En términos generales, en el mundo moderno de la segunda mitad del siglo XX y primera mitad del XXI donde ahora estamos, se cumple una norma de general aceptación: todo lo que es nazi, o tiene simpatía hacia lo nazi, o muestra la más mínima expresión de comprensión hacia el régimen nacionalsocialista alemán, fascista italiano, rumano, austríaco, español, portugués o similar, es rápidamente arrojado por la Roca Tarpeya del justo castigo hacia quien es incapaz de tener un mínimo talante democrático y respeto por el prójimo.
Esto es así con carácter general. Pero toda generalización
tiene sus excepciones, y ésta no iba a ser menos. La excepción, en este caso,
es el movimiento de liberación de Palestina.