Recuerda que ya te hemos contado cómo se montó la movida y cómo los marineros tomaron el control del acorazado.
El general Kokhanov, la verdad, no quería líos. Su primera acción fue dirigirse a los empresarios de Odessa para intimarles a tener una reunión en la que discutir las posibles medidas que podrían tomar en materia de salarios, jornada y condiciones de trabajo. Sin embargo, antes de que dicha iniciativa pudiese dar sus frutos, la situación tendió a deteriorarse con rapidez. El lunes 26, unos 500 obreros organizan una asamblea en las instalaciones de la empresa Gena y en los astilleros Hoehn de Peresyp, para acordar realizar una marcha sobre la ciudad. Kokhanov, que ha sido informado de la iniciativa, aglutina a un grupo de policías y a una sotnia de cosacos (más menos, media compañía; unos cien hombres).
El general Kokhanov, la verdad, no quería líos. Su primera acción fue dirigirse a los empresarios de Odessa para intimarles a tener una reunión en la que discutir las posibles medidas que podrían tomar en materia de salarios, jornada y condiciones de trabajo. Sin embargo, antes de que dicha iniciativa pudiese dar sus frutos, la situación tendió a deteriorarse con rapidez. El lunes 26, unos 500 obreros organizan una asamblea en las instalaciones de la empresa Gena y en los astilleros Hoehn de Peresyp, para acordar realizar una marcha sobre la ciudad. Kokhanov, que ha sido informado de la iniciativa, aglutina a un grupo de policías y a una sotnia de cosacos (más menos, media compañía; unos cien hombres).
Apenas
ha comenzado la asamblea que un capitán de policía se presenta
montado en su caballo y ordena a los asamblearios que se disuelvan al
tercer toque de corneta. En realidad los obreros, a la vista de la
impresionante fuerza policial que los rodea, toman la decisión
efectiva de disolverse. Pero cuando están empezando a hacerlo, al
segundo toque de clarín, de una de las barracas de la zona surge un
disparo que da con uno de los oficiales cosacos en el suelo, herido.
Ni
siquiera la épica historia revolucionaria que durante setenta años
guardó los hechos del Potemkin como en un camafeo perlado
consiguió anotar el nombre del revolucionario, unos dirán que
valiente, otros que no tanto, que realizó este disparo. Un disparo
en el que la épica revolucionaria quiere ver un paralelismo con el
del marino Vakulinchuk, pero que tuvo unas consecuencias bien
distintas, pues por su causa, en apenas unas jornadas, Odessa se
vería arrasada por la violencia y con centenares de muertos en las
calles.
Hay
que entender la calidad violenta y preocupante que nos deja el hecho
de que el herido no fuese un policía, sino un cosaco. Los cosacos
eran orgullosos soldados del zar, pero su orgullo se basaba en su
especialidad. Eran una fuerza de choque que no conocía el miedo, y
por ello eran tan propios para momentos como aquéllos; pero esa
acometividad los hacía, asimismo, especiales. Desde algunos puntos
de vista, los cosacos eran autónomos; decidían por sí mismos. Si,
ante la agresión a un policía, un Ministerio del Interior puede
aspirar a ordenar al cuerpo policial que guarde la calma y no
contraataque, eso no va con los cosacos. Cuando el oficial cayó en
el suelo, los cosacos no se lo pensaron dos veces: desenfundaron sus
sables y sus revólveres, y cargaron sobre la multitud de obreros. No
cargaron como habría cargado la policía, esto es para garantizar el
orden; cargaron para llevárselos por delante, para vengar a su
compañero. Obviamente, los obreros cogieron lo que tenían a mano,
normalmente piedras, y respondieron.
La
lluvia de piedras hizo a la mayoría de los cosacos volver grupas.
Pero lo realmente importante es lo rápidamente que se extendió la
rebelión. En muy pocos minutos, comenzaron a levantarse barricadas
en las calles de Peresyp, y todo el pueblo de sublevó.
La
agitación llevó pronto a Odessa. El día 27, por la mañana,
Korkhanov declara la ley marcial en la ciudad, ante el cariz que
están tomando los acontecimientos. Pone en vigilancia todos los
edificios municipales, ordena que las patrullas nocturnas patrullen
también de día, y cuelga por toda la ciudad un bando con el texto:
Ayer, en el curso de un conflicto entre tropas armadas y el
pueblo, dos obreros han resultado muertos y tres heridos. El Gobierno
cuenta con los apacibles ciudadanos de Odessa para impedir el
surgimiento de sucesos parecidos y evitar unirse a la masa de
trabajadores.
A
las once de la mañana se escuchan en la ciudad los primeros disparos
hechos por la fuerza armada en el denominado Servicio de Aguas, donde
un piquete revolucionario está intentando convencer a los
trabajadores para que declaren la huelga. A mediodía, el movimiento
revolucionario toma forma: grupos numerosos de personas, en los que
hay también mujeres y niños, se dirigen hacia el centro de la
ciudad, convergiendo desde diversos lugares en la calle
Preobrajensky, que podemos considerar como la Castellana de Odessa.
En dos calles cercanas, la Uspenskaya y la Meschanskaya, se producen
enfrentamientos entre policías y manifestantes. Los obreros paran
los tranvías y los vuelcan al suelo para usarlos como barricadas.
Pronto la propia calle Preobrajensky y la calle Richelieu están
petadas de gente, y no es hasta primera hora de la tarde que la masa
comienza a dispersarse. Sin embargo, no hablamos más de que una
pequeña tregua.
A
las diez de la noche, un joven judío pasa junto a un policía y, en
el momento de estar junto a él, se inmola con una bomba que lleva
adosada al cuerpo. La explosión causa la muerte obvia del
terrorista, del policía y de un tal doctor Spivak, que pasaba cerca
en ese momento en un droshky, esto es una especie de calesa.
Es el último acto de una jornada en la que ha habido cerca de veinte
cosacos y policías heridos y centenares de víctimas de una y otra
consideración entre los manifestantes.
Dos
horas antes, sin embargo, se ha producido una inesperada novedad en
todo esto. A esta hora, se ha visto a un acorazado, escoltado por un
torpedero, entrar en la bahía de Odessa. Algunos de los obreros
residentes en el bulevar Nikolayevsky, desde donde se ve el mar, y
puesto que son muchos de ellos trabajadores portuarios, han sido
capaces de reconocer al Kniaz Potemkin Tavritchesky, bautizado
en honor del príncipe Gregory Alexandrovitch Potemkine, que fue
primer ministro, en realidad valido, de la emperatriz Catalina.
Todos
interpretan que el Potemkin ha sido rápidamente enviado para
sofocar la rebelión de Odessa. Pero eso es porque ya ha caído el
sol de la tarde. Si el acorazado hubiera llegado por la mañana, los
obreros del barrio portuario podrían haber distinguido que en lo más
alto de la nave no puede verse la bandera de la cruz de San Andrés,
sino una bandera roja.
Solo por comentar...en la última página de Un día en la vida de iván denisovich, dos presos del gulag hablan durante la cola de la cena:
ResponderBorrar-entonces, los gusanos son así de gigantes?
-no hombre, lo que pasa es que no había adelantos técnicos en la época para que los gusanos salieran más pequeños en la pantalla.
-pues sabes, lo que haría, si me dieran un trozo de carne..así... como la de la película...
y la acción cambia de lugar. ¡ironía 1000%!