Tras un paseo generoso, me he tomado un café en un Dunkin Donuts (mientras caía en la cuenta de que tengo 44 años y en mi vida me he comido un donuts), donde he tenido que porfiar con la camarera porque me estaba cobrando de menos (a veces cuesta ser honrado) y luego he cruzado la plaza en diagonal y me he metido en la FNAC. No tenía libro para el avión de vuelta, porque el que llevaba lo he terminado con los retrasos y esas historias. Después de mirar por aquí y por allá, me he comprado éste: Física de las noches estrelladas. Astrofísica, relatividad y cosmología. El autor es Eduardo Battaner y está editado en Metatemas, la colección auspiciada por el Museo de la Ciencia de La Caixa.
Como veis, una lectura poco histórica.
Y unas narices.
¿Quién pensáis que es el ciudadano inglés más homenajeado y admirado en dicho país? Yo creo que hay dos posibilidades: o William Shakespeare, o Isaac Newton. Y yo creo que la balanza se inclina ligeramente a favor del segundo, por una simple razón de actualidad. El gusto moderno recela un poco de la literatura de Shakespeare; pero los escolares del siglo XXI siguen aprendiéndose la ley de la gravitación universal como lo hicieron sus tatarabuelos (si es que fueron al colegio, claro).
De Isaac Newton se dicen muchas cosas: que nació (1642) tan escuálido que nadie pensó que pudiese medrar. Que, en realidad, ocupó mucho más tiempo de su vida a las cuestiones religiosas y alquimistas que a las propiamente científicas. O que, según recuerdo que cuentan Carlos Solís y Manuel Sellés en su Historia de la Ciencia (Espasa), apenas se rió dos o tres veces en su vida. Una de ellas cuando, al prestarle a un amigo la geometría de Euclides, le preguntó si eso servía para algo.
Newton estableció los principios de la mecánica llamada, claro, de Newton. El primero de ellos lo recuerdo bien de los tiempos de la escuela, porque a mi profesor le costó mucho hacérmelo entender: un cuerpo que no es sometido a fuerza alguna mantiene una trayectoria rectilínea y una velocidad uniforme. A mí me parecía (y me sigue pareciendo, creo yo), que un cuerpo sobre el que no actúa ninguna fuerza lo que está es quieto. Pero eso es, como me dijo mi profe hace ahora ya más de 30 años, porque tengo un fondo excesivamente rural.
Lo que me ha descubierto Battaner, y yo no sabía, es que Newton formuló este principio, pero tuvo precursores. El primero de ellos, un español: Juan de Celaya o, como se le conoce mejor, Juan de París.
Curiosamente, si navegáis un poco en busca de información sobre Celaya, encontraréis que las referencias que sobre él hay son básicamente filosóficas y teológicas, pues Celaya, antes que nada, lo que fue, fue escolástico. Los que sepáis algo de escolástica o la recordéis, sabréis que esta escuela filosófica desarrolló muchas ideas relacionadas con la lógica (quizá os suenen conceptos como daraptí, felapton o tautología; yo los estudié el año de la escolástica). La lógica tiene mucho de matemática, por lo que no ha de extrañarnos este maridaje entre teología y física. Battaner sostiene que fue Juan de Celaya el que, a principios del siglo XVI (esto es, cien añitos antes de que el esquelético Newton llegase al mundo), enunció adecuadamente el primer principio de la mecánica newtoniana.
Lo que sabe todo Dios de Newton (lo sé yo, así que…) es lo de la ley de la gravitación universal. La atracción de los cuerpos en relación a su masa y al cuadrado de sus distancias (a la quinta vez que le pregunté a mi profesor por qué el cuadrado y no el cubo, me llamó pagano y me echó de clase. Y allí sigo).
La ley de la gravitación destiló toda una inquietud científica, milenaria, que los libros de historia de la ciencia suelen denominar la caída de los graves. La gran pregunta que se hacían los científicos durante siglos es si la velocidad de los graves al caer (por ejemplo, las famosas piedras que tiró Galileo desde el Campanile de Pisa) es proporcional al tiempo o a la distancia (esto demuestra lo rural que soy en realidad, pues esta pregunta ha ocupado en mi vida, hasta el avión de hoy, el mismo espacio que los donuts). Las ciencias avanzaron mucho cuando se logró demostrar que la respuesta correcta es la primera (la velocidad se relaciona con el tiempo).
Y me dice Battaner: ley que fue descubierta por otro español. También escolástico. También teólogo. También filósofo: Domingo Soto.
Enunció esta ley en 1604.
Sencilla reflexión: os hartaréis de contar, en Reino Unido, diversos monumentos que homenajean a sir Isaac Newton. Pero mucho me temo que ni en Valencia, donde nació Celaya; ni en Segovia, origen de Soto, vamos a encontrar muchas estatuas en su honor.
Sic transit gloria Hispaniae.
ACTUALIZACIÓN 7/2/2007
Chus me escribe para informarme de que en Segovia hay un colegio universitario que lleva el nombre de Domingo de Soto, donde hay una estatua de él. Incluso aporta el dato que es deporte nacional entre los estudiantes descabezar la dicha estatua.
Dicho queda, pues, que un homenaje icónico sí que hay.
Queda muy fino eso de "Sic transit gloria Hispaniae". Lo habitual es el "semo asín".
ResponderBorrarLo de por qué es al cuadrado y no al cubo puedo darte una visión intuitiva: el área de la esfera es4*PI*Radio al cuadrado.
Siempre en función del cuadrado del radio. Vivir en un Universo de tres dimensiones tiene cosas como estas :-)
No sé si te sirve la explicación :-)
Salud!
Recuerdo en efecto haber visto alguna foto con caballos muertos en la Plaza de Cataluña cuando el intento de insurrección en Barcelona. Un saludo muy cordial.
ResponderBorrarVeo que vas en serio tratando temas de ciencia en rivalidad con Omalaled.
ResponderBorrarLeí hace muchos años el libro de Battaner e hice firme propósito de acordarme de estos ilustres españoles; pero los había olvidado por completo. O:-)
Es muy curioso el libro: utiliza el relato de un físico que pasas unas vacaciones rurales en un pueblo perdido de Castilla, para ir dando lecciones muy breves a sus lugareños: los principios de Newton, relatividad, la luz, el efecto Doppler, la determinación de distancias de las estrellas y su masa, etc. ¡He olvidado casi todo! Cada leccioncilla ocupa unas 4 páginas y el formato del libro es pequeño como una novela.
Y todo esto utilizando solo matemáticas elementales: nada de derivadas o integrales. En lugar de pizarra o gráficos complicados, ilustra los capitulillos con esquemas de monigotes sobre una supuesta servilleta de bar; como homenajea uno de mis blogs favoritos:
CPI.
Lo tendré que leer otra vez, lo estoy viendo en un anaquel que tengo a mi derecha...
Hummmm... Parece que tengo la primera edición de mayo de 1988, como no fui un niño superdotado me lo regalaron años después. ¿No se vendería mucho en su tiempo? Me alegro de que se reedite, ¿por cuál edición va ahora, JDJ? ¿Sigue teniendo 88 capitulillos y 303 páginas en total? ¡¡¡¡¡Cómo pasa el tiempo!!!!
Lo de nadie es profeta en su tierra, creo que es fundamentalmente de nuestro pais.
ResponderBorrarSimpatiquísimo apellido de origen gallego "Soto"
ResponderBorrarHola. Hace más de 20 años tuve la suerte de ser alumno de Battaner, cuando todavía no había publicado ninguno de sus libros (Planetas, Física de las Noches Estrelladas, Introducción a la Astrofísica, Fluidos Cósmicos, 100 Problemas de Astrofísica y Un Físico en la Calle).Todavía guardo los geniales apuntes (algunos de sus libros se basan en ellos) de las dos asignaturas que me impartió (Astrofísica y Fenómenos de Transporte). Sus clases eran geniales. Según nos contó en clase, disfrutaba pasando horas en antiguas bibliotecas rodeado de manuscritos y fue en uno de ellos (de Juan de Celaya)donde encontró el enunciado de la primera ley de Newton (escrito un siglo antes). Ahora yo también imparto clases y mañana tengo que explicar a mis alumnos dicha ley. Como todos los años haré un homenaje a Battaner y los dejaré sorprendidos cuando les hable del manuscrito de Juan de Celaya: ¡un español enunció la primera ley de Newton un siglo antes que él!
ResponderBorrarOs recomiendo que leais "Planetas" de la colección "el libro de bolsillo" de Alianza Editorial. Muy fácil de leer. El último capítulo (vida extraterrestre)genial.