Recuerda que ya te hemos contado los principios (bastante religiosos) de los primeros estados de la Unión.
En este punto de la expansión, más o menos a mediados del siglo XVII, era inevitable que el proyecto de Nueva Inglaterra comenzase a friccionar con otros vecinos no indios: los franceses al norte, y los holandeses al noreste. Además de los indios, claro. Conscientes de la necesidad de generar una fuerza común, en 1643 Massachussets, Plymouth, Connecticut y New Haven crean la New England Confederation. Esta confederación se negó a aceptar a Rhode Island, esa puta colonia descreída.
En este punto de la expansión, más o menos a mediados del siglo XVII, era inevitable que el proyecto de Nueva Inglaterra comenzase a friccionar con otros vecinos no indios: los franceses al norte, y los holandeses al noreste. Además de los indios, claro. Conscientes de la necesidad de generar una fuerza común, en 1643 Massachussets, Plymouth, Connecticut y New Haven crean la New England Confederation. Esta confederación se negó a aceptar a Rhode Island, esa puta colonia descreída.
En
1675, los indios atacaron el entorno de Plymouth, en lo que pronto se
convirtió en una guerra de cierta escala contra la Confederación.
La guerra duró un año y aunque se saldó con la derrota de los
indios, supuso una sangría de recursos para las colonias.
Hay
que hacer notar que el proceso de colonización de lo que entonces se
llamaba Nueva Inglaterra, esto es los primeros Estados hard
core
de los EEUU situados en la costa Este, se hizo de una forma muy
europea. Eran asentamientos que recordaban mucho a lo que se hacía
aquí, porque los granjeros se establecían, poco menos que adosados,
alrededor de la iglesia. El esquema de colonización que estamos
acostumbrados a identificar con los Estados Unidos, esto es Clint
Eastwood criando cerdos en lo alto de una colina en medio de la nada,
es una consecuencia del colapso del sistema de colonización llevado
a cabo en Massachussets, por el cual, el nuevo settler,
cuando quería fundar una nueva ciudad, pedía permiso a la General
Court, que sin embargo retenía el derecho a la distribución de la
tierra en el nuevo lugar. Esto pronto generó serios problemas entre
propietarios reales y propietarios ius
causa
que, en una tierra tan grande, no podía sino fracasar por la
facilidad que tenían los malcontents
de buscarse la vida por su cuenta. Por decirlo de otra manera: el sistema de señoríos que, mutatis mutandis, había funcionado en Europa durante cinco o seis siglos, aquí no valía, porque había mucho terreno y porque la amenaza de los indios no era tan fuerte como la de los enemigos que pudieron tener los siervos de la gleba francos, castellanos o toscanos.
La
emigración desde Inglaterra hacia las colonias cesó casi totalmente
durante la guerra civil y el periodo de poder de Cronwell. A partir
de 1660, cuando Carlos II llegó al trono y se reinstauraron los
Estuardo, la cosa cambió de forma radical. En los setenta y cinco
años que seguirían, siete nuevas colonias vendrían a unirse a las
iniciales de Virginia, Maryland, Massachusetts, Rhode Island,
Connecticut y New Hampshire.
La
primera de estas colonias, extendiéndose desde el sur de Virginia
hasta la raya de la Florida española, fue llamada Carolina. Fue un
regalo de Carlos II a ocho de sus principales supporters
en el proceso de acceso al trono, a los que hizo una concesión en
1663. Eran todos ellos ricos comerciantes de azúcar que habían
actuado en Barbados. Su intención era poblar Carolina con habitantes
de las Indias Occidentales, que trabajarían la tierra para pagar las
denominadas quit
rents,
esto es unos pagos que les liberarían de obligaciones frente a sus
señores. En 1670, el primero de estos establecimientos se llevó a
cabo en Charleston. La primera legislatura en Carolina del Sur se
produjo en 1671. Hasta finales de siglo, Charleston fue básicamente
un punto para el tráfico de pieles, pero pronto comenzó a plantarse
arroz, con lo que la colonia comenzó a demandar esclavos negros en
mucha mayor proporción que lo habían hecho antes Virginia o
Maryland. No obstante, en la zona siguió existiendo una importante
clase de pequeños propietarios, siempre en conflicto con los
terratenientes, que de hecho durante la revolución se alinearía con
los ingleses.
En
1691, los comerciantes del sur de Carolina decidieron otorgar a sus
vecinos del norte de la colonia el derecho a tener su propio
gobernador y su asamblea. En 1729, cuando le vendieron el terreno a
la corona inglesa, ésta lo dividió en Carolina del Norte y del Sur.
Fue una decisión sabia, pues en ese momento los habitantes de ambos
territorios tenían poco en común, pues Carolina del Norte, al revés
que la sureña, se había colonizado con gentes de Virginia que
habían creado explotaciones pequeñas y más pobres; lo cual también
lo convertía en un territorio con menores diferencias sociales, como
Rhode Island.
El
gran opositor a la formación de Carolina del Sur fue España; muy
especialmente después de que, en 1732, el rey Jorge II diese una
concesión afectando a los territorios más al sur (más cerca de las
fronteras con las colonias españolas) a un grupo de filántropos
ingleses encabezado por James Oglethorpe. Al año siguiente, los
primeros colonos desembarcaron en Georgia, como Oglethorpe había
decidido llamar a la colonia en obvio honor al monarca que había
permitido su existencia.
Georgia
nació como una Australia en pequeñito pues la obsesión de
Oglethorpe era facilitarle a los ladrones y delincuentes una
oportunidad de rehacer su vida. Limitó la posesión por un solo
hombre a 500 acres, implantó la ley seca prohibiendo el ron, y
también prohibió la esclavitud. Sin embargo, conforme se
extendieron las plantaciones arroceras, no pocos propietarios
comenzaron a considerar estas restricciones como excesivas. A
mediados del siglo XVIII, ninguna de las regulaciones del filántropo
seguía vigente.
En
1664, los ingleses habían obligado a los holandeses a cederles New
Amsterdam. En ese momento, el rey Carlos había dado a su hermano
Jacobo, duque de York, el enorme territorio existente entre los ríos
Connecticut y Delaware. Jacobo, en honor a su ducado, renombró New
Amsterdam como Nueva York. Los holandeses lo recuperarían en 1673,
para entregarlo a los ingleses al año siguiente. De todo aquel
territorio surgirían cuatro colonias.
Nueva
York se convirtió en una colonia real en 1689, aunque en la práctica
permaneció bajo el poder de los grandes terratenientes y
comerciantes ingleses y holandeses en el valle del río Hudson. La
segunda colonia fue Nueva Jersey, con los territorios entre los ríos
Hudson y Delaware, que en 1664 había sido cedido por Jacobo a dos de
sus amigos: sir George Carteret y John, lord Berkeley. Se convirtió
en colonia real en 1702, tras décadas de servir de refugio para
cuáqueros y otras sectas protestantes.
La
tercera colonia fue Pennsylvania. En 1681, William Penn había
recibido este terreno en compensación por una deuda que el rey
Jacobo II tenía con su padre. Creó en el territorio una república
de fuerte contenido religioso, lo que el llamó su “sagrado
experimento”. Siendo niño, Penn había conocido las ideas de los
cuáqueros y, por mucho que su padre intentó que las abandonase,
permaneció fiel. Los cuáqueros, o Sociedad Religiosa de Amigos como
se llamaron en su fundación, fueron creados por George Fox, quien
predicaba que el amor a Dios se concretaba mucho mejor practicando el
amor a los hombres y, sobre todo, afirmaba que cualquiera puede
salvarse, negando así la teoría de los elegidos de raíz puritana.
Todos los cuáqueros son pastores de su religión, pues todos poseen
la luz interior.
Penn
desarrolló para su colonia el sistema político, con mucho, más
liberal y democrático de su tiempo. La colonia tendría un
gobernador y un sistema bicameral elegido por los hombres libres,
condición que se alcanzaba ya con tener una pequeña posesión de
tierras o pagar impuestos. Decretó la libertad de culto (cristiano,
eso sí). Sin embargo, desde el primer momento los elementos no
cuáqueros de la colonia combatieron el sistema de Penn, de modo que
éste, a finales de siglo, había perdido el control efectivo de la
colonia, que era manejada por el gobernador de Nueva York. En 1699,
sin embargo, Penn consiguió volver, y en 1701 promulgó una especie
de constitución en la que otorgó autonomía parcial a territorios
al oeste del río Delaware colonizados en el pasado por suecos; en
1704 esta escisión parcial se convirtió en la colonia de Delaware.
Penn se destacó, asimismo, por acercarse amigablemente a los indios,
con los que consiguió medio siglo ininterrumpido de paz; y por haber
favorecido una emigración masiva de alemanes a su territorio. Hizo
de Pennsylvania la colonia más rica de Norteamérica, y su capital
cuidadosamente construida, Filadelfia, una ciudad fundamental.
El
siguiente capítulo del nacimiento de los Estados Unidos fue el
choque entre los colonos, o sea Inglaterra, y Francia.
No
ha de extrañar que en lugares como Nueva Orleans se hable francés
todavía hoy en día. Tras el establecimiento de los franceses en
Quebec, en la actual Canadá, diversos grupos de aventureros y
colonos galos habían pateado el continente, llegando incluso al
golfo de México. En 1673, dos exploradores franceses, Louis Joliet y
el padre Jacques Marquette, alcanzaron el Mississippi. Lo navegaron
hacia el sur hasta llegar a la actual Arkansas pero, para su
desilusión, encontraron que el gran río no procedía hacia el Oeste
(el Pacífico) sino hacia el sur (el golfo de México). En 1682, el
más famoso de los tramperos gabachos, Robert Cavelier, el señor de
La Salle, recorrió todo el Mississippi hasta el golfo de México y
reclamó para el rey de Francia la posesión de todo aquel río, de todos sus
afluentes y de toda la tierra que riega (por cierto: algún día, si hay tiempo de que hablemos de la Antártida, hablaremos de algo que tal vez os haya inquietado alguna vez: para que un territorio se considere que es de alguien, ¿qué tiene que pasar? ¿Basta que lo descubra y afirme dicha posesión?).
Francia se apresuró a construir una línea de pequeños fuertes o castillos desde la zona de los Grandes Lagos hasta Nueva Orleans. Sin embargo, París falló a la hora de poblar tan vastas tierras, que apenas estaban ocupadas por unas 60.000 personas, cuando la población de las colonias inglesas superaba el millón. A mediados del siglo XVIII, la guerra de los siete años, conocida en EEUU como la guerra de los franceses y los indios, tendría como teatro principal las colonias del norte de América, y su dominación.
Francia se apresuró a construir una línea de pequeños fuertes o castillos desde la zona de los Grandes Lagos hasta Nueva Orleans. Sin embargo, París falló a la hora de poblar tan vastas tierras, que apenas estaban ocupadas por unas 60.000 personas, cuando la población de las colonias inglesas superaba el millón. A mediados del siglo XVIII, la guerra de los siete años, conocida en EEUU como la guerra de los franceses y los indios, tendría como teatro principal las colonias del norte de América, y su dominación.
Los
ingleses habían comenzado a realizar asentamientos en los valles de
los ríos Ohio y Mississippi desoyendo las reclamaciones de propiedad
sobre dichos terrenos por parte de Francia. Una serie de colonos de
Virginia sin tierras crearon The Ohio Company of Virginia en 1747, lo
que fue ya una provocación directa. Los franceses enviaron al valle
del Ohio a Jean Baptiste, señor de Bienville, para que reforzase la
estructura de fuertes. El gobernador de Virginia, Robert Dinwiddie,
decidió enviar a un joven adjunto suyo a aplacar a los franceses; se
llamaba George Washington. Esto fue en 1753, y el diálogo falló.
Así pues, al año siguiente Washington regresó, pero con la porra
en la mano. Él y sus virginianos tuvieron un encuentro en el Fuerte
Duquesne, donde hoy está Pittsburgh, que convenció al joven
teniente coronel de que las leches se iban a prolongar, porque los
franceses no cederían.
La
cercanía de la guerra contra los franceses inició los movimientos
orquestales en la oscuridad. En junio de 1754, en Albany, Nueva York,
el Board of Trade de Londres patrocinó una reunión de
representantes de Massachussets, New Hampshire, Nueva York,
Pennsylvania y Maryland, en la que éstos pretendían llegar a un
acuerdo con los iroqueses para que se pusiesen de su parte. Fue
precisamente en esta reunión de Albany cuando algunos asistentes,
liderados por un prometedor político llamado Ben Franklin,
propusieron por primera vez un plan de unión de las colonias. Los
delegados aceptaron la idea de un gobierno supraprovincial; pero
cuando la idea fue rechazada tanto por la mayoría de los
gobernadores como por Londres, decayó.
En
mayo de aquel 1754 habían comenzado las hostilidades, por mucho que
la guerra de los franceses y los indios no se dé hoy por
oficialmente comenzada hasta 1756. En diciembre del 54 Londres
despachó a América al general Edward Braddock junto con dos
regimientos de regulares. En julio de 1755, estas tropas tuvieron la
ocasión de saludar a los franchutes en el arroyo de Guillermo, o sea
Will's Creek, en la Pennsylvania occidental. Los franceses les dieron
hasta dejarlos sin bluetooth y Braddock, de hecho, la palmó en la
batalla. A esta acción siguieron, en el mismo año, los fracasos de
la toma de Fort Niagara y Crown Point, tras los cuales las
posibilidades de los británicos en el norte de Norteamérica
comenzaron a desvanecerse.
El
punto fundamental de la guerra, sin embargo, llegó en septiembre de
1759. En dicho mes, un joven brigadier general, James Wolfe, atacó
los altos de Abraham en Quebec y consiguió, eso sí con el precio de
su vida, arrebatarle la ciudad al general Montcalm, adquiriendo con
ello el control estratégico del muy estratégico río de Saint
Lawrence.
En
febrero de 1763 se negoció el denominado Acuerdo de París, por el
cual Francia cedía a Gran Bretaña todo el Canadá y el interior del
continente al este del Mississippi, con la única excepción de Nueva
Orleans, más los derechos pesqueros sobre los caladeros de
Newfoundland y dos pequeñas islas en el esa zona para que sirviesen
de puerto seguro. Londres, por su parte, devolvió las islas de las
Indias Occidentales, Martinica y Guadalupe. Nosotros, los españoles,
cedíamos a Londres las Floridas Oriental y Occidental a cambio de
controlar Cuba, capturada por los británicos en 1762. Francia, en
tratado separado, compensaba a Madrid la ayuda que le había prestado
dejándole los territorios del Mississippi y Nueva Orleans.
Aunque
Londres salió ganando con el Tratado de París, en realidad tuvo que
hacer una cesión que no quería. En efecto, su Graciosa Majestad
tuvo que acostumbrarse a la idea de que, contra lo que esperaban sus
compañías de comercio, no podría controlar a la vez el Canadá y
el azúcar de Guadalupe; no era tan poderosa. En realidad, hubo toda
una discusión sobre la materia en Londres, pero William Pitt supo
imponer su criterio de que poseer Canadá era más ventajoso para
Inglaterra desde el punto de vista militar. Hay que decir que hubo
algunos cráneos que argumentaron, ante la posibilidad de expandir
tanto las colonias en Norteamérica, que tal vez eso no haría sino
hacerlas tan fuertes potencialmente que algún día se rebelarían
contra la metrópoli. Pero fueron más las voces de quienes
argumentaron que quienes no habían conseguido unirse contra los
franceses ni contra los indios, menos aun se iban a poder unir contra
el primer poder del mundo. Entre los que pensaban estas cosas estaba
un agente colonial que entonces residía en Londres llamado, again,
Benjamin Franklin.
Y,
sin embargo, apenas quedaba el espacio de una generación para que
esas mismas colonias se rebelasen.
¡Lo que es la ignorancia! Yo sabía de la fuerte (y diferente) influencia religiosa en las diferentes colonias pero no sabía lo azarosa que había sido la creación de las mismas. Tenía la idea de que a medida que iban llegando los colonos se iban estableciendo en lo sitios libres y se extendían hasta que tropezaban con el vecino aprovechando que había mucho sitio y poca gente pero por lo que veo fue mucho más complejo y que las diferencias eran mucho mayores de las que pensaba. Visto lo visto, lo asombroso no es que llegado el momento sólo llegasen a crear una federación, sino que se pusieran de acuerdo en tener un único presidente.
ResponderBorrarSobre la posesión de un territorio tengo entendido que se necesita mantener de forma ininterrumpida la presencia. De hecho esa es la razón por la que Inglaterra no quiso enfrentarse con España por las Malvinas y sin embargo sí ocupó las islas cuando los argentinos las abandonaron después de un motín muy feo que demostró la inoperancia de las autoridades argentinas. Aparte que los ingleses no consideraban a Buenos Aires "heredero" directo del virreinato después de la independencia.
Lo pongo a su consideracion y sin animo de controversia.
BorrarEl Gobernador de las Islas Malvinas,Luis Vernet,fue expulsado por fuerzas britanicas en 1833.Las islas estaban en plena posesion del Gobierno Argentino(Gobierno reconocido ya por el Reino Unido).En cuanto al "motin muy feo" que nombra,supongo que debe referirse a la rebelion encabezada por el Gaucho Rivero y que es posterior a la ocupacion(y que realmente esta en duda que fuera un hecho patriotico o un mero acto de bandidaje).
Ningun Gobierno Argentino,desde 1833 a la fecha,ha cesado de reclamar la devolucion del archipielago austral.Aunque siempre fue una causa algo abstracta y de salones diplomaticos,hasta la infortunada aventura militar de 1982.
Salud!
No pretendo resolver un complejo problema de justicia internacional (por lo que sé, lo de "complejo" se queda corto). No obstante quiero indicar que si bien Argentina alega básicamente el principio "uti possidetis iure" para reclamar las soberanía, algo que tiene mucha lógica, Inglaterra alega que ese principio no está universalmente aceptado y que de todas formas considerar a Argentina la heredera del Virreinato del Río de la Plata no es para nada evidente. Dicho virreinato incluía también a Paraguay, Uruguay y creo que hasta Bolivia. Para liar más el asunto, la última y efímera capital del virreinato fue Montevideo, si no recuerdo mal y no sé si fue también capital durante parte del siglo XVIII. Además Inglaterra alega que entre 1810 y 1820 las Malvinas fueron en la práctica tierra de nadie y que España sólo reconoció explícitamente la cesión a Argentina en 1859, mucho después de que Inglaterra tuviese el control real. Eso sin contar que precisamente en esa fecha es cuando la Confederación Argentina y el Estado de Buenos aires se unen para formar la Argentina que conocemos hoy.
BorrarDicho esto, es evidente que Inglaterra tomó las islas por la fuerza con independencia de las razones legales, que parecen más bien buscadas a posteriori. Inglaterra se aprovechó de la falta e combatividad argentina, durante y después de la invasión, y del absoluto caos en el que estaba sumidas las islas.
El motín al que me refería no es el del Gaucho Rivero, que sinceramente no conocía, sino al follón previo que llevó al asesinato del comandante de Puerto Soledad y que tuvo que sofocar un navío francés y otro inglés. Para colmo ni siquiera los amotinados fueron condenados en Argentina con la severidad que merecían. Por otro lado Luis Vernet tenía el título de gobernador, pero era en realidad el beneficiario de una concesión para explotar comercialmente las islas. Fue precisamente su falta de visión política la que creo que llevó al conflicto tocándole las narices a EEUU, Inglaterra y a los balleneros en general. Todavía el carota estuvo litigando para que los ingleses le indemnizasen por las pérdidas. ¿Qué "gobernador" hace eso? En mi opinión, y como todas las ucronías es completamente gratuita, creo que si desde Buenos Aires hubiese enviado a un verdadero gobernador y no a un industrial, hoy Las Islas Malvinas serían argentinas sin lugar a dudas.
Reconozco que no había oído hablar de la Malvinas en mi vida hasta que la Junta Militar cometió la estupidez de suicidarse con la aventura militar. Tuve que ir a la Biblioteca Nacional a leer algo que no fuese un periódico de actualidad. Como muchos españoles, durante el conflicto tuve sentimientos encontrados. Mi corazón se alegraba de ver a los ingleses en apuros y me sorprendí alegrándome de que el exocet mandase a pique al Shefield, pero mi cabeza me decía que no sólo era una tontería sin posibilidad real de ganar, sino que además ni siquiera sería bueno para Argentina ganar la guerra y que la junta se afianzase en el poder. Tampoco era bueno para Europa que Inglaterra perdiese la guerra con riesgo real de entrar barrena.
Un saludo