Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
El camino de Dios va de menos a más. Y en este recorrido ha llegado a Persia.
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
El camino de Dios va de menos a más. Y en este recorrido ha llegado a Persia.
Es cierto que el imperio y la civilización persas son cosas
muy estudiadas en los colegios y conocidas en general. Pero, a pesar de ello,
cabe decir que somos pocos conscientes de lo mucho que nos ha dejado la
civilización persa. Cada vez que, por ejemplo, encendemos una llama para
significar el recuerdo de los combatientes, estamos reproduciendo, siquiera
parcialmente, una vieja costumbre persa, de los tiempos de Darío, por la cual
el caudillo militar iba siempre precedido de una llama. Asimismo, aunque sea un
poco anecdótico el ejemplo, la costumbre de saludarse con un beso es de raíz
persa.
Como en tantas otras cosas, la primera semilla de la
distribución de la cosmovisión persa en la que podemos considerar nuestra
civilización fueron las conquistas de Alejandro Magno. El genio militar
macedonio puso a los griegos en contacto con el mazdeísmo, que, además, para
entonces ya estaba muy maduro como teología. Se sabe, en este sentido, que en
la famosa biblioteca de Alejandría se contaban por miles las obras que se
referían a Zaratustra o Zoroastro, lo cual da una importante medida de en qué
medida el mundo helenístico se sintió atraído por sus creencias.
Cuando Roma invade Asia Menor y el área de Siria, el imperio
parto y el romano se convierten en vecinos; y la permeabilidad entre ambos
viene a suponer la llegada de Mitra al orbe latino. Existen signos de cofradías
mitraicas en Roma aproximadamente medio siglo antes del nacimiento de Jesús;
pero es aproximadamente medio siglo después de su muerte, con los flavios,
cuando su presencia se hace realmente aparente. Con los antoninos y los severos
su influencia no hizo sino crecer, convirtiéndose en el culto no cristiano más
importante de los existentes, hasta el punto de haber hecho escribir a Renan,
en famosa cita, que sólo algunas casualidades de la Historia han impedido que
el mundo no fuese mitraísta en lugar de cristiano. Por lo demás, los
emperadores romanos, aproximadamente desde Diocleciano, no hicieron sino
adoptar y adaptar la coreografía imperial persa, convirtiendo a sus emperadores
en los seres purpurados, distantes y sometidos a un rígido protocolo, que acabarán
siendo los basilei constantinopolitanos.
Todo ello, originalmente copiado de la Corte sasánida.
Diocleciano reconoció a Mitra como protector del Imperio, en
un gesto que marcó algo así como ápex de un tiempo bastante prolongado de
penetración Roma de las creencias semíticas y mazdeanas. Cabe recordar, por lo
demás, que, al contrario de lo que normalmente se piensa, el paganismo no murió
del todo con la victoria del cristianismo; pues buena parte de la herejía
maniquea, en realidad, es producto directo del dualismo mazdeano de origen
persa.
El imperio aqueménida había invadido en su día amplias áreas
de Asia Menor, llevando hasta allí sus creencias. De esta manera, se extendió
en la zona la fe en Ahura Mazda, una creencia que ya es muy madura en la
consideración de un dios único. La unicidad omnipotente de un solo dios hace
que otras divinidades bajen un escalón y, así, en las creencias persas Vohumano
o Ameretat ya no son dioses, sino otra figura que tendrá mucho éxito con el
tiempo: arcángeles, lugartenientes, pues, del Altísimo, que sólo puede ser Uno.
Ahura Mazda, el supremo ser mazdeano, y Mitra, originalmente
el señor del Sol dentro de un grupo de divinidades de origen rural, acabaron
muy pronto por identificarse, sobre todo en contacto con la astrología caldea,
su creencia en un cielo superior como residencia de Dios y el reclamo inmediato
que ello suponía de una deidad única o omnipotente. Mitra, asimilado al sol,
fue por ello llamado Sol Invictus por
los romanos. Todo esto encuentra también muchas razones en la evolución política.
Por ejemplo, el hecho de que el área de Comagene fuese, a la muerte de
Alejandro, cedida a una dinastía medio griega medio persa, provocó que el dios
Baal local fuese convertido en Zeus Oromasdes; en realidad, Ahura Mazda con un
nuevo nombre. La llegada de estos cultos al mundo romano provocó, simplemente,
que ese Jupiter Caelus que había sido creado en conexión con las creencias
semíticas y la astrología caldea, fuese colocado en la cúspide del panteón
mazdeano.
El mitraísmo, por su parte, evolucionó como otra forma de
mazdeísmo, más romana que griega porque los griegos nunca se sintieron atraídos
por una deidad solar; sin olvidar, tampoco, que para ellos todo lo que venía de
Persia era caca, obviamente.
Los grandes creyentes en Mitra fueron los soldados del
ejército romano, la mayoría de ellos sorprendidos por las realidades que se
encontraron en lo que hoy llamamos Asia cuando llegaron allí para invadirla,
dominarla o administrarla. Lo realmente sorprendente es la rapidez con que esta
creencia se amigó con los elementos situados en la cúspide del régimen, tales
como altos funcionarios o emperadores. Cómodo fue ya iniciado en los misterios
mitraísta, un gesto que tuvo una enorme importancia. En el año 307, cuando
Diocleciano, Galerio y Licinio dedicaron un altar a Mitra en Carnutum como
protector del imperio, el culto mitraísta parecía estar en condiciones de
eclipsar a todos los demás.
La gran distinción entre el mitraísmo y el resto de
creencias con las que tuvo que convivir fue su teología dualista. La filosofía basada
en la lucha constante entre el Bien y el Mal fue la que le aportó a lo que, en
su inicio, no era sino una creencia solar más, el rigor y jerarquía necesarios
para construir una moral; el parseísmo, con su visión claramente monoteísta,
hizo el resto.
El mitraísmo deificó el principio del bien, pero también el
del mal, estableciéndolos como dos puntos dialécticos que animaban la
existencia del hombre. Fue, en ese ese sentido, la primera aproximación
religiosa que era capaz de explicar los sufrimientos de los creyentes (el valle
de lágrimas de la Biblia), lo cual explica muy buena parte de su éxito entre
capas de creyentes humildes. El neoplatonismo griego, a pesar de la
indiferencia general de la cultura helénica hacia el mitraísmo, sí que aceptó y
adoptó la demonología persa, transmitiéndosela al cristianismo. El culto
mitraísta desarrolló el culto a Ahruman, señor de los seres infernales que
causan las desgracias de los hombres, y del inframundo. Y ya Teodoro de
Mopsuestia identifica a este Ahruman con la persona, para nosotros bastante más
conocida, de Satán.
Pero lo importante de la existencia del diablo no es el
diablo en sí. Es la exigencia que trae aparejada de que el hombre responda a
esa existencia dándole la espalda. En una evolución más perfecta de los ritos
orientales y de raíz judaizante que hablaban de la pureza del alma como camino
hacia Dios, el culto mitraísta establece una serie de instrucciones o
mandamientos cuyo cumplimiento tiene premio en este mundo pero, sobre todo, en
el siguiente. Probablemente por eso el mitraísmo le gustó tanto al poder
romano: por primera vez, una religión sometía al hombre a una serie de reglas,
entre las cuales cabría aspirar a que estuviese la procura del bien de la res publica. Para ello, además, el
mitraísmo filtrado de parseísmo que adoptaron los romanos afirmaba, también, la
idea de fraternidad; la idea de sus creyentes como hermanos. No por casualidad,
Mitra es el primer dios de esta serie que nos encontramos solo, sin esposa. Al
revés que Baal, o que Osiris, o que Serapis, o que Attis o Cibeles, Mitra no
tiene pareja. Porque propugna una existencia moral, es un dios sin esposa. Es
casto.
El mitraísmo, con sus exigencias morales y maleabilidad por
parte del poder, cayó como una bendición en un mundo que se veía seriamente
golpeado por situaciones de escasa moralidad en un imperio en lento proceso de
autodestrucción. Brotó porque tenía que brotar, exactamente igual que le
ocurrirá, poco tiempo después, al cristianismo. Promete la vida eterna, en un
futuro en el que el propio Mitra resucitará a los muertos, para entregar la
inmortalidad a los virtuosos, y entregar al resto al fuego de Ahruman.
Así pues, el siguiente paso de Dios fue decir: hay un Bien,
y hay un Mal.
Como curiosidad, en una pelicula inglesa reciente, situada en la Britania romana, aparece el culto a Mitra. Se trata de The Eagle (http://www.imdb.com/title/tt1034389/). El prota, un militar romano, reza a Mitra de esta guisa ante un altar (copio directament de las "quotes" de la IMDB):
ResponderBorrarMithras, lord of light, please help me, father of our fathers. Help me lead my men well. Do not let me dishonor my legion. Please help me regain my family's honor.
Y ante una operación militar, ejem, complicada, se le encomienda:
Mithras, lord of light, father of our fathers, let me not bring misfortune to my legion. Mithras, lord of light, father of our fathers, accept whatever sacrifice that I may not bring misfortune to my legion.
Aparte de este detalle, la película, sin ser una obra maestra, es entretenida y ambientada con esmero (como es normal en la filmografia inglesa, por otra parte). Las referencias a Mitra no estan cogidas por los pelos, ya que se han encontrado al menos tres Mithraeums romanos en Gran Bretaña, incluido por ejemplo uno en Londres (http://en.wikipedia.org/wiki/London_Mithraeum).