En todo discurso hay un elemento fundamental que se puede definir con las palabras «coherencia interna». En el muy reciente discurso sobre el Estado de la Unión, y entre los muchos temas que trató, el presidente Obama se refirió a la emisión de unos nuevos activos financieros públicos, los denominados bonos MyRA, diseñados para que las personas de sueldos bajos o medios pudiesen comprarlos. En su discurso no se refirió a esas personas hablando de persons, o people. Utilizó la palabra folks. Tipos, pavos, pollos. Quería dejar bien claro de quién estaba hablando. Si hubiese dicho, un suponer, gentlepersons, probablemente nadie le habría entendido bien.
Así las cosas, ponerse encima del cuerpo unos aperos de vestimenta que un español medio tendría que pasarse quince años sin beber una mísera caña para poder pagar, para luego subir a la tribuna y decir «estoy en la ruina», no es, lo que digamos, un discurso coherente. Pero es exactamente lo que la familia del cine español hace cada vez que las cosas no le van como querría. El discurso del cine español se parece al de aquel banquero, (creo recordar que era Higinio Torras, el presidente del Banco de los Pirineos), que en una entrevista periodística dijo: «estoy arruinado»; e, inteligentemente repreguntado por el periodista sobre qué consideraba él por estar arruinado, contestó: «a tener diez millones [de la época] en el banco». Luego, el personal no responde a sus electrochoques, y ellos se extrañan.
El cine español es lo más parecido al nacionalismo que hay más allá de los partidos nacionalistas. Su estrategia es la misma: buscar un enemigo y encalomarle todos los males que sufre. Si, además, su enemigo tiene el gesto de escurrir el bulto, mejor que mejor.
Ya he escrito otras veces que la jugada realizada por las personas del mundo del espectáculo durante estos últimos cincuenta años merece un aplauso cerrado. En tiempos de la II República, el mundo de la farándula estaba tan o más implicado con los objetivos políticos del momento (ahí está La Barraca, y otros muchos proyectos); pero, sin embargo, a nadie se le ocurría considerar que los actores eran intelectuales con derecho a ser especialmente respetados, dotados de la condición de ciudadanos especiales, en el terreno de la opiniones. Ese calificativo se reservaba para los escritores y los directores, que son los que realmente tienen que hacer un esfuerzo intelectual.
Gracias al franquismo (lector, por favor, regrese un momento a la palabra que se ha escrito en itálica), esa etapa de la vida de España que todo lo cambió y todo lo condicionó, los actores cambiaron de estatus. Aupados en sucesos a los que se dio gran trascendencia, pero que en realidad no dejaron de ser conflictos como los tuvieron también los torneros, los fresadores y hasta los sexadores de pollos, los actores se convirtieron en una parte de la intelectualidad. En realidad, en el caso de un actor, eso equivale a aceptar barco como animal acuático; porque así como es imposible escribir El Quijote sin tener en la cabeza algo más que la clasificación de la Liga BBVA de las últimas cuatro semanas, sí es posible, con ese bagaje, interpretarlo. Groucho Marx explicó en los años sesenta que Margaret Dumont, su sempiterna compañera en varias de las grandes películas de su saga, nunca entendió los chistes que él hacía sobre ella. A una actriz creo que es de una peli que se llama Milicianas la escuché en la tele contar que cuando había hecho la película había alucinado, porque, cito de memoria, antes de hacerla no tenía ni idea de «el follón» que se había montado en Barcelona en mayo del 37. Acto seguido soltó la típica perorata sobre eso de que si la guerra civil fue una lástima porque cercenó la República democrática y tal, y yo me preguntaba cómo se puede sostener la dicha opinión, o cualquiera, sobre la materia, sin tener antes información sobre, entre otras cosas, «el follón» que se montó en Barcelona en mayo del 37.
Los actores han adquirido condición de intelectuales por interpretar a los personajes que inventan los intelectuales. Es lo mismo que si considerásemos ingeniero a Fernando Alonso por saber pilotar una complejísima obra de ingeniería como es un fórmula uno. Pero es un hecho que la mayoría de la gente no percibe la incongruencia básica de este plantemiento. Y, además, al mismo tiempo que descubrían la política, los actores descubrieron su tirón mediático. El hecho, también filosóficamente absurdo pero en cualquier caso real, de que el humano medio es más proclive a adoptar la opinión que tenga George Clooney sobre los alimentos trasgénicos que la que tenga un ingeniero químico medioambiental con un máster del MIT y siete doctorados honoris causa. Clooney es bien parecido y en cambio el ingeniero tiene los codos pelados de tanto estudiar, está fofo y es feo. Y no lo conoce nadie.
Así las cosas, actores que para parir a su churumbel alquilaron no sé cuántas habitaciones de la misma planta de un hospital californiano, o sea que se lo pueden pagar, suben a la palestra a decir que el problema del cine es que la Administración no pone pasta, bien sea poniéndola (subvención), bien sea no cobrándola, esto es dejando al cine fuera del arreón fiscal que nos llega con la crisis y que afecta a otras muchas cosas (de hecho, por pura teoría de los vasos comunicantes, se les debería aplicar más si al cine se le bajase el IVA). Desde un punto de vista liberal, se podría pensar que a lo mejor el problema es que ellos, que tienen pasta (el churumbel, California, bla), no la arriesgan. De donde cabe deducir que la idea central de nuestra gente del cine es que éste no debe basarse en ser una práctica de riesgo; porque si lo pensasen, arriesgarían una pasta que, salvo noticia en contrario, sigue en sus bolsillos.
Yo creo que éste es el elemento nuclear que me separa del cine español. Mucho más que considere (que lo considero) que es, básicamente, de cuestionable calidad. Me cuesta entender que alguien crea que para poder dar un salto, alguien tiene que ponerle una red, aunque sólo sea media red; por la simple razón de que el parado que ayer capitalizó su prestación y hoy está pagando con gran sacrificio los 17.000 euros de traspaso de una taberna, no tiene ni un cuarto, ni un tercio, ni siquiera una décima parte de red. No acabo de entender por qué ese colombiano que se recicla de encofrador a cocinero/camarero tiene que arriesgarse al 100%, pero el que hace una película lo tiene que hacer en un porcentaje menor.
El cine español no quiere difundir la cultura. No quiere hacer eso porque, si quisiera, sería el primero en decir que hay que instrumentar un sistema para que obras como El otro lado de la cama o Pagafantas no puedan subvencionarse, porque no son cultura (otro de los triles del lobby del cine es llevar a la gente a creer que cultura y entretenimiento son la misma cosa). El cine español, ya lo he dicho, no quiere difundir la cultura; quiere construir un corralito de seguridad, un corralito dentro del cual sea posible vivir sin someterse al juicio del mercado, o sea del público. Y lo curioso es que convoca, en solidaridad con ello, al propio público; y éste se la otorga, con lo cual, lo tengo que escribir así, ya no sé cuál de las dos partes está más perdida en la vida.
Hay un mal en la cultura y el espectáculo españoles que está ya tan profundamente enraizado que yo creo que es imposible de extirpar. Este verano pasado, conduciendo, escuché en Radio 1 una entrevista creo (no estoy seguro, por ahí habrá algún podcast) que a Kiko Veneno, que por entonces sacaba disco y empezaba a girar en conciertos propios de la canícula. Se quejaba Veneno de lo mucho que los tiempos han cambiado, y decía algo así como (resumo de mis recuerdos): «antes, cuando actuabas, el Ayuntamiento te pagaba por hacerlo, y ya estaba; ahora tienes que ir a taquilla, y te llevas, o no te llevas, dependiendo de que la gente vaya, o no»... señores de la cultura (y del espectáculo): eso que para ustedes, para Kiko Veneno, es una realidad nueva, es el panem noster quotidianum para el resto del mundo. A nuestro amigo colombiano, el de la taberna, el Ayuntamiento de Getafe no le compra los primeros 300 cafés, los sirva o no. Su primo Washington Jesús lleva dinero a casa si coge pasajeros en el taxi; y si no, no. De hecho, es que ni siquiera hay que salir de la cultura. Hay en el mundo mogollón de concertistas clásicos, pintores, escultores, novelistas, que no cobran si no venden; no cobran si a la gente no le molan sus interpretaciones, o sus obras.
Una de las cosas que hacen mucho los actores y cinéfilos en general es reinterpretar el pasado. Estos días, en foros y comentarios varios que surgen en internet al calor de la pasada gala goyesca, se recuerda eso de que los artistas siempre han disfrutado el mecenazgo, así que no hay de qué sorprenderse de que se pida la subvención. Confundir mecenazgo y subvención es un error gravísimo; de hecho, es un error tan grave que lo racional es renunciar a explicarlo, porque es tan evidente que quien está en condiciones de entenderlo, lo entiende sin esfuerzo; y quien no lo entiende, no lo hará así se lo expliquen las marionetas de Barrio Sésamo.
Pero, en todo caso, este argumento comete la falacia, las más de las veces inconsciente todo hay que decirlo, de olvidar que los ejemplos de mecenazgo que se manejan son los positivos, esto es los ejemplos de quienes se beneficiaron de ello. La protección que el conde de Floridablanca otorgó a Francisco de Goya, por ejemplo. Sin embargo, para poner las cosas en auténtica perspectiva, deberemos recordar que Goya no era el único pintor que pululaba por Madrid a finales del XVIII. Había otros muchos, de los que sabemos poco o incluso nada; y nada sabemos de ellos porque, siendo como eran peores pintores que Goya, nunca atrajeron el interés ni de Floridablanca, ni de la Corte, ni de nadie, y tuvieron, con seguridad, que malvivir de vender sus lienzos a cuarto, o dedicarse a otra cosa que les pusiera comida en la mesa.
Lo que pretende el cine español, básicamente, es que todos los pintores de aquel Madrid, los buenos y también los malos, puedan ser pintores. Quieren un sistema en el que la opinión de la gente sobre El albañil herido no importe una mierda y que, de hecho, esta obra maestra tenga que convivir, colgada en una pared a la misma altura, con cualquier cagarro polícromo abortado por cualquier tonto'l'haba que se crea pintor, ergo merecedor de subvención. Es algo lógico y humano: no quieren tener que discutir entre ellos sobre quién hace buen cine y quién lo hace malo, quién actúa bien y quién interpreta como el culo. Su concepto de juzgar la labor del cine español es la gala de los Goya: un acto en el que ellos mismos se juzgan a ellos mismos. Una especie de meritocracia cooptada. A costa del contribuyente, of course. Deberían meditar un poco sobre el pequeño detalle de que algunos de sus creadores más exitosos, en el campo de la cultura o del mero entretenimiento fílmicos, sean, precisamente, quienes menos van a ese acto.
Dice el presidente de la Academia de la cosa que hacer cine en España es un acto heroico. Hay gente que piensa, que lo ha pensado muchas veces en distintos momentos de los últimos cuatro mil años, que es que, en realidad, un acto de creatividad que no se plantee en condiciones épicas corre peligro de ser cualquier cosa menos una obra de arte. Las confesiones de Enrique Jardiel sobre cómo era su vida en el momento en que estaba escribiendo algunas de las páginas cumbre de la comedia escénica española; la afirmación becqueriana de que no se puede versificar el amor si no se ha perdido; tantos y tantos casos nos enseñan que cuando se crea desde un sillón bol y con el riñón tibio, se corre peligro de parir creaciones contrahechas, aburridas, sosas, faltas de ritmo, autocomplacientes, monotemáticas. Entiéndase: nadie en su sano juicio desea que otra persona deba realizar su labor en condiciones incómodas. Pero llama la atención que un creador intelectual no apele, en circunstancias comprometidas, de pobredumbre o escasez de medios, a la creatividad, a la grandeza del intelecto humano, a la capacidad de hacer, en el peor de los momentos, la mejor de las obras. No. Apela a que la fiscalidad ponga las entradas baratas (porque de ponerlas ellos mismos, ni hablamos), y a que vuelva el torrente de dinero. En otras palabras, Alejandro Amenábar se equivocó rodando Tesis. Tenía que haber esperado a que la Comunidad de Madrid le soltase una pastizara y poder rodar Titanic en el lago de la Casa de Campo.
Aquí tiene que haber algo que no pillo, seguro.
No lo veo. La inversión publica en cine es estratégica . Devuelve mucho más de lo que gastas. En Francia y EEUU, lo hiperprotegen. Para lo pequeño que es el español no es tan malo. La inmensa mayoría de las películas americanas son pura basura. La iniciativa publica está para algo. Sin dinero público no se puede montar una industria potente que proyecte el español en todo el mundo.
ResponderBorrarSin dinero público no se puede montar una industria potente que proyecte el español en todo el mundo
BorrarEsa es la clave: el cine es una industria y debería tratarse como tal. Siendo muy poco amigo de dar subvenciones, creo que éstas deben darse para fabricar un producto que responda a las necesidades del público y no a la de cuatro amiguetes.
El éxito de la opinión de los actores se debe, simple y llanamente, a que la gente es imbécil y termina creyéndose que un actor que interpreta a Einstein es, en realidad, un genio de la física.
No lo veo. La inversión publica en cine es estratégica . Devuelve mucho más de lo que gastas. En Francia y EEUU, lo hiperprotegen. Para lo pequeño que es el español no es tan malo. La inmensa mayoría de las películas americanas son pura basura. La iniciativa publica está para algo. Sin dinero público no se puede montar una industria potente que proyecte el español en todo el mundo.
ResponderBorrarA ver: la inversión en el cine, ¿es estratégica (= hay que hacerla porque sí, aunque cueste) o devuelve mucho más de lo que gasta (=es un chollazo para el Estado)? Además, ¿quién hace esos cálculos? Porque, claro, si lo que comparas es, un suponer, TODO el IVA que generan las entradas de cine más TODO el IRPF que generan todas las personas que trabajan para la industria del cine y la exhibición, y eso lo comparas con TODAS las subvenciones, estás haciendo un truco. Porque al primer término de la comparación le tienes que quitar el IVA y el IRPF que generaría la industria del cine sin subvenciones. Y eso, ¿cómo, quién, con qué metodología, lo calcula? ¿Lo calcula?
BorrarY, sí. La iniciativa pública está para algo. Está para que una persona de 82 años con un cáncer casi terminal que cuida de un nieto autista de 30 años porque los padres del chico murieron en un accidente de tráfico, se pueda morir tranquilo pensando que el muchacho no va a caer en la indigencia o en la caridad.
Mientras haya una sola persona así, un solo minuto, en una sola ciudad de España, darle un solo euro a "Pagafantas" me parece inmoral.
"La inmensa mayoría de las películas americanas son pura basura"
BorrarTal vez sea así, pero no las paga el contribuyente.
Lo que hace, normalmente, el proteccionismo, es debilitar el sector al que protege (al hacerlo menos competitivo). Las subvenciones al cine, concretamente, fomentan la mediocridad, la proliferación de cazadores de rentas (rent-seekers), y el alejamiento con respecto a las preferencias del público.
Usted solo parece ver ventajas en clave patriótica (el fomento del español y todo eso). Sin embago, en toda medida proteccionista, en toda actividad subvencionada, hay costes ocultos. Le recomiendo la lectura de una obra fundamental del pensamiento económico titulada "Lo que se ve y lo que no se ve". El autor es Frederic Bastiat. Es muy breve y se lee fácilmente:
Lo que se ve y lo que no se ve (PDF)
El cine español, por lo demás, no es tan pequeño: en 2012 se produjeron 182 largometrajes (datos oficiales del Ministerio de Cultura), y más de 200 cortometrajes:
En 2011, los subvenciones al cine español superaron en más de un 50% a los ingresos por taquilla. Por tanto, lo que es pequeño es la preferencia del público por esa producción.
Este tema da mucho de sí, porque se puede abordar desde diversos ángulos. Por un lado, es una manifestación de corporativismo gremial que busca conseguir mayores facilidades a través del poder político, bien sea poniéndose de su lado (PSOE) o tirándole de las orejas (PP). Hasta ahora, la estrategia ha funcionado bien. Los primeros los tratan como aliados y amigos; para los otros, este gremio es como una serpiente a la que tiene que dar de comer con los fondos públicos por miedo a sus mordeduras.
ResponderBorrarPor otro lado está el sectarismo, que es parcialmente interesado en tanto que forma parte de la estrategia que acabo de señalar, pero que es también reflejo de una cosmovisión compartida y provomida por aquellos que llevan la voz cantante dentro del gremio. Esta cosmovisión, esta "Weltanschauung progre", produce en quienes la adoptan una suerte de complejo de superioridad moral, una atalaya desde la que juzgar e impartir justicia; como corolario, también otorga derecho a privilegios.
El fenómeno se puede analizar también a la luz de la teoría de Gustavo Bueno acerca del Mito de la Cultura, como forma secularizada del Reino de la Gracia. Esta estatus especial, cuasi sagrado, de la Cultura, que a menudo tiene su expresión en el concepto de "excepción cultural", que es uno de los argumentos que se esgrimen para justificar y exigir la ayuda del poder político por medio, fundamentalmente, de subvenciones y privilegios fiscales, medidas proteccionistas que tendrían como efecto sustraer a los miembros de este gremio de las exigencias del mercado.
Aún recuerdo un programa de debate en la 2 de TVE, hace ya unos cuantos años, dedicado al tema del cine español y las subvenciones, con la participación de un miembro destacado del gremio (Fernando Trueba) un importante productor (no recuerdo su nombre), la ministra del ramo (que entonces era Carmen Calvo) y un pobrecillo y joven bloguero dedicado a hacer crítica de cine, que ejercía el papel de detractor de las subvenciones y al que, entre todos, machacaron a gusto. Comenzó la sesión con un panegírico dedicado al Estado por parte del Sr. Trueba. Terminó con la publlicación de los resultados de una encuesta que se había hecho entre el público: había en torno a un 85% de contrarios a las subvenciones. Aquello fue un jarro de agua fría para la mayoría de los allí reunidos. El Sr. Trueba, particularmente, se mostró bastante molesto con aquel resultado y aludió al sesgo de la encuesta.
ResponderBorrarEn eso quedó la cosa.
¿EE.UU. hiperprotege el cine de Hollywood? ¿De qué manera?
ResponderBorrarEborense, strategos
Amigo Juan, estas cosas no se pueden decir en España, aunque sean verdad.
ResponderBorrarYo tampoco creo que el cine español sea peor, en general, que el americano o el francés. Lo que sí veo es una actitud obviamente rendida de los medios de comunicación, pero porque siempre están implicados en la creación de estos productos. Es como si yo dijera en mi periódico que mis relatos son buenos. ¡Coño! ¿Es que te va a sorprender? ¿En serio no sabías que en este casino se jugaba?
ResponderBorrarDe todos modos, permíteme dos comentarios:
-Si bien es cierto que otros gremios artísticos están, digámoslo así, a la "intemperie", el coste de los medios de creación de una película es muy superior al de una novela o el de un tebeo. Quizás el problema no es que pidan subvenciones, sino que falten grandes estudios.
-Estoy de acuerdo, no obstante, en que esa actitud es mala y se contagia con mucha facilidad. Recuerdo que hace unos años un aspirante a dibujante de tebeos se quejó amargamente sobre que el público no quisiera leer trabajos españoles y prefiriera "basura americana, basura japonesa" (más o menos) y propuso la creación de un impuesto para el tebeo (lllamémoslo barco). Otra conocida aspirante a dibujante le contestó que ella creía en el esfuerzo personal, que era el verdadero espíritu del artista.
ResponderBorrar¡En menudo jardín te has metido! ¡Olé tus huevos! :-)
Tengo sólo un par de objeciones menores.
Yo sí creo que hay sectores más "protegibles" que otros por su importancia a largo plazo, aunque es evidente que no nos pondremos todos de acuerdo en cuáles son y en qué medida. Para colmo, es inevitable que acabes protegiendo a muchos "malos" y "cazarentas" y dejes fuera a muchos "buenos", por lo que el problema práctico es de aúpa.
Centrándonos en el tema, desde luego, para mí el cine en su conjunto sí es una expresión cultural pero no me atrevería a considerarla "estratégica" como lo considera un comentarista un poco más arriba. Una buena medida, no exenta de problemas, sería que estuviese garantizado que si una película recibe subvenciones (no prestamos) los productores siempre pierdan dinero si la película es deficitaria o no alcanza ciertos niveles de apreciación en taquilla (léase, espectadores). Además nadie que participe en esa película (actores, vestuario, etc) debería obtener una renta elevada (a ver quién dice qué es elevada). Se trataría de conseguir que las subvenciones se equilibren con los gustos del público. Desde luego, soltar dinero público que luego, ese público, en referendum taquillero, no aprueba me parece, aparte de inmoral, hasta antidemocrático. Es de los pocas subvenciones que pueden tener un refrendo popular.
En lo que tiene razón el mundo del cine es en las prácticas abusivas de las grandes distribuidoras de EEUU del tipo, "si quieres la película de éxito tienes que comprarme estas otras cinco películas basura". Pero eso no se arregla con subvenciones.
Por lo demás, los actores en todos lo sitios creen ser cultos por participar en un producto cultural independientemente de su nivel intelectual real. No es un caso español ni europeo. Y el tirón mediático es también común. Y no sólo al cine. Todos los famosos por cualquier concepto son requeridos en todo el mundo para protagonizar anuncios y salen a apoyar al Obama de cada país. Recuerda el caso de de Angelina Jolie y su mastectomía preventiva. Y qué decir de los ingresos extradeportivos de los jugadores de la NBA.
En fin, en un mundo mediático, forzoso es que los protagonistas exijan trato de favor y tengan un tirón excesivo. Cada época tiene sus grandes popes.
Saludos
En mi opinión el grave problema es que el cine español hace muchos lustros que entró en un esquema de producción en el que la subvención no era la excepción, la "beca" que se daba a situaciones especiales por su especial excelencia o la dificultad de producción en libre mercado de determinadas obra de interés general, sino la norma, con ese descabellado sistema de financiación pública que exige una taquilla mínima para otorgar la pasta (cuanto más he intentado averiguar sobre el sistema para encontrarle lógica menos sentido le he encontrado...). Por lo tanto, estamos ante un sistema de producción dopado. Cuando se quita el doping, como le pasaría a cualquier atleta en su caso, no alcanza las marcas. ¿No las alcanza porque no da para más, o porque no se ha entrenado como debiera anteriormente debido a la comodidad del dopaje?, pues no se sabe. Y el resto se dopa, claro que sí, con abuso de posición dominante en lugar de ayudas del Estado, pero el problema lo tienes tú. El debate sobre si se debe promocionar, ayudar, subvencionar al cine o a cualquier otra manifestación cultural es válido, pero el debate que no se tiene es cómo y de qué manera. Y aquí se abusa del peor argumento de la historia: "ya, no es perfecto, pero es como lo hemos hecho siempre y hasta ahora ha funcionado"
ResponderBorrarLos americanos van a muerte con su cine. Emplean hasta las embajadas. Es mentira que el cine americano no recibe ayudas. Que la gente del cine sea en su mayoría de izquierdas es normal. Lo raro seria que los notarios o registradores fueran troskistas.Prueba a quitar el doblaje o dejarlo sólo para diez o doce peliculas al años y el panorama cambiaria radicalmente. No es cierto que los productores no se arruinen. Son pymes dan quiebra y crean otra para la siguiente película. Sin iniciativa pública no existiría google .....
ResponderBorrarEste es un argumento que se ve mucho por la red. Te ha faltado citar el ejemplo de Gran Torino, que fue subvencionada con el presupuesto de no sé qué Estado de la Unión con chorrocientos millones de dólares. Pero, claro, se te olvida que las ayudas al cine norteamericano son ayudas con expectativa de retorno, puesto que, sin ir más lejos, Gran Torino dio bastante más pasta que los famosos chorrocientos de la subvención. Como bien dice Bondini en un comentario anterior, el cine español no recauda ni la mitad de lo que se le da. Y, ojo, que la recaudación es para muchas más cosas que para devolver eventualmente la subvención.
BorrarEl argumento de que «sin iniciativa pública no existiría Google», aparte de ser un contrafactual incomprobable, tampoco lo veo. Porque Google es una empresa de éxito, y el cine español, no. De hecho, se le puede dar la vuelta. Se puede decir: «Las subvenciones al cine español tendrían sentido si sus películas fuesen el Google del cine mundial».
Si quitas el doblaje o lo dejas sólo para diez o doce películas al año lo que conseguirás es cerrar las salas de cine y que quiebren las distribuidoras extranjeras en España, pero no necesariamente que la gente vaya a ver películas españolas. No es un juego de suma cero.
BorrarEso es como cuando se contabiliza la piratería de software, música o pelis como ventas no producidas. Algo hay por supuesto, pero la mayor parte de la gente no compraría todos los DVD que piratea. Incluso en alguna medida hasta ayuda a la popularidad de lo pirateado e impulsa ventas por otro lado. Imposible saber la cuantía de ambos fenómenos. Yo te aseguro, que si una película no me interesa no voy al cine independientemente de que haya o no otras películas. Y yo soy un poco raro, pero creo que en eso me parezco a mis congéneres.
Y estoy de acuerdo en que hay un problema de distribución, pero que faltan películas que interesen al público creo que es indiscutible. El mundo del cine a lo mejor no puede cambiar los problemas externos (ninguno podemos), pero deberían aplicarse a solucionar los problemas internos (los demás lo hacemos).
Tal y como está montado el tema de las subvenciones es una droga blanda que sirve para que el cine español no compita ni consigo mismo. Si yo fuese una distribuidora extranjera apoyaría a muerte las subvenciones al cine español y el mantenimiento del statu quo.
Por cierto.: si se restringiese muy fuertemente el doblaje para que la gente fuese a ver películas de cine español, ¿acaso no reclamaría la industria del doblaje ser subvencionada para sobrevivir?
BorrarOtrosí, como no querías caldo...
La última ganadora de los Goya recaudó 800.000 euros, no porque sea mala sino por que la quitaron de los cines a los cuatro días para dejar sitio a las distribuidoras americanas que de hecho controlan el cine en España.
ResponderBorrarDe donde se deduce que,de apostar por algo desde el ámbito público, no debería ser por la creación. Sino por la distribución.
BorrarEse problema, por cierto, no lo tienen sólo los señores del cine. Háblate dos palabras con los intérpretes clásicos y ya te contarán el peso que tiene España y lo español a la hora de hacerse presente en el mundo de los grandes conciertos internacionales. Ellos lo resuelven tocando o cantando de puta madre.
Desde mi desconocimiento diría que a la ganadora de los Goya la quitaron de la cartelera porque la gente no iba a verla.
BorrarA lo mejor el problema es que quien hace cine en España está más preocupado por hacer el cine que le gusta en lugar del cine que gusta al público.
Si la industria del cine en España empezara a pensar que puede que el problema lo tengan o incluso sean ellos y se dejasen de echar la culpa a las grandes distribuidoras, al Gobierno, al público que no va a ver ‘su cine’ o al sursuncorda puede que hiciesen que su negocio funcionase. Porque puede que haya cine que sea Cultura, pero en mi opinión el cine es básicamente un negocio como otros muchos. Eso sí este negocio parece que se sostiene con subvenciones públicas.
De aquellos polvos estos lodos.
ResponderBorrarDurante los 60, 70 y los primeros 80, hasta la llegada del PSOE en 1982, funcionó en España una industria cinematográfica real. Bastante raquítica, pero estaba allí.
Desde luego tenía su respiración asistida, sesiones dobles, cines de barrio y verano, ausencia de la red o los videoclubs, una sociedad distinta a la nuestra.
Pero se las apañaba para atraer espectadores. En buena medida gracias a una serie de títulos que a los cinéfilos exquisitos repugnaban, pero tenían su público: las comedias tipo "Cine de barrio" con el buque insignia de Paco Martínez Soria, las comedias con niño con Marisol o Joselito, los gazpachos western, las películas de terror hispano (el hombre lobo con boina), el cine folclórico, el destape puro y duro, las comedietas de Mariano Ozores con Pajares y Esteso, las películas de cantantes infantiles como Parchís o Regaliz...
Cosa que además daba espacio a títulos de calidad real de gente como Carlos Saura, Erice, Berlanga y demás.
Y en esas llega Pilar Miró, alguien de dentro. Y (cito de memoria) afirma que piensa limpiar al cine español de bodrios.
El problema de su política de subvenciones que con cambios continúa hoy en día, no fue que se llevara por delante todo lo anteriormente citado... porque no lo hizo. Todos esos géneros y subgéneros estaban muertos o en estado comatoso.
Pero es que la dichosa política arruinó a las débiles productoras que iban por libre, al tiempo que quedó claro que para sobrevivir había que ser de la manada y tener el plácet del mandamás de turno.
Un par de décadas después, ante una renovada política de subvenciones ya todo se desbocó. El negocio fue hacer películas para trincar. Importaba un comino si se estrenaban o no.Encima la gente se dedicó a lo fácil, sexo y más sexo, pero no desde un punto de vista elegante o sofisticado, sino como los pajilleros que, mucho me temo, demasiados talentos no habían dejado de ser. Y el acabose fue encabronar a medio país con una militancia más forma que fondo, pero que ahuyentó a público potencial para nada.
Mientras la pasta pública llegaba, eso no importó. Pero aquí llegó la crisis.
Y en eso estamos hoy.
Y en cuanto a los Goya, pues bueno, cada vez parece más una secta de iniciados, con una realización mediocre (menos mal que ya no cortan a los homenajeados en el In Memoriam para poner al cantante de turno), humoristas sin gracia, galardonados curiosos, sectarismo político (cierto año y no precisamente el del "No a la guerra" fue todo un aquelarre) y discursos demagógicos.
Rafael.
Casi en acuerdo total. Casi, porque eso del hombre lobo con boina, no te lo paso. Paul Naschy era TOTAL. Y la peli suya ésa en la que Drácula y el hombre lobo acaban a hostia limpia, LO MEJOR.
BorrarEstimado Juán:
BorrarLo de "Hombre lobo con boina" lo leí hace muchísimo en el suplemento "Tentaciones" y se me quedó en la mente.
Personalmente prefiero "La noche del terror ciego" con los templarios vampiros de Amando de Ossorio pero debo precisar que del bueno de Jacinto Molina (q.e.p.d.), me temo que no he podido ver las películas de Valdemar Deninski, aunque me encanta en "Buenas noches señor Monstruo" jugando a los bolos con la calavera o lanzando zarpazos al aire tras caer por la ventana, cubierto de vendajes.
Y que quede claro que todo lo citado cuenta con mi simpatía y en no pocos casos mi aprecio. Tengo buenas tragaderas para la "serie z posterior, aumentada con caracteres amáricos". Lo que no me gusta es que me hagan trile y me lo traten de vender como maravillas incomprendidas.
Y supongo que parte del problema es que muchos de nuestros cineastas se lo creyeron de verdad, que estaban en una especie de misión divina, cruzada anti fascista o realizando obras que ridiculizarían a Rosellini.
Rafael.
Por cierto, una pregunta tonta: si el problema es la distribución, ¿por qué no se forran a vender DVDs las películas españolas?
ResponderBorrarSolo quiero expresar mi absoluto acuerdo con el articulo. Me ha parecido, genial, valiente, correcto en todas sus manifestaciones. Sin desperdicio.
ResponderBorrarBuenas. Entiendo que el autor de esta entrada cosidera, para ser coherente con su discurso sobre la industria del cine español, que no se dé ninguna subvención a ningún sector de la industria española (coches, bienes de equipo, etc) o, en definitiva, a ningún sector de la economía (banca, minería, etc...). Así que supongo que también querrá quejarse de todo el dinero que se ha dado a esos sectores, que es infinitamente mayor en cantidad que lo recibido por el cine español.
ResponderBorrarBuenas, supongo que el autor de esta entrada considera, para ser coherente con su discurso sobre el cine español, que no se debe subvencionar ningún sector de la economía española: fabricación de coches, minería, banca, etc..que, por cierto, han recibido muchísima más cantidad de dinero que el cine.
ResponderBorrarAcertaste. La única duda que tengo es la de la banca; porque la banca lo único que hace, como cualquier otra empresa financiero, es administrar recursos de terceros, que por lo tanto no son suyos. Y, cuando cae la banca, sí, cuatro millonarios se van a la mierda (que no se van a la mierda) y tal vez a la cárcel; pero mucha gente se queda sin sus ahorros.
BorrarCyprus dixit.
Borrar