lunes, agosto 28, 2023

Los evangelios (1): Marcos, o el evangelio de masa fina

Marcos, el evangelio de masa fina
Mateo, el evangelio 2 sobre 3
Lucas, christians go multinational
Juan, el evangelio de las preguntas incómodas

Los artículos emplazados en los inicios del cristianismo no son novedad en este blog. Tampoco lo son las introducciones en el tema de las que son las escrituras sagradas de esta religión. Alguna vez, ciertamente, alguno de los artículos que he elaborado ha sido considerado, en los comentarios, como excesivamente particularista, aparentemente fuera del tono del resto del blog. Esto ha hecho que, a menudo, cuando me haya surgido la idea de escribir alguna cosa más en la misma dirección, finalmente haya decidido cortar el rollo y dejarlo. No es que me preocupe mucho perder lectores, pues ésta es una casa en la que se entra y de la que se sale cuando a cada uno le peta (suelo decir que mi blog es como Hotel California, pero con puerta de atrás) y, dado que mi actividad es completamente gratuita, no hay nada relevante que pueda estar en peligro, por así decirlo. Pero digamos que soy consciente de que me pierde la exégesis; de hecho, creo que si hubiese nacido millonario y, consiguientemente, sin necesidad de trabajar para vivir, creo que habría estudiado lenguas clásicas, hebreo y arameo, y me habría dedicado al estudio de las primeras escrituras. Pero, claro, soy consciente de que ésa es una afición bastante elitista, máxime en una sociedad como la actual, en la que entre los lectores que pueda tener este blog de menos de, digamos, 45 años, el porcentaje de aquéllos con nula educación religiosa (y, consiguientemente, tenue interés por el tema) no lo estimo baladí. Todas estas razones me han llevado a autocensurarme varias veces. Pero escribo estas notas desde mi habitación particular (lo que mi mujer y yo conocemos, ampulosamente, como “mi despacho”) en mi apartamento de verano, allá en la costa de Lugo. Son momentos expansivos. En los últimos diez días, he escrito treinta páginas sobre la corrupción en el franquismo, y otras treinta sobre la peripecia de los franceses en Indochina antes de la segunda guerra mundial. Y quería eso que llamo “descansar”; que no es dejar de escribir (eso no sé hacerlo), sino hacerlo sobre algo que me relaje. Y ese algo, ya lo siento, es la exégesis. Aunque no te lo creas, hay gente más rara que yo; yo mismo conozco un par.

Así que hoy inicio una labor que algún día, espero, terminaré, que es escribir unas notas sobre los cuatro evangelios, uno a uno. O, para ser más exactos, una serie sobre el evangelio tetramorfo, puesto que así lo considera la doctrina católica: una sola historia que adopta cuatro formas distintas pero es, en esencia, la misma historia. Y voy a comenzar por el principio, es decir, por el evangelio que todo el mundo considera como el primero: el conocido como de Marcos. Que es, además, mi preferido. Fue mi preferido como católico, y lo siguió siendo después.

El evangelio de Marcos ha tenido que nadar mucho para llegar a la superficie. Se conoce desde el inicio del cristianismo (bueno; desde que el cristianismo dispone de evangelios, para ser más exactos, que no es, exactamente, el inicio de la creencia). Sin embargo, a pesar de ser conocido, no era bien valorado. Muchos fieles, y muchas iglesias, han preferido los llamados evangelios de Lucas y Mateo, que se entiende que cuentan la misma historia y de forma muy parecida (por eso estos tres evangelios se conocen como sinópticos; si te interesan las teorías sobre las relaciones entre ellos, puedes leer alguna que otra cosa en el artículo ya mentado). La razón es que Lucas y Mateo básicamente contienen casi todo lo que cuenta Marcos, más alguna que otra cosa. Se consideran, en este sentido, relatos más completos. Aunque habrá quien diga: también más viciados.

Éste es un punto, probablemente, en el que los fieles y los exégetas tienen intereses distintos. Para los fieles, son mejores los evangelios más hechos, más cuajados; por eso, entre creyentes y, sobre todo, sacerdotes, yo diría que la superioridad del evangelio de Juan, el no sinóptico, está fuera de toda duda. Sin embargo, yo creo que, para los estudiosos, Marcos es el que más interesa. Y son varias las razones. La primera es que es el más antiguo, y eso siempre otorga un mayor valor. La segunda es que, siendo el más antiguo, es el primero que aborda una labor que no es nada fácil, que es construir un relato a partir de materiales que no lo son, que no conforman un relato. En este sentido, Marcos es un literato, un novelista; alguien capaz de tomar materiales dispersos, en ocasiones contradictorios, y construir con todos ellos un relato razonablemente lógico de la vida de Jesús, el personaje de referencia de los cristianos (Hijo de Dios para unos, profeta para otros, Mesías...) Marcos es la primera persona que sepamos que decide ficcionar la vida de Jesús. Para hacerlo, lógicamente ha de tener, de partida, una concepción teológica: una idea sobre quién fue Jesús, cuál fue su misión, y cómo le dio cumplimiento. Esto hace su texto enormemente interesante, puesto que dos de sus compañeros (Lucas y Mateo), en cierto sentido, aunque no completamente, viven de sus rentas.

En este sentido, el evangelio de Marcos es un evangelio, por así decirlo, de masa fina. El relato de la vida de Jesús suele ser una pizza; y de esa pizza, la masa es siempre Marcos. Mateo y Lucas son también pizzas, aunque con otros ingredientes; y luego está Juan, que también está hecho con pan de pizza, pero ya es un panino; es otra cosa.

¿Cómo se hizo el evangelio de Marcos? Esta pregunta tiene muchas respuestas, porque estamos, como siempre en los hechos de las edades antiguas, en el terreno de la conjetura. Lo que es probable, o al menos yo lo tengo por probable, es que Marcos sea, como he dicho, el primer escritor que se sienta en su pupitre para componer una biografía de Jesús. Y lo hace para superar la situación de su tiempo y anterior, en la cual los fieles cristianos han ido viviendo de tradiciones orales, en ocasiones recogidas por escrito (pero para ser leídas en alto, no como libros, por así decirlo) y algunas composiciones parciales de la vida del Maestro, notablemente su pasión y muerte. De hecho, son muchos los estudiosos que consideran que, en los primeros tiempos del cristianismo, el único relato factual que los creyentes tenían más o menos claro en sus detalles era el relato de la pasión y muerte en la cruz de su Mesías. De hecho, esta conexión de hechos: la cena pascual, el posterior prendimiento, juicio y ejecución de Jesús, es lo único que Pablo de Tarso parece saber de su vida. Y es lo que hace que, para algunos estudiosos, los evangelios no sean otra cosa que el relato de la pasión, alargada “hacia atrás” en la vida de Jesús con detalles “cosidos” en un relato.

Lo que Marcos hizo, pues, fue, básicamente, compilar las tradiciones sobre Jesús anteriores y contemporáneas a su tiempo, y convertirlas en una novela corta. Hay dos cosas fundamentales que no sabemos: la primera, la lista y contenido completos de las tradiciones que usó; la segunda, el contenido concreto de la versión de Marcos que escribió el propio Marcos. Porque uno de los problemas que tiene este evangelio es que, al ser la primera aproximación seria y exitosa al objetivo de escribir la vida de Jesús, tuvo un cierto éxito inmediato, que lo llevó a difundirse más allá del área donde fuese escrito e hizo que, en esa difusión, experimentase adiciones de otros autores.

Estas adiciones son en ocasiones muy importantes. En términos generales, ya volveremos a esto, el evangelio de Marcos es el relato de la vida de Jesús menos “chulesco”, en el sentido de teñido del tono de quien está contando la vida del Hijo de Dios y, por lo tanto, lejos de querer esconder lo que cuenta, lo pregona a los cuatro vientos. Marcos, hijo de su tiempo (como digo, ya volveremos a esto), escribe un texto para creyentes, pero no para el mundo mundial; y, consiguientemente, no le importa introducir en el texto elementos de secretismo. Inicialmente, el relato de la vida de Jesús terminaba en Mc 16:8, es decir, en el momento en el que las mujeres que han descubierto el sepulcro vacío de Jesús huyen del lugar y deciden callar y no contárselo a nadie “por miedo”. Es un final, como digo, bastante coherente con muchas cosas que se refieren en el evangelio; notablemente, las llamadas de Jesús a ocultar los milagros que realiza.

El evangelio que conocemos, sin embargo, continúa con los versículos 9 y siguientes, en los que Jesús se le aparece a María Magdalena, luego a los apóstoles, luego les conmina a difundir su palabra y ya, después, coge el ascensor. En otras palabras, lo que inicialmente es una resurrección “para iniciados” y sin apariciones posteriores, se convierte en una especie de corta segunda vida de Jesús en la Tierra, antes de marcharse con su Padre, en la que establece las bases de su proselitismo. Un cambio tan relevante nos da la pista de que las modificaciones en el texto original de Marcos podrían ser también relevantes en otros puntos.

El evangelio de Marcos se compone de sucesos concretos en circunstancias concretas que son descritos con cierto nivel de detalle, combinados con otros momentos en los que lo único que hace el autor es referirse a acciones de Jesús en términos genéricos. Todo esto ha hecho pensar a los expertos que el texto es un hábil retal de materiales dispersos que serían comúnmente utilizados por los primeros cristianos desde mediados del siglo I, que fueron tomando cuerpo en el siglo siguiente (sin ir más lejos, la extensión del relato de la Pasión se produjo en este segundo siglo de la era). Para construir su relato, es muy posible que contase con un esquema de la vida de Jesús que le fuese bien conocido, pues hay elementos en Hechos que nos hacen pensar que, sobre todo, Pedro, en sus predicaciones, utilizaba un relato por etapas de la vida de su Maestro.

De esta manera, la labor fundamental que realizó Marcos como escritor fue abrochar el relato de la vida de Jesús anterior a su pasión y muerte, construido como digo a través de tradiciones de transmisión oral fundamentalmente; con el relato en sí de la Pasión, que se considera estaba bastante más cuajado. Ésta es la razón de que introdujese en la primera parte detalles de lo que podríamos denominar “profecía autocumplida”; es decir: el escritor, sabiendo que va a terminar por contar el sacrificio y muerte del personaje, introduce en el relato de su vida elementos que anuncian dicha circunstancia. Así, en Mc 3:6, los fariseos y los herodianos, después de que Jesús les ha arreado un zasca en la sinagoga (el episodio del hombre de la mano seca), se confabulan, dice Marcos, para matarlo.

Uno de los misterios de este evangelio es por qué Marcos lo inicia en la vida adulta de Jesús. Efectivamente, la biografía que él comienza de Jesús empieza a dos telediarios de su muerte. Esto puede tener varias explicaciones. La primera es la dificultad intrínseca de ser el primer biógrafo de Jesús. Marcos escribe su evangelio en griego, un griego probablemente siríaco como veremos, y eso hace pensar que podría ser alguien de formación helenística, quizás incluso muy sólida. Como intelectual helenístico, tenía que saber que las biografías de su época tendían a ser hagiografías que comenzaban siempre con una información precisa de los orígenes e infancia del personaje, indicativos de su valor desde la cuna. Marcos sabía que Jesús había nacido en Nazaret (lo dice en 1:9) y conocía los nombres de su madre y sus hermanos (1:14-70); pero, como digo, su relato no comienza con la infancia de Jesús, a pesar de que, si hemos de creer en su conjunto al tetramorfo, fueron unos tiempos durante los cuales pasaron cosas muy singulares y dignas de interés. Podría ser, como digo, porque no encontró la manera de crear una biografía al estilo helenístico, en la que poder establecer la grandeza del personaje desde que era el humilde hijo de un carpintero.

La otra razón está, en el fondo, ligada a la anterior. Tal vez no es que Marcos no pueda escribir la hagiografía del hombre Jesús, sino que no quiera. Aquí entra en juego el hondo significado teológico que yo creo que tiene su texto. El evangelio de Marcos nos cuenta una vida, la de Jesús, que se desarrolla según un plan de Dios. Todo en esa vida pasa porque tiene que pasar, porque Dios quiere que pase; también la muerte y, por supuesto, la resurrección. Marcos se resiste a escribir la biografía al uso de un gran hombre porque el mensaje que quiere transmitir es que aquél no es un gran hombre; toda su grandeza es la grandeza de Su Padre, que es El Señor. De alguna manera, intenta explicarle a sus lectores que no están ante un Superhéroe, sino ante el instrumento del único Superhéroe (Dios). En los siglos por venir, esta discusión: si Jesús fue Batman, o fue Robin, será la gran discusión en el seno dela Iglesia; y no serán pocos los robinólogos que echarán mano, precisamente, de Marcos para sustentar sus creencias. Como digo, no va a ser casualidad que, en los siglos por venir, muchos de los heterodoxos que reaccionen ante la divinización de Jesús, que nieguen la comunión esencial entre Padre e Hijo, se inspiren en Marcos.

En todo caso: ¿quién era Marcos? El principal problema a la hora de contestar a esta pregunta es que el testimonio más antiguo que tenemos que la contesta, en realidad la contesta, o yo creo que la contesta, de una forma deliberadamente errónea. Se trata de la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea, obra en la se cita a Papías, obispo de Hierápolis, diciendo que Marcos había sido “el intérprete de Pedro”, y que escribió cuanto recordaba de lo que el Señor había hecho o dicho “con cuidado, aunque no con orden”. Papías informa de que Marcos no pudo escribir lo que recordaba porque nunca conoció a Jesús, pero que, como luego curró con Pedro, fue escuchándole cuando fue conociendo lo que luego escribió. Como elemento que vendría a confirmar esta identidad está el hecho de que Pedro, en la salutación final de su primera carta, se refiere a sí mismo y luego escribe: “también os saluda Marcos, mi hijo”. Ireneo también informa de que Marcos era el intérprete de Pedro, y Orígenes también afirma que fue el primer apóstol quien lo instruyó para escribir el evangelio.

Epidérmicamente hablando, pues, da la impresión de que está bastante claro que Marcos era un discípulo de Pedro. Pero hay varias cosas que no cuadran con esta idea. La primera y fundamental de ellas, que, aunque evidentemente Cephas no sale malparado en ninguno de los evangelios, en el de Marcos es donde su posición es, digamos, más mierdecilla. Esto, en realidad, no es monopolio de Pedro; en realidad, lo que muestra el evangelio de Marcos es cierta hostilidad hacia los doce apóstoles que, no se olvide, en el texto acaban abandonando a Jesús y en algunas ocasiones no le entienden. De hecho, en el evangelio de Marcos, los que podríamos llamar personajes secundarios a menudo tienen actuaciones de mayor valor que la de los seguidores “oficiales” del Maestro, como demuestran detalles como que el resucitado, antes de aparecerse a su team, decida hacerlo ante María Magdalena. Mateo, en su evangelio posterior que, entre otras cosas, será una campaña de prensa para mejorar la imagen de Pedro, algo malparada en Marcos, se referirá  a tradiciones y anécdotas sobre el primer discípulo que Marcos no recoge en su texto; lo cual viene a apuntar que o bien las desconocía (cosa difícil si eran uña y carne), o bien no las quiso contar (de nuevo, algo difícil si se llevaban bien). De ahí que quepa pensar que Marcos y Pedro, aunque se conocieran, tal vez no eran los mejores amigos del mundo.

Hechos nos habla de un tal Juan Marcos, de quien Pedro habría sido huésped, y que habría acompañado a Pablo y a Barnabás en su primer viaje apostólico, habría montado la querella entre ambos y, una vez producida, se habría ido con Barnabás. Hay, pues, un relato que nos dibuja a un Marcos anti paulino; pero, ojo, Pablo, en varias de sus cartas, habla de un tal Marcos que estaría entre sus discípulos más estrechos (Colosenses 4:10 o la segunda carta a Timoteo, 4:11).

El mayor argumento en contra de la idea de que Marcos fue un adjunto de Pedro está, creo yo, en su escatología. La concepción teológica del evangelio de Marcos, que personalmente es la que considero más esencialmente cristiana (lejos del planteamiento básico católico, que me parece más bien juanino), se basa, como he dicho, en la idea de que Jesús no hizo, con su vida y con su muerte, sino cumplir el plan de Dios. En realidad, esta idea es también muy consistente con el momento social y político en que el evangelio fue escrito (cosa que veremos un poco más abajo); pero, asimismo, más que acercarlo a Pedro, a quien lo acerca, es a Pablo. Esta cercanía a Pablo, para mí se hace absolutamente evidente en el capítulo 7, en el que Jesús se enfrenta a los fariseos que critican a los que están comiendo pan con manos impuras. Marcos hace pronunciar a Jesús una hermosísima frase de hondo significado paulino: “Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre”. Este concepto, aparentemente inocuo, es fundamental: viene a decirnos que no existen alimentos puros ni impuros. Que el mundo no es kosher, ni halal, ni nada. Todos los alimentos son puros, y es un mensaje tan revolucionario que, en el mismo capítulo, ni siquiera los apóstoles lo entienden (de nuevo, ese tono que hay en todo Marcos, un punto antiapostólico).

Mi idea, pues, es que la atribución de una relación estrecha entre Marcos y Pedro es un hecho posterior que se hizo, quizás, para reparar una avería estructural existente en su evangelio: había sido escrito por un personaje secundario de la cristiandad. Siendo un intérprete de Pedro, el evangelio tenía un origen apostólico.

Acerca del lugar donde fue escrito el evangelio, muchos estudiosos han apostado por Roma. Esta teoría sería muy consistente con la vinculación de Marcos con Pedro (aunque también con Pablo). A favor de esta teoría se han esgrimido elementos como que en el texto, que como os he dicho está escrito en griego, se introduzcan expresiones literales en arameo con indicación del significado (vedlo, por ejemplo, en Mc 5:41); así como la abundante presencia de palabras literales en latín. Por último, también se ha resaltado el hecho de que Marcos se ocupe de explicar algunas costumbres judías, como la de los fariseos de lavarse las manos y los utensilios para comer (Mc 7:3 y ss). Estos argumentos, sin embargo, son un tanto febles. Que Marcos explique expresiones arameas no demuestra nada más que su evangelio no fue escrito en lugares donde el arameo era la lengua común; es decir, casi en cualquier punto del Mediterráneo oriental. La presencia de latinismos se debe, probablemente, a que el latín era la lengua del Imperio romano. Alguien como Marcos hablaba de legio o de praetor de la misma manera que nosotros hablamos de brainstorming y sociedad holding. En cuanto a la explicación de las costumbres judías, de nuevo, no demuestra otra cosa que algunos de los lectores que Marcos esperaba tener ni eran judíos ni tenían contacto con su cultura y costumbres.

La hipótesis que parece más sólida es que el evangelio de Marcos fue escrito en alguna zona de la actual Siria cercana a Palestina; muy probablemente en Tiro o Sidón, las únicas dos ciudades, además de Jerusalén, que se citan en Marcos (a pesar que, como sabemos por textos como el llamado documento Q, la predicación en tiempos de Jesús no llegó tan lejos).

Marcos es, de todos los evangelistas, el que más información aporta sobre la geografía judía antes de la destrucción del templo; habla con soltura de fariseos, saduceos, escribas y herodianos; matices ideológico-religiosos que prácticamente desaparecieron, salvo los primeros, cuando Tito se presentó con la Caterpillar y se llevó el Templo por delante. Por eso, y porque es un autor en griego que sin duda conoce el arameo, es lógico pensar que radicaba en algún lugar cercano a Palestina por su frontera norte, en Siria. Por lo demás, recordad lo ya escrito sobre el éxito editorial de este texto y las sucesivas “ediciones” que se escribieron de él; alguna de ellas bien pudo muñirse en Roma.

En coherencia con lo dicho, la idea prevalente en la exégesis apunta a que Marcos fue escrito casi inmediatamente después de las guerras judías y la destrucción del Templo. De hecho, hay aficionados a esta cosa, como el actual escribiente, que consideran que, en realidad, como el cristianismo mismo, el evangelio de Marcos, más que contemporáneo a estos hechos, fue su consecuencia.

La clave, para mí, está en Mc 13:6 y ss. Ahí, Jesús le dice a sus presuntos contemporáneos (que, en realidad, son los contemporáneos de Marcos): ”cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así, pero aún no es el fin (…) delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí (…) y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán”. Justo antes (13:2), Jesús vaticina que “no quedará piedra sobre piedra”. Y no dice más, aunque años después, en Juan, dirá (Jn 2:19): “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Y el caso es que Marcos conocía perfectamente esta tradición, pues la cita indirectamente en Mc 15:29

Marcos 13 insinúa con fuerza, o cuando menos yo lo creo, una situación muy concreta que rodeó su redacción: un momento en el que la destrucción del Templo no podía ser obviada, porque se había producido; y en la que, además, no cabía establecer la esperanza de reconstrucción alguna. Es por ello que creo bastante posible que el evangelio fuese escrito en esas jornadas tan duras.

Hay más. El evangelio de Marcos, en mucha mayor medida que sus seguidores, trata de ser cauteloso. Le lanza a sus lectores la idea de la predicación universal de la verdad revelada, ciertamente; pero parece ser consciente de que lo hace en el marco de un sistema: la dominación romana, en el que es mejor no dar demasiado por culo con el temita. En Marcos 8:29-30, cuando Pedro le dice a Jesús “tú eres el Cristo”, el boss le contesta que no vaya por ahí cascándolo; en 12:35-37, Jesús trata de corregir la impresión general de que es hijo (descendiente) del rey David (una circunstancia que ulteriores evangelios mostrarán con orgullo). Marcos, claramente, trata de hacer compatible la creencia cristiana con el poder romano, en un tiempo en el que eso es especialmente problemático, y que tiene que ser el inmediatamente posterior a la destrucción del templo. Porque cuando Marcos escribe, los acólitos cristianos de otros lugares del Imperio son pocos; el cristianismo es, todavía, una creencia básicamente judía. Años después, cuando sea Lucas el que escriba, el cuento habrá cambiado.

Por supuesto, la máxima expresión de lo que digo es Mc 12:17, es decir, la conocida como “polémica de los impuestos”, resuelta por Jesús (es decir, por Marcos) ante los fariseos y herodianos que le preguntan (es decir, ante los fieles de Tiro que seguían a Marcos) con el célebre “dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Que, vaya, luego vinieron los Francisquitos y lo entendieron como les salió de las narices, pero, bueno...

Acerca de los lectores para quienes escribió Marcos, para mí no hay duda que escribió para una masa de lectores que, probablemente, eran, en su mayoría, gentiles, es decir, no judíos que querían unirse a una fe fundamentalmente judía. El segundo capítulo de Marcos es normalmente conocido como “las controversias galileas” porque es un conjunto de anécdotas, probablemente dispersas, que Marcos supo coser hábilmente para crear con ellas un continuo de relato. En todas ellas, fariseos y escribas colocan a Jesús ante el hecho claro de que incumple las estrictas normas de pureza de la religión hebrea; acusación de la que Jesús se libra aduciendo, en casos, el poder de Dios y, en otros, la necesidad de su misión (por ejemplo, cuando justifica estar comiendo con gentiles afirmando que sólo los enfermos ven a los médicos, así pues él come con los pecadores). Como hemos visto ya al citar las conexiones entre Marcos y Pablo de Tarso, parece evidente que el evangelio de Marcos es, ya, un texto escrito para no judíos.

Es, por lo demás, eso que se puede llamar un texto “de tercera generación”. En términos generales, cuando una generación es contemporánea de unos hechos, vive de sus recuerdos. Sus hijos viven de los recuerdos de sus padres. Pero la tercera generación ya lo tiene más difícil; especialmente en un mundo, como el Antiguo, con escasez de soportes de información y de personas que supieran leerlos.

Este tipo de dinámicas hace que la tercera generación desarrolle un interés muy elevado por la realidad primera. Esto ocurre mucho con los migrantes. Los hijos del matrimonio chino que emigró a España son, básicamente, españoles de ojos rasgados; pero los hijos de estos hijos suelen desarrollar un interés por la cultura china, que normalmente sus padres no les han enseñado. En este sentido, si, como yo entiendo, Marcos fue escrito después del año 70, claramente fue un texto de tercera generación, y es por eso que adoptó la forma de una biografía. Muchos de los lectores del libro necesitaban ese relato para poder conocer a un Jesús al que no habían conocido. Y el hecho de que en el texto sean tan importantes algunos personajes secundarios (como María de Betania, o Simón de Cirene), en oposición a unos apóstoles un tanto cerriles y decididamente cobardes, es otro mensaje que tiene el texto: cualquiera puede ser apóstol. No por haber nacido décadas después de que Jesús ascendiese a los Cielos se ha perdido la oportunidad de ser santo.

En fin, hora de dejaros en paz. Ya la seguiremos.

6 comentarios:

  1. Anónimo1:06 p.m.

    Un lujo rencontrarse después de vacaciones con este artículo. Si vale una petición de un entusiasta lector, no te reprimas en temas de exégesis ni en ningún otro. Imagino que conoces a Antonio Piñero, no me canso de bucear en sus libros y conferencias sobre los orígenes del cristianismo.

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    1. Gracias 🙂 Para mí, Piñeiro es ese primer autor que te engancha sobre un tema y te lleva a leer otros libros más especializados. Pero tiene mucho más nivel que otros que van de estrellitas.

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  2. Hairanakh3:13 p.m.

    Muy interesante. Aunque discrepo de que, para los fieles, el resto de evangelios sean "mejores". Cierto es que Juan tiene pasajes muy potentes, sobre todo en la narración de la última cena (y por ello tiene un lugar privilegiado en la liturgia), pero Marcos es más utilizado como evangelio en su conjunto para recorrer el proceso del discípulo. En cierta medida, de los otros se extraen más textos, pero Marcos es el primero que se trabaja en su conjunto.

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  3. Como completo desconocedor de los evangelios,he de admitir que este artículo me ha despertado mucha curiosidad por investigar,así que esperaré pacientemente los siguientes e iré tomando notas para documentarme.
    Muy agradecido

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  4. Excelente como siempre. Huelga decir que es tu blog y escribes lo que te salga de los borbones.
    Pido disculpas pero no entiendo la referencia irónica cuando al hablar de darle al César lo del César mencionas a los Francisquitos.

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    1. Hombre, es que la instrucción "dad al César lo que es del César", pasada por el Vaticano, se convierte en "Dad al César nueve partes, y a mí la décima".

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