Digámoslo claro: de todos los líderes que tuvo la Unión Soviética, con la
única excepción de Mijail Gorvachov que es, por muchas razones, especial,
Leónidas Breznev es el único que fue consciente de las oportunidades que la
modernidad le ofrecía para realzar su liderazgo y salir del pozo en el que
había caído por segunda vez.
Los líderes comunistas de la Unión Soviética, es cosa sabida, despreciaban
los avances de Occidente y, para cuando se daban cuenta de que les podían ser
útiles, trataban malamente de imitarlos. Lenin, que ha sido tenido por sus
seguidores como un visionario que se dio cuenta de muchas cosas que los demás
ni olían, no llegó a entender el papel de los medios de comunicación. Stalin
menos aun, puesto que su punto de vista notablemente autoritario no los
necesitaba, como no fuera para servirle a él mismo de caja de resonancia.
Kruschev adivinó bastante el asunto, aunque probablemente sus actuaciones más
mediáticas (el famoso gesto del zapato, por ejemplo) fueron más fruto de la
casualidad que otra cosa.
Breznev, sin embargo, era diferente. Como buen vividor, por mucho que su
discurso oficial despreciase los oropeles de Occidente, muchos de ellos le
molaban mucho. Además, políticamente iba a ser hijo de los sesenta; una década
que comenzó con la eclosión de la imagen política televisiva con el célebre
debate electoral entre John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon. Así pues,
cuando fue elevado a los altares de la mierda, no se arredró. En primer lugar,
se las arregló para rodearse de personas muy competentes. A Gregory Tsukanov,
su viejo amigo de Kamenskoye, se lo trajo desde el Comité Central al edificio
del Soviet Supremo. También rescató a Chernenko y, como nueva adquisición,
atrajo a un joven diplomático especialista en asuntos alemanes, Andre
Alexandrov-Argentov, que con los años sería conocido como el Kissinger de
Breznev.
A partir de ahí, como digo, Leónidas comenzó a explotar un activo inherente
a su puesto que, sin embargo, había sido preterido por sus antecesores: el
hecho de que, por definición, el presidente de la URSS era, después del
secretario general del partido, la persona con más y más dilatadas apariciones
en los medios, el que siempre estaba en los aeropuertos para recibir a los
mandatarios extranjeros, etc. Como presidente de la URSS, además, en apenas
tres años hizo quince viajes al extranjero: Marruecos, Ghana, Guinea, Sudán,
Irán, India, Afganistán, Finlandia, Yugoslavia, Hungría, Polonia, Rumania,
Bulgaria, Checoslovaquia, República Democrática Alemana… Incluso tuvo la suerte
de ser el centro de un conflicto internacional cuando, el 9 de febrero de 1961,
su avión fue disparado por dos veces por un caza francés cuando volaba cerca de
Argelia.
Paralelamente, como una consecuencia lógica del juego de generaciones
políticas que se va produciendo con el tiempo, los amigos de Breznev ganaban
peso en el Comité Central. En aquellos años, de hecho, varios importantes
mandos del Ejército Rojo fueron promovidos al CC, lo cual no podía por menos
que favorecer a Breznev. Uno de esos promovidos fue su mejor amigo en la
milicia, el mariscal Grechko, para entonces jefe de las fuerzas del Pacto de
Varsovia. Pero la lista es larga: el mariscal Grochkov, Iván Grushetsky,
Benjamín Dymshits, Ignati Novikov, Nikolai Tikhonov, Lev Smirnov… Y también
civiles, como Nikita Tolubeyev, entonces jefe del Partido en el distrito de
Dnepropretovsk que prácticamente había visto «nacer» a Breznev; Iván Yunak,
también ligado a dicho distrito; o Vladimir Schervitsky. A esta lista cabe
añadir los ya inquilinos del Comité Kirilenko, Kunayev o Yenyutin. Sin embargo,
también hubo sus menos, puesto que tanto Korotchenko (ahora un firme aliado de
Breznev) como Kirilenko fueron eliminados del Presidium. Kirilenko, de hecho,
fue cesado para dejar sitio a un protegido de Frol Kozlov, Iván Spiridonov.
Frol Kozlov, de hecho, iba a por Breznev. Y, por eso, una de las primeras
cosas a las que se aplicó fue a destruir la compleja trabaja de apoyos que
tenía el ruso «en provincias». Empezó por Moldavia, y en mayo de 1962 consiguió
el cese como viceprimer ministro de Nikolai Shelokov. Acto seguido, aprovechó
la mala cosecha en Kazajstán para convocar, en diciembre del mismo año, una
sesión especial del Comité Central del Partido en dicha república; sesión que
terminó con el cese de Konayev y su sustitución por uno de sus hombres: Ismail
Yusupov.
Como ya hemos dicho, Frol Kozlov sufrió un ictus en abril de 1963 que lo
dejó seco y fuera de combate. Pero eso no quiere decir exactamente que el
partido competidor con Breznev desapareciese. En realidad, buena parte de los
hombres de Kozlov se reciclaron con mucha rapidez en hombre de Nikolai
Podgorny. De hecho, Podgorny, que en 1963 tenía un importante peón situado en
la persona de Vitaly Titov, jefe de la Sección de Cuadros del Comité Central, maniobró
con rapidez tras el ataque para convertir toda la estructura que Kozlov había
montado en la república en algo que le fuese útil a él, y después continuó en
otros lugares de la URSS. A Breznev le costaría más de un año, cuando llegó a
la secretaría general, deshacerse de Titov. Y siete, que se dice pronto,
recuperar el control en Kazajstán.
Estaba en estas la lucha de Breznev, cuando le acabó llegando la
oportunidad de apostar fuerte. De jugar la Champions League del poder
soviético.
Para entender esta oportunidad, será necesario explicar por qué el poder de
Nikita Kruschev se estaba debilitando.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario