Leo en Meneame algunos comentarios relativos al estreno, en la noche de ayer, de la serie Hispania (que no vi; estuve pegando tiros en el mercado de Kandahar, por cortesía de Medal of Honor). Alguno de esos comentarios me lleva al blog de su coordinador de guiones, en el que su autor se felicita de que nazcan este tipo de propuestas y, lo que es más importante, lista al principio de tu texto una serie de preguntas, cuestiones y retos a los que se enfrentan, dice, los guionistas de la reciente serie de Antena 3.
Estas dos fuentes que cito hablan de cosas que, de una forma u otra, orbitan alrededor de la siguiente cuestión primigenia: ¿tiene sentido hacer espectáculo de la Historia, y con qué reglas de precisión?
Yo tengo algunas ideas bastante claras al respecto, y es por ello que me he decidido a exponerlas.
Voy a la primera pregunta del guionista hastiado: ¿se pueden hacer series históricas con los presupuestos que se manejan hoy? Y cuando menos mi respuesta es: la cortedad de un presupuesto no puede ser nunca disculpa para hacer las cosas mal, o hacerlas a medias.
El año que yo hice el examen de Selectividad, allá por el Jurásico Gallego (o sea, el Xurásico), los dos temas de desarrollo a escoger en Historia fueron la vida del zar Alejandro y la Europa de la preguerra mundial (primera). Quizá sólo por casualidad, los diseñadores del examen de Selectividad escogieron dos temas que estaban siendo desarrollados, en aquel momento, por otras tantas series de televisión. Siempre he pensado que nuestros examinadores, que aunque nosotros estábamos mejor formados ya empezaban a gestionar un sistema educativo putomiérdico, se debieron decir: «al menos, pillando de lo que recuerden de los episodios, algo podrán escribir; cosa que no les pasará si les preguntamos por la Comuna o los Cien Mil Hijos de San Luis».
La Historia filmada, por lo tanto, no es asunto baladí. Vale que es una gilipollez pretender que, puesto que los curricula escolares sólo valen para ser procesados en Valdemingómez, tienen que ser los guionistas y productores de series de televisión los que resuelvan el problema. El problema, desde luego, lo tienen que resolver los que descojonaron nuestro sistema educativo. Pero los productos de entretenimiento no pueden ser ajenos a ese proceso y mucho menos, como a mí me parece que insinúan un poco las preguntas del guionista, sentirse beneficiarios de una patente de corso que les permite tratar la realidad histórica a través de la licencia poética.
La pregunta de si es más importante el rigor histórico, por una parte, o la credibilidad y el entretenimiento, me parece una pregunta de un insondable cinismo. Es la misma pregunta que se hace un político cuando se cuestiona si lo que debe hacer con los ciudadanos es dejar que sigan felices o contarles la verdad. En realidad, no existe tan dicotomía. El rigor histórico, en el relato de algo pasado, no es algo que sea negociable. El creador tiene herramientas que son perfectamente lícitas; por ejemplo, puede ocupar cuatro horas de acción en hechos que apenas ocupan un mes de tiempo histórico, y luego resumir 30 años en apenas media hora, en aras de la intensidad dramática. De hecho, que un narrador, lo sea escrito, fílmico o de cualquier tipo, cuente siempre con herramientas para hacer que su relato tenga tensión e interés (si es que sabe hacerlo, claro), es el mayor abono de que no tiene ninguna necesidad de hacer trampas con la trama histórica, cambiándola a su gusto o necesidad.
¿Y por qué? Pues, en primer lugar, porque como insinuaba algunos párrafos más arriba, el cine y la televisión tienen una misión educativa, les guste o no. I, Claudius es, probablemente, el único contacto que miríadas de personas de mi generación tuvieron, tienen y tendrán con ese periodo tan interesante de la Historia de Roma en el que la República se abrocha con el Imperio. En realidad, Robert Graves tiró en exceso en sus libros de las historietas contadas por Suetonio, muchas de ellas bastante cuestionables, pero estos matices quedan ya para los latinofrikis. Lo que no hubiese tenido sentido es que el guionista de la serie, por ser por ejemplo vegetariano o un furioso opositor de la libre venta de armas, fuese a convertir a Claudio en un comedor compulsivo de berros o en un emperador cuyo máximo deseo fuese colocar bolitas de cera en la puta de los pepla para que no hiciesen daño.
Estas conversiones extrañas son bastante habituales en las series históricas o seudohistóricas españolas. Demasiados personajes de las series históricas españolas no son lo que fueron, lo poco o mucho que sabemos que fueron, sino lo que los guionistas, los productores o el director hubiesen deseado que fuesen, en aras de una idea, o de lo que se piensa que puede dar audiencia. Este efecto es palmario en todas las series españolas que abarcan la Historia del siglo XX, cuyos personajes no son los personajes que vivieron los tiempos descritos, sino sus nietos, que lo están escribiendo.
Los guionistas de malas series históricas no parecen entender, a mi modo de ver, que lo que en ellos quizá es falta de capacidad de ser más meticulosos, otros lo pueden convertir en manipulación. Cuando nos acostumbramos a que contar la Historia es en realidad recrearla, la hemos cagado, con perdón. En una historia fílmica se pueden cometer errores cuya única consecuencia es delimitar la torpeza de quien perpetra la escena. En el inicio de El capitán Alatriste, por ejemplo, los españoles avanzan por un lago cenagoso, en plena noche nebulosa, para pillar al enemigo por sorpresa. Van, como digo, en mangas de camisa, caminando por unas aguas que con suerte estarán a cinco o seis grados, y no tiritan. Éste es el tipo de error que uno calificaría de error friki, porque sólo afecta a los muy meticulosos. Pero cuando un guionista escribe una escena de los años sesenta en la que la esposa de un bedel pluriempleado se va a cenar sola con otros hombres mientras el marido la espera en casa (Cuéntame), ya la cosa cambia. Aquí pasan una de dos cosas, o las dos: o bien es que el guionista quiere hacer de ese script una reivindicación de la igualdad de la mujer, o bien no tiene ni puta idea de en qué dirección corría el viento en la España de los años sesenta.
Algunos años antes de la acción de aquella escena, en una ciudad de España hubo un alcalde que prohibió a las mujeres sacar la basura por la noche sin medias. España era así, nos guste o no. Y, a mi modo de ver, los guionistas tienen dos opciones: o contar la Historia de España, en cuyo caso habrán de sujetarse a ciertas normas; o contar la Historia del País de Ajofrín, en cuyo caso ya pueden montar las tramas que les salga del pingo.
Esto requiere, con perdón, de cierto conocimiento. No es de recibo que el coordinador de guiones de una serie ambientada en los tiempos de la invasión de la península ibérica por los romanos se plantee la pregunta de si en esa época había gays. Con que se hubiese leído en la escuela el Fedón, ya le habría quedado claro.
El argumento de la audiencia es otra chorrada. Al narrador siempre le cabe la posibilidad de construir una trama interesante que no tenga nada que ver con la Historia, no tenga vínculos con hechos históricos reconocibles o apenas los use como telón de fondo. Incluso puede combinar ambas cosas: la acción histórica y la trama inventada con personajes ignotos, como ocurre, por ejemplo, en Roma. Las herramientas del narrador, pues, son interminables. Precisamente por eso, ¿por qué tiene que forzar los hechos? Nunca existió un paladín cristiano llamado El Capitán Trueno, que se ligase al pibón Sigrid de Thule. ¿Qué habría ganado su guionista diciendo que aquel tipo era Rodrigo Díaz de Vivar o Fernando Álvarez de Toledo en su juventud?
Ficción histórica quiere decir rellenar los huecos, que en Historia los hay a puñaos, y realizar una interminable labor de ambientación en la que siempre, eso sí, habrá errores, porque es materialmente imposible reproducir todos los detalles. El obispo malo de Los pilares de la Tierra aparece en muchos minutos de la serie blandiendo un libro, que se supone es una Biblia, que tiene una encuadernación que, para mí, tardó aún bastante tiempo en realizarse. Pues qué le vamos a hacer. Ahora bien, hacerle decir ¡Por las barbas del Profeta! al mercader árabe que se sorprende de la habilidad de Ben-Hur a la hora de llevar una cuádriga, con todos los respetos, no tiene pase.
Ciertamente, la Historia es interpretación. Dos guionistas cultos y profesionales escribirán dos guiones completamente distintos de una serie cuyo protagonista sea Felipe II. Pero eso es así porque las visiones de Felipe II son variadas; porque, dentro del mundo del conocimiento histórico, hay quien concibe al Rey Prudente de una manera, y quien lo concibe de otra muy diferente. Pero si los dos guionistas son, como digo, cultos y profesionales, ninguno de ellos hará su labor traicionando la verdad histórica.
No, no da igual precisión que entretenimiento. Nadie entendería que mañana una televisión realizase una serie sobre la vida de Fernando Alonso y metiese cosas en el guión como que se hiciese que su etapa en McLaren la pasara en Red Bull (por ejemplo, por razones publicitarias); o que, por razón de que los guionistas están muy concienciados contra el racismo y la xenofobia, el personaje de Louis Hamilton fuese convertido en un ser angélico que dona sus ganancias a Intermon y se dirige a Alonso apelándolo siempre de «mi muy querido amigo».
Los personajes históricos, desde Viriato hasta Zapatero, merecen el mismo nivel de respeto.
Al nombrar al obispo de "Los pilares de la tierra", Ian McShane, me has recordado una serie que me reconcilió con el genero "western", y en la que participa el obispo; esa serie era "Deadwood", que duró sólo tres temporadas, pero que a mi modo de ver relata muy bien lo que fue en este caso la expansión americana por la fiebre del oro en Dakota del sur.
ResponderBorrarUn saludo
Estoy viendo ahora el primer capítulo de Hispania, y me ha parecido ver un caballo con estribos,"wtf".
ResponderBorrar"... bolitas de cera en la puta de los pepla para que no hiciesen daño..."
ResponderBorrarSerá en la punta del pilum ¿no? ¿O la frase va con retraca?
Ay, lo que has dicho acerca de recrear la historia me ha escocido un poco, quizá porque entre mis vicios confesables también está el de la receración histórica.
Jugando a la play el lunes por la noche y habiendo estudiado en los años de Cuéntame (o incluso antes), de verdad, me intriga mucho tu edad...
ResponderBorrarEse es mal endémico de la tele y el cine, hacer películas con rigor histórico de chiste. Pero, consuélate, peor le va a la ciencia, ahí sí que da gloria verlo. En www.malaciencia.info, se dedican a darle caña a estas películas, y no tiene falta alguna argumentos para posts.
ResponderBorrarAmigo Arturo, los que estudiamos en los años del Cuéntame y jugamos a la play no somos dos, ni doscientos. Más bien legión :-)
ResponderBorrarEstoy de acuerdo contigo. Yo tampoco he visto Hispania, pero por la forma de venderlo de Antena 3 como una serie histórica hay que exigir rigor. Si voy a ver una película de los Monty Python y veo un romano con un rolex de oro me río, pero detalles como el que comentas de Ben-Hur en una película 'seria' es para llorar. Y como dices, la excusa del presupuesto no vale, si no se tiene presupuesto para hacer una batalla de 3000 soldados con los uniformes y armas correctas, que no se haga.
ResponderBorrarP.D. Por supuesto que somos muchos los que vivimos los años de Cuéntame y jugamos a la play. Por cierto ¿Medal of Honor está al nivel del último Call of Duty, es mejor, peor...? ¿Me lo compro?
Saludos
Amigo Miguel, yo me lo he comprado. Te diré que se me hizo un poco corto, y jodido por las dificultades. Demasiado fácil en modo normal, demasiado difícil en modo ídem.
ResponderBorrarPensaba revenderlo, pero el modo online me está haciendo dudar. Me gusta mucho. Problema: tiene pocos escenarios, de momento, y la lista de armas es corta. Sin embargo, el combate es muy realista y el hecho de que aún se use poco (hay veces que hay menos de 6.000 personas jugando, lo cual se agradece porque cuando son centenares de miles los jugones nos machacan) lo hace, además, asequible. Eso sí, tiene fallos sobre Call of Duty, de las que yo destacaría las armas de sniper, que en el combate online son muy poco realistas (tiro completamente estable, sin respiraciones ni Coriolis ni leches).
Espero que te sirva para tomar una decisión. Pero, desde luego, si no eres jugador de online, con ojo, que la historia es corta.
Gracias por el enlace, compañero bloguero.
ResponderBorrarLamento que no se haya entendido el tono irónico, incluso jocoso, de mis dudas. Evidentemente, somos conscientes de que había gays, y teníamos respuestas para muchas de esas preguntas que nos hacíamos.
Aun así, considero interesantes tus comentarios, a pesar de que no estoy de acuerdo con algunos.
Los guionistas de "Hispania" nos hemos documentado convenientemente, y tenemos como asesor a un catedrático de historia experto en la época de Viriato. Eso no significa que todo lo que hemos escrito es cierto, pero sí que las opciones que hemos tomado están abordadas desde el conocimiento, pero no orientadas únicamente a la exactitud histórica
Para bien o para mal, "Hispania" es una serie de televisión. Y una serie de aventuras. No pretendemos contar la historia, para eso hay otros oficios mucho más difíciles y necesarios que el nuestro. Sólo aspiramos a entretener, y para ello a veces hay que saltarse cosas, por mucho que duela.
Un abrazo,
Guionista Hastiado
Amigo Guionista, me alegro mucho de que hayais realizado el esfuerzo de obtener un asesoramiento experto para vuestra serie. Ahora sólo falta que realmente sea experto; y digo esto porque hace apenas dos semanas escuché en la radio a un catedrático de Historia decir que Cataluña era un territorio con escasa tradición de devoción católica, que es una afirmación como para pensar que la cátedra se la dieron en una feria, junto con el perrito piloto.
ResponderBorrarEn segundo lugar, yo entiendo el argumento de que la serie tal o la pascual pretende entretener. Pero espero que entiendas que hay una porción pequeñita de la Humanidad, a la que yo no sé si pertenezco pero desde luego quiero pertenecer, que considera que es perfectamente posible hacer eso sin rendir la verdad histórica por el camino. Lo siento, pero no comparto tu «por mucho que duela». Si alguien se quiere inventar un Felipe II de España con manía persecutoria, tendencias psicopáticas y un odio cerril hacia los estonios, pues que le llame Jaime IV de Lululandia, y todos tan contentos.
He estado unos días sin conectarme y me hubiera gustado participar antes en este debate. ¡Qué se le va a hacer!
ResponderBorrarCreo, jdj y guionista, que ambos tenéis parte de razón. Si alguien quiere contar Historía, debe escribir un libro de Historia o rodar un documental. Una novela, una película o una serie pueden permitirse ciertas licencias. Sin pasarse, claro. Pero ese "sin pasarse" es una línea muy fina, sobre todo cuando aparecen personajes históricos. Desde luego, una cosa son los errores (siempre perdonables) y otra las modificaciones introducidas con ánimo de tergiversar la Historia y, no pocas veces, con afán de adoctrinamiento. Los que se dedican a hacer esto último, sean novelistas o guionistas, me resultan despreciables.
Anécdotas como la de "por las barbas del Profeta" me parece que sirven para poner al guionista de cara a la pared y con orejas de burro, pero no por eso debemos rasgarnos las vestiduras o decir que la película es una filfa.
Personalmente, me gusta escribir y me gusta documentarme para no meter la pata. Creo que soy (casi) tan perfeccionista como jdj, pero si me tengo que permitir una licencia para que mi historia (con minúscula) encaje, no dudo en hacerlo. Sin pasarse, claro. Todo es cuestión de medida.