchenko, pero sí a
Semion Borisovicht Zadiochenko, otro cuadro del partido traído de Moscú, más
concretamente del distrito Baumanski, donde Kruschev había hecho toda su
carrera política hasta entonces. Por lo tanto, estaba estrechamente vigilado
por el nuevo secretario general, a pesar de que su segundo secretario del
partido fuese un extraño caso de ucraniano superviviente a las purgas: Leónidas
Romanovitch Korniets. Un auténtico superviviente Korniets, pues logró
sobrevivir a Stalin como presidente de Ucrania y luego, en Moscú, como
ministro, incluso a Kruschev.
Tras la salida de Korniets del partido para ocupar el puesto
más bien simbólico de presidente de la república ucraniana, llegó al partido
Iván Samoylovitch Grushetski, como uno de los secretarios del partido
Dnepropretovsk. En 1972, Breznev habría de permitir, si no impulsar, la
ascensión de Grushetski a miembro del Politburó del Partido en Ucrania.
Además, hay que recordar a dos de los compadres de Breznev
en la academia metalúrgica: Pavel Nikitovitch Alferov y Konstantin Stepanovitch
Grushevoi. Alferov fue nombrado jefe del partido en la ciudad de
Dneprodzerzhinsk, y fue sustituido un año después por Grushevoi. En 1939,
Grushevoi fue nombrado segundo secretario del partido en Dnepropretovsk, lo que
lo convirtió, automáticamente, en superior de Breznev.
Asimismo, en el mismo tiempo en que Breznev era nombrado
responsable de propaganda, otro amigo de la academia metalúrgica, Nicolai
Anisimovitch Shelokov, fue nombrado alcalde de Dnepropretovsk. Shelokov y
Breznev se hicieron íntimos y, de hecho, el segundo de ellos, cuando llegó al
poder, lo nombró ministro del interior y lo llevó a vivir el mismo edificio de
Kutuzovski Prospekt donde vivía él mismo (y, por cierto, Yuri Andropov).
En distrito vecino al de Breznev, Zaporozhe, otro futuro
amigo del futuro secretario general, Andrei Pavlovitch Kirilenko, fue nombrado
segundo secretario del Comité Central. Durante la reconstrucción de la zona
tras la guerra, Kirilenko se ganó la confianza de Breznev, quien se lo acabaría
llevando a Moscú con él.
En estos y otros nombres que podríamos citar está lo
esencial de una cosa que hoy ya casi no se recuerda, pero que en su momento fue
una de las organizaciones políticas más importantes del mundo: la conocida como
Mafia del Dnieper, esto es el grupo
de jerifaltes comunistas, la mayoría de ellos ucranianos de origen, que
formaron la guardia pretoriana, primero de Nikita Kruschev y luego, con éste
fue devorado por su hijo, de éste, es decir Leónidas Ilych Breznev.
¿Cuáles fueron las labores de Leo al frente de su flamante
departamento de Propaganda? La principal de ellas, sin duda, fue coordinar la
política de rusificación de Ucrania, que siguió al decreto de 1938 por el cual el
ruso se hizo obligatorio en el sistema educativo, además del idioma oficial de
la administración y del Partido.
Estas responsabilidades se acabaron extinguiendo en el
vestíbulo del inicio de la guerra mundial para la URSS. Tras el armisticio con
Finlandia, en abril de 1940, el Soviet Supremo de la URSS votó y aprobó un
aumento sideral en el presupuesto de defensa. Stalin ordenó inmediatamente que
diversas factorías fuesen recicladas en fábricas de armas. El Partido fue
reorganizado para nombrar responsables de temas militares en todos sus niveles.
Breznev fue designado para esta responsabilidad en el distrito de
Dnepropretovsk.
Como Leónidas era el hombre que todo lo sabía hacer bien, su
labor en esta materia fue muy buena, tanto antes como después de que las tropas
alemanas cruzasen la frontera de la URSS. En menos de un mes, el distrito de
Dnepropretovs había reclutado casi cinco divisiones de combatientes, lo cual
hay que reconocer que tiene mucho mérito. Se hizo famosa una medida tomada por
Breznev, absolutamente revolucionaria en un lugar como Ucrania, de tirar todo
el vodka de la ciudad por las alcantarillas para evitar el alcoholismo. Aunque
también hay que reconocer que, con el final de la URSS, investigadores bien
documentados como Dimitri Volkogonov han desenterrado informes de aquellos
tiempos que retratan precisamente a Breznev como un borrachuzo bastante
ineficiente en su labor como comisario ideológico de las tropas.
Escoja el lector la versión que más le guste.
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