El rey Juan Carlos de Borbón esperó
apenas 48 horas desde la muerte del general Francisco Franco para
dirigirle su primer discurso a las Fuerzas Armadas. Sabía lo que
hacía o, más bien, lo que debía hacer. Yerran notablemente quienes
califican a la de Franco de dictadura fascista pues lo que fue,
fundamentalmente, fue una dictadura militar. El régimen de Franco se
basaba fundamentalmente en el poder y en las prebendas de la clase
militar. Durante el franquismo había militares en los consejos de administración, en los escalones de poder de los ministerios, en las instituciones de la sociedad civil y, por supuesto, embebidos en el partido y en el sindicado únicos. Si verdaderamente España se iba a convertir en una
democracia, todo eso tendría que cambiar. A favor del cambio se
encontraba el hecho de que el Ejército estaba, y está, acostumbrado
a respetar la disciplina. En contra se encontraba el dato de que casi
todo el Ejército español, en 1975, cuando menos hasta el rango de
coronel, estaba ocupado de forma casi exclusiva por veteranos de la
guerra civil o de la inmediata posguerra, la inmensa mayoría fieles a Franco; pero, no se olvide, no sólo a la persona de Franco, sino también al régimen de cosas que había propiciado y protegido.
No estaba fácil la cosa.