miércoles, julio 22, 2020

La Mesta


Ni el más desmotivado e inútil de los estudiantes de ESO y Bachillerato que pudiera estar leyendo este texto se debería llevar una sorpresa al leer que la economía ibérica, en la Edad Media, era, fundamentalmente, una economía agraria. Pero podemos ser un poco más precisos y decir que aquella economía medieval se basaba en la explotación de las tierras que se llamaban de pan llevar, expresión que nos viene a decir que el cultivo fundamental eran los cereales. El clima y el hecho de que toda Castilla, casi sin excepciones, fuese tierra de secano, impuso esa especialización. Sin embargo, muy desde el principio, el cultivo de cereales se complementó, allí donde era posible, con los viñedos. Para que el vino fuese un cultivo viable hizo falta que pasaran algunos siglos y, sobre todo con la llegada de la llamada Baja Edad Media, medrasen las ciudades, mejorase algo el tono de la economía y apareciese el consumo suntuario que, entre otras cosas, demandaba, como ahora, buenos vinos en su mesa.

Por otra parte, en Castilla se plantaron, desde muy pronto, hortalizas, frutales, y también lino, utilizado para la incipiente industria textil local.

Los castellanos medievales utilizaban básicamente las mismas técnicas que habían usado sus abuelos romanos y visigodos. Sin embargo, poco a poco las técnicas se fueron perfeccionando, a través de cambios muy importantes, y por lo general poco valorados por los historiadores, como la introducción desde Francia de la mula, que pronto tendería a sustituir al buey en la yunta, haciendo la labor de arado más eficiente.

Era el agricultor medieval español, y así se decía, un agricultor de año en vez. Esto quiere decir que adoptaba, por lo común, un esquema conocido como de rotación bienal, consistente en plantar un año y dejar la tierra en barbecho en el siguiente. Así, el agricultor dividía sus tierras en porciones diferentes, que solía denominar hojas, y las contrapeaba en sus ritmos bienales.

Es importante el tema de la rotación porque su razón de ser no sólo era arrancarle unos rendimientos a una tierra que no era especialmente fértil, sino hacer la agricultura compatible con la ganadería. La tierra en barbecho no se quedaba ahí esperando al año siguiente sino que, dejada al albur de la polinización, generaba pastos que eran disfrutados por el ganado. El agricultor descansaba, pues, para dejar espacio al ganadero; que, no pocas veces, eran la misma persona.

Conforme avanzó la Edad Media, para los castellanos se hicieron más necesarios los recursos ganaderos que los agrícolas. Además de disponer el ganado de montes y baldíos comunales, pertenecientes pues a todos los explotadores de la zona, todo campo de cosecha, durante el tiempo entre la recolección y la siguiente siembra, también era lugar de pasto para los animales de cualquiera. Este sistema, denominado derrota de las mieses, tenía como consecuencia que, por tradición y por Derecho, los propietarios de los campos cultivados pudieran parcelarlos, pero no cercarlos; pues, como he dicho, en determinados momentos del año, o en determinados años, cualquiera que tuviera una cabeza de ganado con hambre tenía derecho a entrar en ellos.

La agricultura en Castilla y León entró en una crisis muy profunda al iniciarse el siglo XIII. La razón fue que por aquel tiempo comenzó a dar sus verdaderos frutos ese proceso que llamamos Reconquista, pues los reyes cristianos lograron arrancarle al moro grandes extensiones de terreno en La Mancha, Extremadura y parte de Andalucía. Los musulmanes que habitaban esas tierras, mayoritariamente, emigraron a las zonas de la península que todavía eran islámicas y, consecuentemente, los reyes castellanos y leoneses tuvieron que echar mano de los colonos de las riberas del Duero y del Tajo para que emigrasen. De repente, en España había el doble de tierras que cultivar, y los mismos pares de brazos. Este hecho fue letal para la agricultura castellana tradicional, que ya operaba sobre tierras no muy fértiles y ahora, casi de golpe y porrazo, carecía del capital humano necesario para explotarlas, puesto que buena parte de ese capital humano tenía un incentivo claro en emigrar hacia áreas de la península donde los frutos brotan con mayor facilidad.

El crecimiento de los precios fue tan brutal que Alfonso X, el rey conocido como El Sabio, tuvo que regularlos en las Cortes de Jerez de 1268; decretos que, sin embargo, no tuvieron más remedio que duplicar (sic) los salarios de los trabajadores del campo, sembrando (nunca mejor dicho) futuros aumentos. En el siglo siguiente, el XIV, las cosas no fueron mejor. Una serie de catástrofes europeas, entre las cuales la más conocida es la Peste Negra de 1348, todavía redujeron más la mano de obra disponible, disparando los precios agrícolas. Dos Pedros, el I de Castilla y el IV de Aragón, intentaron, sin éxito, solucionar este problema en 1350 y 1351.

Todo esto conspiró para hacer que muchos agricultores castellanos se diesen cuenta de que plantar era cada vez peor negocio. Costaba un huevo, porque las tierras no eran gran cosa. Además, en el momento en el que se necesitase alquilar cualquier brazo, costaba el otro huevo. Por medio había que pagar los impuestos y, en el caso de que el agricultor no fuese libre, cumplir los compromisos con el señor de las tierras. Last, but not least, el agricultor castellano medio se dio cuenta de una cosa: su vida era temer constantemente la producción de alguna razzia por parte de las patotas de islámicos. Cuando, verdaderamente, los moros aparecían por la colina, no había manera de salvar el fruto de tanto trabajo; ¿quién podría esconder un campo de trigo, o un bosque de frutales? Con el ganado, sin embargo, la cosa era distinta: los animales se pueden mover, pueden huir.

En otras palabras: el agricultor medieval se dio cuenta de que le era mejor negocio ser ganadero.

En realidad, aquella Castilla estaba mucho más preparada para la ganadería que para la agricultura. Sobre ser la tierra escasamente fértil (la mejor todavía la tenían los moros), las radicales diferencias que, de norte a sur, ofrece la península en términos de climas y ambientes hacía lógico pensar en la explotación de ganado transhumante, ése que tiene que recorrer distancias para hibernar en unos sitios y veranear en otros. Antes del siglo XIII, con seguridad, no se podía ser transhumante porque más de media España estaba en manos del enemigo; pero, llegado el siglo XIII, tras las conquistas cristianas, ya la cosa cambió.

Ya desde el siglo XII, los ganaderos de los dos lados de los Pirineos habían concluido pactos que les llevaban a explotar la transhumancia hacia los valles cercanos de forma coordinada y pactada. Con la conquista de Zaragoza (1118) y la posterior extensión de los cristianos por todo el valle del Ebro, se hizo posible que el ganado aragonés pudiese pastar en verano en lo que hoy conocemos como Sistema Ibérico. Todos aquellos ganaderos se constituían el cofradías para abordar ese transporte de forma coordinada.

En la Alta Edad Media, los pastores castellanos adoptaron sistemas muy parecidos por los cuales organizaban y pactaban entre ellos el apacentamiento de los rebaños de cada uno de ellos en los campos de pastos comunales, que comenzaron a denominar mestas. De los campos comunales en el ámbito geográfico de su residencia pasaron pronto a la transhumancia, lo cual los llevó a atravesar campos y caminos de terceros, fueran éstos una villa, un señorío o tierras de realengo. Fue de este hecho de tener que pasar por lugares de otro que surgió la necesidad de que los ganaderos transhumantes pagasen pasta por pasar. Inicialmente pagaron los llamados portazgos, o aranceles de la época; pero pronto surgió el problema de que los rebaños, multitudinarios y un tanto maleducados, con sus peñuzas y con sus cacas, provocaban daños por los lugares por los que pasaban, daños que sus propietarios debían indemnizar. Fue así como nació el montazgo, que inicialmente era un pago caso a caso, pero que terminó convirtiéndose en una exacción fija; para ambas partes, los ganaderos que provocaban los daños y los vecinos que los sufrían, se hacía mucho más sencillo pactar un coste medio fijo que andar calculando, en cada caso, cuánto había que pagar por los daños en una acequia, o en un portal. Por ello, y por una mera lógica de funcionamiento, quienes tenían que cobrar esas cantidades, fuesen municipios, comunidades, señores feudales o el propio rey, pronto rechazaron la posibilidad de andar cobrando uno a uno a cada ganadero; fueron ellos los que exigieron, por así decirlo, que los dueños de los rebaños presentasen una organización común con la que negociar todas estas cosas.

Estas organizaciones pronto comenzaron a tener un poder importante, y comenzaron a hacer lobby. Su principal reivindicación fue siempre estar exentos de pagar portazgos y montazgos, esto es, que sus cabezas de ganado se comiesen el pasto por la jeta. Y no pocas veces lo consiguieron, como ocurrió por ejemplo en el 1200, cuando Alfonso VIII de Castilla les dio el privilegio de moverse gratis total  a los ganaderos de Segovia.

Como ya he dicho, desde el inicio de la Edad Media y de la pujanza de la ganadería, las comunidades locales de ganaderos se reunían periódicamente para tratar sus asuntos. De la unión de estas asambleas locales en otras con mayor ambición territorial surgieron las hermandades de ganaderos, cuyas reuniones comenzaron a llamarse mestas. Las mestas tenían un papel muy importante. Mover centenares, si no miles, de cabezas de ganado por España adelante no es algo que sea tan sencillo. Pasan cosas. Hay animales que se pierden, por ejemplo; otros que abandonan el rebaño de Pepe y se juntan con el de Juan. Las mestas regulaban qué hacer en estos casos. Cómo vender, por ejemplo, las reses mostrencas, esto es, aquéllas que se perdieron y cuyo dueño es imposible de definir; así como los (frecuentes) conflictos entre pastores.

En el siglo XII, la más importante de estas Mestas era la conocida como de León; pero también existían ya la Mesta de Soria, la de Segovia, y la de Cuenca. En tiempos de Alfonso X, a mediados del siglo XIII, sin embargo, todas estas organizaciones seguían yendo por su lado. En 1273, sin embargo, el mismo rey habla ya en sus decisiones de el Concejo de la Mesta de los pastores del Mio Reyno; de donde se deduce que procedieron a unirse. Según ordenó el propio rey, todas las avenencias, esto es decisiones, de esta Mesta general, habrían de tener validez entre todos los pastores del reino. La Mesta, para discutir y elaborar sus decisiones, habría de reunirse tres veces al año. Asimismo, la regulación fiscal cambió: del sistema anterior, en el que los pastores pagaban y se libraban en los casos que se les hubiera concedido la franquicia, se pasó a otro en el que la Mesta quedaba, en general, eximida del pago de portazgos y montazgos, salvo en el caso de las villas a las que se les hubiera concedido el privilegio de cobrarlos. En 1347, Alfonso XI declaró que todos los rebaños, bajo su protección, formaban parte de una sola cabaña, que llamó Cabaña Real. En 1489, los Reyes Católicos reconocieron todos los privilegios que, rey a rey, había ido recibiendo la Mesta.  En 1492, el licenciado Francisco de Malpartida realizó la primera recopilación sistemática de ordenanzas elaboradas por los pastores; en lo que, sin duda, es nuestra primera, y exitosa, experiencia de iniciativa legislativa popular.

El rey Sabio fue, sin lugar a dudas,el principal impulsor de la Mesta. Fue una operación económica de gran calado. Lo que buscaba Alfonso X era plantarle cara al principal productor lanar de Europa, Inglaterra, que pasaba por horas crecientemente bajas y que, de hecho, con la Guerra de los Cien Años terminaría de cagarla bien. La actitud belicosa inglesa fue un Brexit en toda regla para su producción lanar. Desde el siglo XIII la industria textil flamenca, buscando mercados alternativos que la abasteciesen, se fijó en Castilla. En el gozne entre este siglo y el siguiente, además, en Castilla se produciría una novedad importante: a los campos castellanos llegaron desde el reino de los Banu Marín (más conocidos como los Benimerines) algunos ejemplares de ovejas africanas. En cuanto estas ovejas morunas se tiraron a los carneros castellanos de toda la vida (el cornudo leonés habitual), comenzaron a tener unos hijos raritos, pero que daban una lana de la hostia. Teniendo aquella oveja una procedencia africana mariní, sus pastores comenzaron a denominarla merina.

La oveja merina se cubría, y se cubre, con una lana de más calidad, y de más fácil explotación, que la de las ovejas Brexit. En pocos años, esta lana desplazó a la otrora monopolística lana inglesa en todos los mercados importantes. Fue un poco como la movida de Google contra Netscape, pero a base de balidos.

Así las cosas, en los últimos siglos de la Edad Media, la economía castellana se había convertido en una economía lanar, dominada por el Honrado Concejo de la Mesta, que se había convertido en un sindicato vertical que integraba a todos los ganaderos, y no sólo a los de ovejas. De hecho, la Mesta no se ocupaba sólo de los ganadores transhumantes, sino también de los que apenas se movían de su lugar de origen, los llamados estantes.

La gran responsabilidad de la Mesta fue cuidar y vigilar los caminos o cañadas por donde tenían derecho a pasar los pastores. Cañadas que, ya en tiempos de Alfonso X, eran tres:

         La Cañada Leonesa, que bajaba desde León a los pastos de invierno de Extremadura.
         La Cañada Segoviana que, desde Logroño, tenía dos ramales:
         El de occidente recorría Burgos, Valladolid y Segovia, donde de nuevo se bifurcaba:
         Una ruta, hacia Ávila y Béjar, donde confluía con la Cañada Leonesa.
         Otra ruta, hacia Talavera.
         El ramal oriental, que atravesaba la tierra de Cameros hacia Soria, Sigüenza, el norte de la sierra del Guadarrama y Gredos hasta Talavera, donde se unía con uno de los ramales occidentales, para después continuar hacia Guadalupe y Andalucía.
         La Cañada Manchega que, partiendo de Cuenca, iba hacia La Mancha con dos ramales:
         Uno a Murcia.
         Otro a Andalucía.

Desde los tiempos del rey Alfonso, la anchura de las cañadas al paso por campos de cultivo estaba regulada, para buscar no dañarlos.

La fuerza de la Mesta era económica. Ya hemos dicho que pronto pudo luchar para sacudirse el yugo de los muchos impuestos y tasas que los pueblos y señores les querían imponer. Pero también supieron hacer que el rey comprobase lo importante que era tenerlos de su parte. Los pastores miembros de la Mesta lo eran por pagar un impuesto llamado servicio de ganados. Aparentemente, este impuesto comenzó siendo algo que a veces se pagaba y a veces no; pero pronto se institucionalizó. En el año 1343, el rey Alfonso XI y la Mesta llegaron al acuerdo de refundir todos los montazgos que los pastores debían pagar al pasar por tierras de realengo con el servicio de ganados. El impuesto pasó a llamarse servicio y montazgo y, lógicamente, incrementó notablemente la capacidad de presión de los pastores sobre el rey.

La organización de la Mesta llegó a ser bien completa. Los ganados se dividían en cuadrillas, constituidas en cada caso por ganados de León, Soria, Segovia y Cuenca. Al frente de cada cuadrilla había dos alcaldes de la Mesta elegidos por los propios pastores, que eran una especie de jueces de primera instancia de cualquier conflicto que se plantease en la cuadrilla. Cuatro alcaldes de alzada entendían de las apelaciones de quienes no estuviesen de acuerdo con la decisión del alcalde de cuadrilla. A ello había que añadir los llamados procuradores del Puerto, que eran los encargados de recaudar el servicio y montazgo. Asimismo, los Alcaldes entregadores eran oficiales del rey, auténticos defensores del pueblo. Se los llamaba entregadores porque su función principal era restituir (entregar) a los pastores el ganado mostrenco que se hubiese perdido y hubiese caído en manos de terceros, normalmente señores de tierras, que se los apropiaban. También tenían a su cargo cerciorarse de que las exacciones que gravaban a los pastores eran las legales. Como se ve, pues, eran oficiales económicos cuya función de fondo era mantener la prosperidad del negocio lanero.

A la cabeza de toda la Mesta se encontraba un Alcalde entregador mayor, juez designado por el rey, normalmente persona de gran importancia en la Corte que, de hecho, desde 1454 fue un miembro del Consejo Real. En el año 1500, los Reyes Católicos crearon al Presidente de la Mesta que, no lo dudes lector, era la cabeza del Ibex de su tiempo.

10 comentarios:

  1. No se le estima suficientemente en lo que vale las pechá de escribir, después de leerse cienes y cienes de libracos, que se da vm.

    Muchas gracias

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    1. No me puedo quejar, Cidi. Hago lo que me gusta.

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  2. Explíqueme porfa la movida de google contra Netscape. Es que creo que no coexistieron y uno de los dos nombres está confundido con otro...

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    1. Así, quizás debí decir Altavista. No soy muy ducho en las cuestiones tecnológicas.

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    2. Si Google haya o no coexistido con Netscape y si haya o no habido Google vs Netscape, no es tecnología, sino historia, en tanto que Netscape es historia.

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    3. Bueno, pues ya que te pones así, yo lo escribí a buterele, pero gracias a ti he descubierto que hay que modificar la Wikipedia. Según ella, Google Inc fue fundada el 4 de septiembre de 1998 y, sigue la entrada, "estrena en internet su motor de búsqueda el 27 de septiembre del año siguiente". Por su parte, Netscape, según la misma fuente, Netscape hizo accesible su navegador en 1994 y, en su versión 2.0, en 1997. Luego sigue una historia que termina con la versión 9.0 en el 2007.

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    4. Hola!!! La comparaciçon correcta sería entre Netscape y Explorer. Netscape fue el buscador de referencia de la etapa inicial de Internet, hasta que Microsoft, que había llegado tarde, utilizó su posición de monopolio en cuanto a sistemas operativas para "promocionar" su propio navegador, Internet Explorer, hasta que reemplazó a Netscape como navegador de referencia. Posteriormente, Google le haría una jugada similar para reemplazar Explorer (ahira llamado Edge) con su navegador Chrome como el más utilizado. Todo ello como actuaciones completamente prohibidas por la legislación anti-trust europea y americana que desembocaron en enormes multas que les costaron como un 0.0000001% de sus beneficios mensuales...

      Un placer leerte, como siempre.

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    5. Perdón, debí haber dicho "Netscape fue el NAVEGADOR por excelencia"

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    6. gracias por resolver sobre el fondo RealMcManus

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  3. Anónimo6:46 p.m.

    H¡Hola! Muy buen post... pero, me hubiera gustado saber cómo fue declinando la influencia de la mesta y del Concejo... siento que quedó inconcluso el artículo.

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