Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
Comienzo yo a escribir, y tú a leer, una breve serie sobre Dios. Ya sabes que en este blog semos muy aficionados a hablar del cristianismo en sus orígenes y de su maestro, Jesús el nazareno. En esta serie, sin embargo, vamos a dejar a Jesús un rato en paz. Mejor, hablemos de The Boss.
viernes, octubre 04, 2013
miércoles, octubre 02, 2013
Píldoras (3): qué importante es conocer los ritos
Es importante conocer
bien los ritos en los que uno se mete. Conocida es la anécdota de Michael
Robinson quien, en su época de jugador del Osasuna, acabó yendo un día a una
iglesia porque era tradición en el equipo colocarse bajo la protección de una
virgen local. También era costumbre que los jugadores, uno a uno, besaran la
imagen, pero eso Robinson no lo sabía. El cura le presentó a él la imagen el
primero y, como quiera que él no supiera que hacer, el sacerdote le hizo un
gesto con los labios indicando que debía besarla. Robinson entendió, se levantó
y... le dio dos besos al cura.
Algo parecido, pero bastante más doloroso, le ocurrió a Aengus, hijo de Natfraich, rey de la corte irlandesa de Cashel. Por su ciudadela, allá por el cuatrocientos y pico, fue a parar el hoy célebre San Patricio bajo cuya invocación tantas cervezas se beben, con la intención de convertirlos. Para entonces, Patrick había superado bastantes de las dificultades iniciales con los paganos y estaba encarrilando el catolicismo irlandés. Aengus, de hecho, ya había oído hablar del cristianismo y había decidido que le molaba bastante, así pues recibió al futuro santo con toda pompa y alharaca.
Le anunció al obispo que deseaba bautizarse, ante lo cual Patricio dijo ésta es la mía, así pues allá que vamos.
Llevaba el santo entonces, dicen las crónicas, un grueso báculo que terminaba en punta, para poder ser clavado en la tierra al recorrer las trochas que en Irlanda no son pocas, ni planas. Para proceder al bautismo de Aengus tuvo que soltarla, o sea clavarla en el suelo, con tan mala suerte que no se dio cuenta de que entre el báculo y la placa continental se encontraba el pie del rey; el cual, lógicamente, penetró con el consiguiente dolor.
Aengus, sin embargo, permaneció firme y no dejó que su rostro reflejase que estaba más jodido que Felipe Juan Froilán después de una cacería. Pero no lo hizo por ser machote ni irlandés ni leches. Lo hizo porque, simplemente, asumió que aquello era una parte del bautismo cristiano. Debió de pensar que el bautismo es una ceremonia parecida a la que tienen muchas culturas en las que los adolescentes tienen que demostrar ser suficientemente bravos como para ser hombres, y se dijo: si grito, el Patricio éste no me bautiza.
Bautizos a la irlandesa es lo que hacía falta en esta sociedad dada a la molicie y la blandura.
Algo parecido, pero bastante más doloroso, le ocurrió a Aengus, hijo de Natfraich, rey de la corte irlandesa de Cashel. Por su ciudadela, allá por el cuatrocientos y pico, fue a parar el hoy célebre San Patricio bajo cuya invocación tantas cervezas se beben, con la intención de convertirlos. Para entonces, Patrick había superado bastantes de las dificultades iniciales con los paganos y estaba encarrilando el catolicismo irlandés. Aengus, de hecho, ya había oído hablar del cristianismo y había decidido que le molaba bastante, así pues recibió al futuro santo con toda pompa y alharaca.
Le anunció al obispo que deseaba bautizarse, ante lo cual Patricio dijo ésta es la mía, así pues allá que vamos.
Llevaba el santo entonces, dicen las crónicas, un grueso báculo que terminaba en punta, para poder ser clavado en la tierra al recorrer las trochas que en Irlanda no son pocas, ni planas. Para proceder al bautismo de Aengus tuvo que soltarla, o sea clavarla en el suelo, con tan mala suerte que no se dio cuenta de que entre el báculo y la placa continental se encontraba el pie del rey; el cual, lógicamente, penetró con el consiguiente dolor.
Aengus, sin embargo, permaneció firme y no dejó que su rostro reflejase que estaba más jodido que Felipe Juan Froilán después de una cacería. Pero no lo hizo por ser machote ni irlandés ni leches. Lo hizo porque, simplemente, asumió que aquello era una parte del bautismo cristiano. Debió de pensar que el bautismo es una ceremonia parecida a la que tienen muchas culturas en las que los adolescentes tienen que demostrar ser suficientemente bravos como para ser hombres, y se dijo: si grito, el Patricio éste no me bautiza.
Bautizos a la irlandesa es lo que hacía falta en esta sociedad dada a la molicie y la blandura.
martes, octubre 01, 2013
Doping (y 9: amigos para siempre means you'll always be my friend...)
El principal objetivo de la WADA
era la creación de un código contra el dopaje que pudiera ser universalmente
utilizado. Para entonces, sus planes contaban ya con un amplio respaldo en el
mundo deportivo mundial, incluyendo la práctica totalidad de los comités
olímpicos nacionales y sus gobiernos, así como las federaciones internacionales
de medio centenar de deportes. El consenso era tal que, por primera vez, un
dirigente contra el dopaje, en este caso Dick Pound, pudo decirle a las
posibles delegaciones de los juegos de Atenas aquello de «son lentejas»: si
aceptas el código estarás en Atenas; y si no, no. Eso iba tanto por los países
como por los deportes.