El nacionalismo gallego, en 1931, está ampliamente
necesitado de un movimiento que resuelva tanto su fragmentación como la
confusión introducida sobre todo por la ORGA. Este paso será la creación del
Partido Galeguista; pero antes de eso hemos de hablar de las elecciones a
Cortes Constituyentes.
La Asamblea estatutaria de junio de 1931, que como ya
hemos visto fue más bien un montaje de la ORGA que pasó completamente de otros
desarrollos, tomó como decisiones más importantes dar por permanentemente
constituida su mesa presidencial, así como elaborar una ponencia de Estatuto
que sería remitida a los ayuntamientos gallegos, diputaciones y demás
entidades, con el compromiso de que los diputados gallegos en las Cortes
constituyentes (que la ORGA esperaba, con bastante lógica, acaparar en buena
medida) lo llevasen ante las mismas. Como pueden ver aquellos de mis lectores
que sean versados en el proceso estatutario catalán en la República, Galicia,
probablemente a causa de los contactos muy frecuentes entre los nacionalistas
más conservadores y los nacionalistas catalanes, va siguiendo los pasos de
éstos.
El 20 de mayo, el Comité Ejecutivo de la FRG-ORGA
declaraba su decisión de ir en coalición con los socialistas (incluso se
juntaron los radicales en alguna circunscripción). Esta decisión tiene como
consecuencia la presentación de dos candidaturas en coalición en La Coruña y
Lugo. En Orense, sin embargo, fueron muy distintas, pues allí la FRG se alió
con el Partido Nazonalista Repubricán y el Partido Radical-Socialista;
mientras que el PSOE y el Partido Radical hicieron coalición por su cuenta. En
Pontevedra, por último, a la coalición FRG-PSOE se une el político radical
Emiliano Iglesias. Sucintamente, esto viene a querer decir que la ORGA consigue
optar con muchas garantías a los puestos de las mayorías, mientras que los de
las minorías serán escenario de la lucha entre formaciones nacionalistas y de
derechas.
El nacionalismo gallego propiamente dicho (porque no me
cansaré de decir que la ORGA no era
una formación propiamente nacionalista) intenta aprovechar el tirón de las
Irmandades da Fala creando su brazo político, el Partido Republicano
Autonomista Gallego; pero eso, en realidad, sólo le sirve para darse cuenta de
que el tal tirón es más bien relativo. Aun así, en Pontevedra y Orense fue
capaz de presentarse por su cuenta, mientras que en La Coruña y Lugo hubo de
integrarse en las candidaturas republicano-socialistas. En Orense existía el
ya citado Partido Nazonalista
Repubricán, y en Pontevedra se había creado un Partido Galeguista de carácter
local. Este grupo es el que, en diciembre de ese año, provocará la convocatoria
de la VII Asamblea del Nacionalismo de la que nacerá el PG. En las elecciones
se presentó por las minorías, ganando el asiento de Castelao.
Los elegidos fueron los siguientes:
Por La Coruña:
- Santiago Casares Quiroga, FRG/ORGA, 88.470 votos.
- Antonio Rodríguez Pérez, FRG/ORGA, 75.498 votos.
- Ramón Beade Méndez, PSOE, 69.164 votos.
- Salvador de Madariaga, FRG/ORGA, 68.783 votos.
- Alejandro Rodríguez Cad, FGR/ORGA, 68.741 votos.
- Antonio Villar Ponte, FRG/ORGA, 68.089 votos.
- Edmundo Lorenzo, PSOE, 67.794 votos.
- Ramón Tenreiro, FRG/ORGA, 65.266 votos.
- Emilio González López, FRG/ORGA, 64.048 votos.
- José Mareque Santos, PSOE, 56.486 votos.
- Ramón Suárez Picallo, FRG/ORGA (aunque nacionalista), 55.054 votos.
- José Reino Caamaño, independiente, 47.258 votos.
- Roberto Novoa Santos, FRG/ORGA, 44.953 votos.
- Luis Cornide Quiroga, Acción Social Republicana, 44.705 votos.
- Benito Blanco Rajoy y Espada, independiente (adherido al grupo FRG/ORGA), 43.378 votos.
- Leando Pita Romero, agrario independiente (también adherido al grupo FRG/ORGA), 43.181 votos.
En Lugo:
- Ubaldo de Azpiazu y Artazu, radical, 57.485 votos.
- José Lladó Vallés, independiente, 53.852 votos.
- Enrique Gómez Giménez, Derecha Republicana, 51.709 votos.
- Luis Recasens Siches, Derecha Republicana, 49.429 votos.
- Gerardo Abad Conde, radical, 48.660 votos.
- Rafael Vega Barrera, radical, 43.716 votos.
- Manuel Becerra Fernández, radical, 40.856 votos.
- Manuel Portela Valladares, independiente, 37.171.
- Daniel Vázquez Campo, FRG/ORGA, 32.087 votos.
- Francisco José Elola y Díaz Varela, radical, 31.910 votos.
En Orense:
- Luis Fábrega Coello, radical, 41.327 votos.
- Basilio Álvarez Rodríguez, radical, 38.420 votos.
- Ramón Otero Pedrayo, FRG/Partido Nazonalista Repubricán, 35.443 votos.
- Alfonso Pazos Cid, radical-socialista, 31.464 votos.
- Justo Villanueva Gómez, radical, 30.714 votos.
- Manuel Martínez Risco, Acción Republicana, 29.761 votos.
- José Calvo-Sotelo, independiente, 27.493 votos.
- Alfonso Quintana Peña, PSOE, 26.647 votos.
- Manuel García Becerra, radical-socialista, 26.426 votos.
Por último, en Pontevedra:
- Emiliano Iglesias Ambrosio, radical, 45.000 votos.
- Enrique Heraclio Botana, PSOE, 43.000 votos.
- Alejandro Otero Fernández, PSOE, 42.000 votos.
- Manuel Varela Radio, FRG/ORGA, 41.000 votos.
- Joaquín Poza Juncal, FRG/ORGA, 40.000 votos.
- Bibiano Fernández Osorio, FRG/ORGA, 40.000 votos.
- Eusebio Arbones Castellanzuela, PSOE, 40.000 votos.
- José Gómez Osorio, PSOE, 40.000 votos.
- Laureano Gómez Paratcha, FRG/ORGA, 40.000 votos.
- José López Varela, radical, sin escrutinio.
- Alfonso Rodríguez Castelao, Partido Galeguista de Pontevedra, sin escrutinio.
- Ramón Salgado Pérez, radical, sin escrutinio.
Con estos resultados, la ORGA conseguía lo que Casares
siempre había perseguido: mostrar en Galicia unos resultados electorales
notablemente distintos a los observados en la mayoría de España a causa de la
particularidad de voto de su formación que, con 14 escaños, casi tenía un
tercio de los representantes elegidos (lo cual dejaba a radicales y socialistas
en peor posición de la que obtuvieron en la mayoría de las regiones). Este
particularismo, sin embargo, era un particularismo republicano, en mayor medida que nacionalista.
De hecho, como ya reconoció Novoa Santos en el discurso
por el cual presentaba a la minoría gallega en las Cortes, el grupo
parlamentario puramente galaico presentaba entre sus miembros hondas diferencias
ideológicas y, lo que es más importante, conceptuales en lo que se refería a la
organización que debía de tener el Estado. En aquel grupo, en efecto, había una
minoría de diputados de convicciones federales, que se combinaban con los
puramente galleguistas y, finalmente, los partidarios de lo que entonces se
llamaba «Estado integral» y que, básicamente, es lo que hoy llamamos Estado de las
autonomías. Los gallegos venían utilizando este fistro conceptual de «autonomía
integral» desde 1918, que fue el año en el que lo parieron las Irmandades da
Fala para, así, poder compatibilizar su nacionalismo con la defensa de la integración
de Galicia en España. Por lo demás, la ORGA se posicionó claramente como fuerza
federalista, al estilo pimargalliano; aunque, en una demostración más, por si
hacía falta, de que aquella formación, más que un elemento ideológico
cohesionado, era más bien un momio montado por Casares a la mayor gloria de su
carrera política, cuando el político coruñés entró en el Gobierno y éste abrazó
la solución integral o autonomista, cambió de opinión, netamente y sin discusiones,
como hay quien dice que jamás hace un gallego.
Los arabescos conceptuales del republicanismo gallego
fueron muchos. Sin ir más lejos, Novoa Santos, en la sesión del 2 de septiembre
de 1931, soltó una que casi es de El
Mundo Today, pues afirmó, sin pestañear, que España no debía ser ni federal
ni unitaria (centralista, decimos nosotros), sino «integral y pluritaria». Con
dos testículos. Eso sí, también afirmó un principio que estaba destinado a
prender muy hondo en las raíces del debate social gallego: el concepto de que «sólo
una autonomía económica es capaz de libertarnos del régimen de opresión bajo el
cual hemos vivido durante largos siglos». Porque si los catalanes se creen que
han inventado eso de Madrid ens roba,
es que nunca han hecho la peregrinación jacobea, o cuando la hicieron estaban
mamados.
El republicanismo no nacionalista de la ORGA, auténtico
suero salino de aquel grupo parlamentario de la Minoría Gallega, se hace bien
evidente en la relativa infravaloración que realizaba de las claves de bóveda
de todo nacionalismo: ese mismo día 2, Novoa explicó que «los llamados hechos
diferenciales, la lengua, la raza
[sic], la cultura, son hechos adjetivos
que derivan de una esencia común: la esencia común hispánica».
Hagamos notaría de un hecho, con los años, importante. La
primera vez que en aquel debate constitucional, y por ende en la Historia de
España, se oyó hablar de un esquema de «café para todos», esto es autonomía
para todas las regiones, fue en la intervención del debate constitucional de
José Ortega y Gasset. Y el gran apoyo que recibió, en medio de un silencio
conmiserativo del resto, fue de un diputado gallego: Ramón Tenreiro. En
realidad, Tenreiro puede considerarse el primer gran teórico del Estado que hoy
tenemos: «No toda España va a ser de la misma categoría; va a haber una España
mayor de edad, una España compuesta de regiones con su personalidad propia y
característica, y otra España más pobre de espíritu, menos personal, que va a
seguir con los municipios reunidos en viejas y gastadas provincias, y éstas
dependiendo directamente del Gobierno de Madrid». Con razón deberíamos llamar
al actual Estado de las autonomías, para bien y para mal, tenreirada.
Otero Pedrayo defendió una enmienda de la rama galleguista
del grupo para que el artículo 1 de la Constitución definiese España como un
Estado federal, «o», añadían, siempre gallegos, siempre conciliadores, «la
palabra que sustituya este concepto de una manera más adecuada». La enmienda,
quede para la Historia, fue firmada por Otero, Castelao, Suárez Picallo, Villar
Ponte, los orgos Gómez Paratcha,
Tenreiro y Fernández Ossorio-Tafall, y por el radical Basilio Álvarez.
Suárez Picallo, curioso diputado que a finales de ese año,
en la fundación del Partido Galeguista, escandalizará a todos declarándose
marxista, resumió muy bien el approach
de los políticos gallegos al tema central del nacionalismo: «en el principio de
la autonomía estamos de acuerdo absolutamente todos. Habrá después gradaciones
de esa autonomía, habrá alguna diferencia, la cantidad y la oportunidad de
recoger las facultades, todas o parte, que la Constitución nos brinda».
Antes incluso de que se aprobase la constitución, el Grupo
Gallego se rompió. La ORGA, cada vez más cercana a Acción Republicana y, por lo
tanto, al jacobinismo avant la lettre
de su líder Manuel Azaña, estaba rompiendo a trozos el Pacto de Lestrove, que
no es que fuera gran cosa, pero algo sí que era. El 2 de abril de 1934, cuando
se cree Izquierda Republicana, la ORGA se integrará en la misma. Cuando, en octubre
de 1931, el proyecto de Estatuto presentado ante las Cortes por los
diputados gallegos se arree una hostia del 42, la escisión ya será un hecho.
La cosa estaba hecha para que, para bien o para mal, el
nacionalismo gallego enseñase los dientes por sí mismo.
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