En el verano de 1941, inmediatamente después de la invasión
alemana de la Unión Soviética, Leónidas Illych Breznev entró en
la elite del ejército de Stalin, los que ya Trotsky había llamado
los samuráis comunistas, tras ser nombrado jefe adjunto de
administración del Grupo de Ejércitos del Sur, con grado de
teniente coronel. Su jefe era Leónidas Korniets, que había sido
segundo secretario del partido en el distrito de Dnepropretovsk.
Menos de un año después, Breznev fue ascendido a coronel y nombrado
comisario político jefe del 18 Ejército, sustituyendo a otro amigo
suyo, Kirilenko, que había sido llamado a Moscú para supervisar la
producción de aviones. Al final de la guerra le llegaría el rango
de general y el nombramiento como jefe del directorio político del
IV Grupo de Ejércitos de Ucrania.
Todos estos nombramientos y misiones fueron fundamentales para
Breznev en lo que sería su vida política. Fue en los años de la
segunda guerra mundial, efectivamente, cuando el ingeniero
metalúrgico que también sabía de temas agrícolas se convirtió,
además, en interlocutor común de los mandos militares,
especialmente de los que entonces estaban en la mitad de la escala.
Se da la circunstancia de que estos contactos, que pudieron parecer
modestos en su tiempo, se revelaron extremadamente útiles con el
tiempo, dada la afición de Iosif Stalin a purgar los escalones más
elevados del ejército. Aquella generación de militares todavía
jóvenes acabaría petando los rangos militares soviéticos en los
años de Kruschev y de Breznev, básicamente por incomparecencia de
la generación anterior. Muchos de ellos conocían a Breznev incluso
mejor que a Kruschev y, además, en materias militares lo habían
moldeado un poco a su gusto, por lo que le preferían a él cien
veces respecto de su jefe.
En su etapa en el 18 Ejército fue cuando Breznev conoció a un
hombre fundamental en su carrera política (aunque lo mismo se podría
decir de él y de Breznev): el mariscal Andrei Grechko; que, no por
casualidad, terminaría siendo el ministro de Defensa en la etapa de
Breznev como secretario general del PCUS.
A finales del verano de 1943, Breznev se encontraba con el 18
Ejército en el asalto a Novossysk y Taman, pero en noviembre fue
fulminantemente trasladado al Dnieper, donde se integró en el IV
Grupo de Ejércitos de Ucrania, al mando militar del general Nikolai
Vatunin y político de Nikita Kruschev.
Algunas semanas antes, el Ejército Rojo había conseguido cruzar
el Dnieper, tomando a los alemanes poblaciones tales como Kiev,
Dnepropretovsk, o Dneprozerzhinsk. El 15 de noviembre, el Grupo de
Ejércitos del Sur alemán, al mano del mariscal de campo Erich von
Manstein, realizó un contraataque que recuperó la población de
Zitomir y amenazó Kiev, así como las cabezas de puente de
Dnepropretovsk y Dneprozerzhinsk. El 18 Ejército fue enviado al
norte, a la península de Taman, para realizar desde allí una
contra-contraofensiva.
El avance del 18 Ejército llegó hasta los Cárpatos, penetrando
incluso en Checoslovaquia. Fue tras esta penetración cuando Breznev
conoció a Ludwig Svovoda, que habría de ser presidente del país
satélite y que, de hecho, tantos problemas le acabaría dando por su
manía de mostrar una honradez política a prueba de bombas y de
amenazas. En todo caso, en el verano de 1968, cuando Leónidas
Breznev viajó a Checoslovaquia en medio de los conflictos creados
por la primavera de Praga, tuvo el gesto, poco habitual en él, de
hacer una visita privada al cementerio de la ciudad, para presentar
sus respetos a las tumbas de sus camaradas muertos en aquellos días.
Tras los muchos éxitos del 18 Ejército de la Unión Soviética
(que fue, de hecho, la última unidad militar que estuvo en guerra,
pues todavía se enfrentó con el mariscal de campo Ferdinand
Schoerner días después de firmada la capitulación de Reims), Iosif
Stalin, y su principal asesor militar Sergei Shtemenko, decidieron,
de camino hacia la conferencia de Teherán, transferir a Breznev al
IV Grupo.
El 24 de junio de 1945, en la Plaza Roja de Moscú, Stalin
organizó un desfile militar monstruo en conmemoración de la
victoria final sobre Alemania. Uno de los Grupos de Ejército que
desfiló aquel día fue el IV Grupo de Ejércitos Ucraniano; y uno de
los cuatro generales que comandaba la tropa era Leónidas Illych
Breznev. Si el secretario general del PCUS, cuando lo vio pasar
frente a él subido a su vehículo, pudo pensar que algún día aquel
tipo con pinta de pastor ocuparía el lugar donde estaba él y que,
sin haber ganado ni perdido jamás una guerra, portaría en su
guerrera bastantes más condecoraciones que él mismo, no lo sabemos.
Stalin nunca le decía a nadie lo que pensaba.
Llegada la paz, Breznev se convirtió en uno de los hombres de
Nikita Kruschev, que había retornado a su puesto de secretario
general del partido en Ucrania, además de nombrarse, básicamente,
primer ministro. Kruschev nombró a Breznev comisario político del
distrito militar ucranio-carpático, con sede en Lvov. El jefe
militar de aquel distrito era el general Andrei Yeremenko, que había
sido el último comandante militar del IV Grupo de Ejércitos de
Ucrania en la guerra. Como jefe del partido, Breznev se encontró a
otro viejo amigo de las riberas del Dnieper: Iván Grushetsky.
Escondidas, probablemente for good, bajo toneladas de
literatura oficial que, durante décadas, fue elaborada en la URSS,
se han de encontrar las putaditas, putadas y putadones que, con
bastante seguridad, hubo de cometer, permitir, alentar y, sobre todo,
ordenar Leónidas durante aquellos años. El área ucranio-carpática
incluía dos territorios que, en puridad, no eran de la Unión
Soviética: Rutenia, «amablemente cedida» por Checoslovaquia en
1945; y la Bukovina septentrional, que había sido apiolada a los
rumanos en beneficio de los ucranianos. En ambas áreas hubo que
realizar una política de sovietización y de lucha contra los
partisanos contrarios al orden de cosas de la que, como digo, poco o
nada se sabe, entre otras cosas porque los que normalmente buscan
este tipo de atrocidades en la Historia nunca se han sentido muy
atraídos por investigar las propaladas por el estalinismo. En
cualquier caso, cualquiera que sepa algo de comunismo sabe que en una
región donde se está practicando la represión no se perpetra ni un
pellizco de monja sin que lo sepa el comisario político; y ése era
Leónidas Illych Breznev. El hombre que todo lo sabía hacer bien;
por ejemplo, repartir hostias como panes.
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