De esta serie se han publicado ya un primer, segundo, tercer, cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo capítulos.
En los tiempos en los que la operación de El Alamein se vio detenida, y como ya hemos comentado, los países del Eje todavía eran extraordinariamente optimistas. En la mente de los germanos, de hecho, todavía se estaba produciendo el movimiento de pinza del cual formaba parte el ataque en el sur de la URSS.
El 1 de julio de 1942, Walter Schellenberg aseguró a Heinrich Himmler que la entrada de los alemanes en Egipto era cosa de tiempo, y no mucho. Esa misma tarde, el Reichsführer-SS le explicó los pormenores de la operación al mismísimo Hitler en la Wolfsschanze. El 20 de julio, Walter Rauff, Obersturmbahnführer de la SS, viajó a Tobruk para discutir personalmente con Rommel los detalles del despliegue alemán en Egipto; aunque no le encontró ahí, porque Rommel estaba a unos 500 kilómetros de Tobruk, dirigiendo sus tropas en la batalla de El Alamein.
El día 29 de aquel mes, una pequeña unidad fue transportada por aire desde Berlín hasta Atenas. Esta unidad estaba formada por siete oficiales de la SS y 17 personas más, algunas de ellas civiles. Los planes eran trasladarlos a Egipto cuando fuese tomado por los alemanes, y después a Palestina. Su misión era comenzar las detenciones y reasentamientos, como los calificaba la propaganda oficial alemana, de judíos. Rauff, de hecho, tenía experiencia directa en el tema. Como hoy es bien sabido, el precedente de las salas de gas que existieron en los campos de concentración fueron una serie de camiones preparados para que las personas a asesinar fuesen situadas como carga, y fuesen respirando los gases del tubo de escape. Rauff había coordinado ya en la URSS ocupada por los alemanes la construcción de una veintena de estos camiones, que en 1942 eran usados para matar judíos rusos y ucranianos, aunque algunos «sirvieron» en Serbia. A Rauff lo acompañaban el Sturmbahnführer Beisner, especialista en Oriente Medio; Obersturmführer Hans-Joaquim Weise, que había sido el oficial de enlace del ejército alemán con El-Husseini; el sturmbahnführer Hans Hoth, responsable de inteligencia en el comando, un nazi de primera hora, afiliado en 1931 y que había sido miembro de las SA antes que de la SS; obersturmführer Herbert Werth; obersturmführer Kurt Loba; y, finalmente, el untersturmführer Waldemar Menge, un hombre totalmente comprometido con la exterminación de judíos en la URSS ocupada por los alemanes, puesto que había asistido a ejecuciones masivas de judíos en Minsk (Bielorrusia), donde había sido destinado.
La cercanía percibida de la entrada de los alemanes en Egipto encendió los ánimos del nacionalismo árabe. En Estambul, grupos musulmanes exiliados de sus países exigieron a los alemanes, a través de la embajada, una declaración pública a favor de la independencia de Siria, Irak, Líbano, Trasjordania, Palestina y los Emiratos Árabes. El-Husseini y al-Galiani, además, exigían que el cuerpo militar de Árabes Libres fuese desplegado en Egipto junto con el Africa Korps. De hecho, en el verano de 1942, junto al grupo de Rauff, se encontraba en Grecia una unidad de soldados musulmanes, esperando su oportunidad para pasar a África.
Todo esto, sin embargo, era, en buena parte, farfolla. Después de medio año de reclutamiento, el batallón germano-árabe incluía apenas 243 musulmanes. Los alemanes se dirigieron varias veces a al-Galiani, exigiéndole una actitud más activa a la hora de reclutar soldados. Pero el iraquí exiliado exigía un acuerdo militar bilateral con Alemania como prerrequisito, lo cual sonaba en Berlín como una coña marinera. Además, los musulmanes querían que las unidades fuesen totalmente árabes (también los mandos), algo que los alemanes no estaban por la labor de aceptar. Otra cosa que, de haberse producido la dominación del Eje en Oriente Medio, habría provocado más que probables problemas, era la visión geopolítica de Berlín sobre la zona. Los alemanes veían al muftí como jefe de Estado de una especie de Gran Siria (conglomerado de tribus y nacionalidades que, hoy lo sabemos, es totalmente imposible).
El mufí el-Husseini se ofreció para ser trasladado a Egipto lo antes posible, para dirigir ahí una ofensiva de propaganda entre los musulmanes. El 6 de julio de 1942 hizo una declaración de prensa en la que se mostraba feliz de que árabes, italianos y alemanes se hubiesen unido para combatir a sus enemigos comunes, que eran: los ingleses, los judíos y, ahora también, los bolcheviques. Por esa misma época, se produjo una acción en la que dos aviones militares egipcios trataron de ganar las líneas alemanas. En el primero de ellos viajaba un tal Ahmed Sayudi Hussein, que llevaba órdenes de los altos mandos militares egipcios, probablemente con el conocimiento del rey Faruk; y llevaba, además, unas cuantas carpetas de documentos secretos y el borrador de un acuerdo germano-egipcio. Sin embargo, los egipcios no tenían forma de contactar con los alemanes, razón por la cual éstos derribaron el avión, mataron al piloto y, por el camino, destruyeron un montón de material que les habría sido muy útil. El segundo avión, pilotado por un tal Mohamed Raduan, sí llegó a las líneas alemanas. Pero el piloto, cuando descubrió que los germanos habían derribado el avión anterior, prefirió callarse.
Los alemanes, de hecho, habían enviado en mayo a dos espías para que se estableciesen en Cairo: Hans Eppler y Hans-Gerd Sandstede; pero ambos fueron detenidos por los británicos. Pero, a pesar de estos fracasos, los alemanes tenían cosas de las que alegrarse. La coordinación con el ejército egipcio alcanzó un punto importante (el malogrado presidente egipcio Anwar el-Sadat, entonces un joven oficial, llegaría a decir tras la guerra que «habían operado en total armonía con los alemanes»). La inteligencia alemana creía, en aquel verano, en la posibilidad de un levantamiento musulmán antibritánico en Egipto, Siria y Palestina; y, tal vez, también en la India, donde actuaban las células de nuestro amigo Chandra Bose, al que ya hemos visto mareando en las operaciones de Afganistán.
En agosto de 1942, los británicos tuvieron que enviar tropas motorizadas a la ciudad siria de Alepo, donde la violencia musulmana era creciente. En la segunda mitad de septiembre, surgió otra rebelión en el área de Palmira, que incluyó la ruptura del oleoducto Mosul-Haifa, seguida de combates muy serios. En el verano, en Palestina, los musulmanes se negaron repentinamente a venderle grano a los judíos, lo que provocó violentos enfrentamientos con varios muertos.
En la zona de Gaza, la resistencia palestina experimentó una escisión. Su general era Abdul al-Qurwa, lejanamente emparentado con el muftí. Abdul quería esperar, consideraba que aun no era el momento de alzarse contra los británicos, pero su lugarteniente, Majid Halaby, consideraba que sí. Esta división rompió los efectivos de la milicia local en dos. Uno de los combatientes que se unió a la facción radical de Halaby era el propio hijo de Abdul, Rahman al-Quwa, que entonces tenía 14 años. Fue, de hecho, Halaby quien escogió para ese adolescente el nombre de guerra de Yassir Arafat.
¿Y los judíos? Bueno, los judíos tenían ya su organización clandestina, la Haganah, fundada a principios de siglo por el escritor Vladimir Jabotinsky. La revuelta palestina de 1936 fue una muy mala experiencia para los hebreos, por lo que en 1939 reestructuraron completamente la Haganah, avanzando en la centralización de la organización. El rapidísimo crecimiento de miembros de la organización acabó presionando al liderazgo sionista de abandonar su táctica de havlagah, o sea más o menos esperar y ver, y aceptar la posibilidad de golpear. Antes, sin embargo, un grupo de militares ya se había escindido de la Haganah, por considerarla demasiado blanda, y había fundado el Irgun Zwai Leumi u Organización Militar Nacional. En 1937, el Irgun comenzó a contestar a la violencia palestina con violencia, lo que le comenzó a ganar el prestigio entre muchos colonos judíos.
Por su parte, más o menos en esas fechas el oficial británico Orde Wingate creó las Special Night Squads, grupos paramilitares que realizaban, tras atentados musulmanes, acciones de venganza en las villas de donde procedían los terroristas.
Tras la publicación del Libro Blanco sobre Palestina, los británicos decidieron desmantelar las organizaciones judías. En 1939 realizaron una detención masiva de militantes de la Haganah, entre los cuales se encontraba el que sería famoso ministro de defensa israelí, Moshe Dayan. En 1941, cuando los alemanes desembarcaron en las playas del Mediterráneo africano, los judíos reaccionaron centralizando todo su esfuerzo militar en la Haganah y creando una fuerza de choque, la Palmach (que creo que es un acrónimo de plugot ha mahatz), bajo el mando de Yitzak Sadeh. La primera acción importante de la Haganah fue dirigida por Tsvi Spector, quien, junto con otros 22 comandos judíos, se dirigió a sabotear las refinerías de Tripoli para así conseguir dificultar el avance alemán. Cuando los ingleses decidieron invadir Siria como respuesta a la presencia alemana allí, 33 judíos de la Palmach fueron adjuntados a la operación; fue allí, luchando contra franceses del gobierno de Vichy, que Dayan perdió su ojo. Al mismo tiempo, en Grecia, los alemanes detenían a los judíos residentes en dicho país. Entre ellos, Yitzak Persky, cuyo hijo tomaría el nombre de Shimon Peres.
Conforme comenzó la guerra, los británicos tuvieron buen cuidado de crear unidades en Palestina formadas al 50% por musulmanes y judíos; ello a pesar de que los voluntarios hebreos eran como quince veces los que se presentaron siendo musulmanes. Sin embargo, la serie de victorias en Europa, y en el Norte de África, conseguidas por Alemania a lo largo de 1941, aconsejaron a los británicos dejarse de coñas y arrimarse de verdad a quienes les apoyaban. El 2 de julio de 1942, cuando la primera batalla de El Alamein comenzó, el presidente del Consejo Judío de Estados Unidos, Lois Liventhal, le escribió una carta a Churchill; en dicha carta afirmaba la posibilidad de que los judíos de Palestina fuesen masacrados por los alemanes si realmente la invadían, y le presionaba para que permitiese su derecho a la autodefensa; derecho que, para entonces, era reclamado en páginas de publicidad introducidas en los periódicos americanos. Tras la pérdida de Tobruk, el Consejo Nacional Judío de Palestina llamó a todos los hombres entre 17 y 45 a presentarse voluntarios al ejército británico; al que, en paralelo, se presionaba para que crease divisiones puramente judías. Sin embargo, de los 80.000 combatientes que se esperaban se presentaron 16.000. En realidad, los proyectos para crear una unidad judía no llegarían hasta finales de 1944, cuando fue creada en Egipto el Jewish Brigade Group. El JBG fue transferido en octubre de dicho año a Italia, donde luchó contra los alemanes.
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