Inciso: tras la atenta lectura de vuestros comentarios y de los que se colgaron en Meneame.net, esta mañana, a las siete y cuarto, estaba yo en la parada de mi avenida, leyendo de pie en el puto borde de la acera. El X ha llegado a las siete y veintidós. Y ha parado.
Siguiendo las instrucciones que le leído, nada más abrirse las puertas he mirado a conductor y le he dicho:
- ¿Por qué ha parado?
El tipo me ha mirado con cara de acelga sorprendida, y me ha dicho:
- Porque está usted en la parada.
- Ya -he contestado al punto-. Pero yo no le he llamado. Y puedo ser alguien que está esperando a otra persona para coger el autobús. O alguien que está esperando un taxi precisamente en la parada de autobús. O alguien que se está resguardando del sol que acaba de salir, o de la lluvia ácida. O alguien a quien el doctor le ha recomendado leer de pie. O un masosquista cultural. Puedo ser cualquiera de estas cosas, y no querer subir al autobús.
El tipo se ha alzado de hombros y me ha dicho:
- Con perdón, todo eso son estupideces.
A lo que yo le he contestado:
- Lo mismo pensaba yo ayer.
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En fin, hecha esta introducción actualizadora de mis tribulaciones, vamos allá con lo que tenemos que ir. Dije que hoy la cosa iba a de Lumumba, y de Lumumba va.
El siglo XX es el siglo de los grandes mitos políticos. Hasta el XIX, la mayoría de los liderazgos eran ostentados por los reyes. Pero el siglo XX, en el cual las monarquías están claramente de retirada, los estados democráticos se generalizaron y los medios de comunicación masivos permitieron la generación de mitos de orden mundial. Es el siglo de los grandes mitos de sangre roja.
Hoy me gustaría hablar de uno de estos mitos. Uno mártir, además, que tal vez en nuestro mundo no tuvo una presencia enorme pero que, sin embargo, en ese iceberg que está debajo del agua y que llamamos Tercer Mundo, tuvo una importancia capital y, en gran parte, la sigue teniendo. Este mártir,además, lo es porque fue asesinado. Y fue asesinado en el marco de una actuación en la cual se produjo una de las más repugnantes operaciones de violencia de Estado que, además, y esto es una novedad, no fue protagonizada (al menos en primer fila) por los Estados Unidos.
El post de hoy habla de Patrice Lumumba. El que fuera líder de lo que se ha conocido como Zaire y antes como Congo Belga. Uno de los grandes referentes de la izquierda de los países pobres.
El primer dato importante sobre Zaire es que, a pesar de ser un enorme territorio, no fue propiamente una colonia. Las colonias eran propiedades de países, pero el Zaire era propiedad de una persona: el rey de Bélgica Leopoldo II.
Leopoldo ambicionaba que su Bélgica querida tocase pelo en el reparto del continente africano que comenzaba a explorarse en el siglo XIX. Trabó conocimiento con un conocidísimo explorador, Henry Morton-Stanley. Stanley es un personaje bastante conocido. Cuando yo estudié el bachillerato incluso se estudiaba en los libros, ahora no sé. De hecho, un compañero de pupitre mío la cagó bien cagada en el examen de selectividad de Historia porque una de las preguntas era «cita tres exploradores del África» y él escribió: «Brazza, Livingstone y Stalin [por Stanley]». Me he roto el culo a reír tantas veces imaginando al Secretario General del PCUS cazando elefantes en compañía de Beria, Yagoda y Khruschev, que creo que la anécdota no se me olvidará nunca.
Stanley, en todo caso, fue, junto con Brazza y Livingstone, uno de los grandes exploradores de África. Fue él a quien alquilaron para ir a buscar al segundo de ellos, que estaba en la selva viviendo la dolce far niente y, consecuentemente, es el autor de la famosísima frase que pronunció cuando lo encontró: «El doctor Livingstone, supongo». Los británicos (Stanley nació galés) son especialistas en colocar en el terreno de lo hipotético cosas que son totalmente obvias; cuando Stanley y Livingstone se dieron la mano, eran probablemente los únicos blancos en cientos y cientos de kilómetros a la redonda.
Leopoldo El Amigo de los Blancos envió a Stanley bajo pago al cauce del río Congo con la tarea de firmar acuerdos con diferentes tribus y quedarse con sus tierras. Stanley, tan hábil negociador como explorador incansable, firmó pactos con con más de 400 reyezuelos negros.
Tras conseguir aquellos tratados, Leopoldo comenzó la explotación sistemática del Congo, aprovechando que había conseguido quedarse con un país tocado de la mano de Dios en lo que a riquezas se refiere. De hecho, a finales del siglo XIX se benefició de los inicios de las bicicletas primero y los coches después, que necesitaban una cosa llamada caucho, que fue producido masivamente allí. Durante el siglo XX se produciría el descubrimiento de los brutales yacimientos geológicos del país, que está sentado sobre una fortuna de diamantes, cobre e incluso uranio.
Eso sí, la explotación fue tan bestial que ya antes de la muerte del rey propietario se produjeron revueltas violentísimas que fueron reprimidas aún con mayor violencia, hasta el punto que se ha estimado que restaron 10 millones de congoleños de la población el país, entre muertos y exiliados. La razón de esas revueltas estriba en el evidente tratamiento de seres inferiores que tenían los negros en su propio país, sin derechos políticos, sin poder poseer tierra o incluso viajar libremente por el país.
A mediados del siglo XX, más concretamente en 1957, el panorama cambió radicalmente con la independencia de Ghana, el primer estado negro africano que marcó el camino de la descolonización. Más o menos por aquella época, el líder congoleño Joseph Vasa-Kubu monta el primer grupo político más o menos estructurado, Abako, una organización basada sobre todo en congoleños de la etnia Bakongo, nostálgicos del llamado Reino Kongo que había existido en el área en el siglo XVI.
En paralelo, Patrice Lumumba fundaba al Movimiento Nacional Congoleño. Lumumba era miembro de una etnia claramente minoritaria, la tribu Batatela. En 1956, sin embargo, todavía escribía y opinaba que el destino de los congoleños era seguir siendo belgas. En ese momento, los líderes negros querían derechos, pero no independencia. Sin embargo, como ya hemos dicho, el ejemplo de Ghana cambió el panorama, y la escasa receptividad belga hacia el proceso generó rápidamente una ola de disturbios en enero de 1959.
Bruselas reaccionó anunciando la celebración de elecciones locales libres, lo cual provocó el nacimiento de casi sesenta partidos distintos, tendentes en buena manera a reflejar el gran dédalo de etnias que había en el seno de un país tan enorme como Zaire. Los belgas, por lo demás, no se estuvieron quietos. Zaire es un collar de perlas, pero la perla más hermosa y rica del mismo se llama Katanga, la provincia con mayores posibilidades de negocio. Reacios a perder ese centro de actividad minera del que las empresas belgas sacaban tanta pasta, Bruselas impulsó en dicha región el surgimiento de un partido negro autonomista, partidario de mantener la relación con la metrópoli. Hablamos del Conakat, liderado por Moisés Tsombe.
En los siguientes meses, sin embargo, los enfrentamientos violentos se multiplicaron, fundamentalmente impulsados por el MNC y los encendidos discursos anticolonialistas de Lumumba. Nuestro mito de hoy era un personaje enormemente vehemente, así pues con la misma entrega que había colocado las tripas en defender que el Congo debía ser belga, se aplicó a defender exactamente lo contrario. Bélgica, que tenía bien cerca el ejemplo de Francia y Argelia, donde el país europeo se había visto implicado en una guerra en toda regla (que, además, acabaría perdiendo), se acojonó y en enero de 1960 decidió albergar una conferencia a la que asistieron unos treinta partidos políticos congoleños distintos. Todos ellos se plantaron delante de los blancos y, cuando éstos ofrecieron un plan de independencia en el medio plazo, les contestaron que y una gallina como un perol. Bélgica tuvo que aceptar la idea de que Zaire sería independiente en junio de aquel mismo año.
Es de comprender los deseos de las organizaciones negras. Pero no es menos cierto que sus prisas fueron malas consejeras. En el momento de la independencia de Zaire, el país tenía 1.400 cuadros en la Administración Pública, de los cuales tres, y no es una forma de hablar sino: uno, dos y tres, eran negros. Y, como veremos, sus compañeros blancos se piraron a la naja.
En las elecciones, el MNC ganó 33 escaños de un total de 137, lo cual lo convirtió en el partido más votado. Eso sí, en Katanga y en la provincia de la capital, de soltera Leopoldville y de casada Kinsasha, a Lumumba no le votaron ni los conductores de la EMT, que como no paran en las paradas tienen tiempo de ir a votar diez veces si quieren. Quizá por eso, los belgas llamaron a Vasa-Kubu para formar gobierno. La respuesta de Lumumba fue acopiar una mayoría en el congreso congoleño, de 74 diputados. La metrópoli no tuvo más remedio que invitarle a ser primer ministro.
Finalmente, Lumumba fue primer ministro al frente de un gobierno acojonante. ¿Os asombra el tripartito catalán? Y, ¿cómo se dirá décimosegundopartito? Porque eran doce, do-ce, los partidos políticos presentes en el primer gobierno Lumumba, con su rival Vasa-Kubu de presidente no ejecutivo. En su visita a Bruselas, ante el rey Balduino, Lumumba pudo afirmar con orgullo: «hemos dejado de ser vuestros monos».
Una vez que llegó la independencia, los diferentes conceptos que cada uno tenía de la misma afloraron con rapidez. Ya hemos dicho que aunque Zaire era ya gobernada por negros, toda su estructura era, en realidad, blanca. También el ejército. De hecho, el ejército zaireño pretendía funcionar como si la independencia no se hubiese producido, hecho éste que encabronó bastante a Lumumba, quien tomó la decisión inesperada de cesar a todo el cuerpo de mando y sustituirlo por congoleños, entre otros con la ayuda de un militar de su confianza, Mobutu Sese Seko, que terminaría siendo dictador de la nación.
Tras el cambio en las fuerzas de seguridad, las agresiones, robos y violaciones en la persona de los blancos se multiplicaron, provocando su salida masiva del país; salida masiva que, como hemos insinuado antes, supuso dejar el país seco de cuadros, de funcionarios, de ejecutivos. Bélgica respondió enviando al país tropas para mantener el orden, incluso cuando Lumumba se negó a aceptarlo. La respuesta del primer ministro fue aseverar que, en lo que a él le concernía, Bélgica y Zaire estaban en guerra.
Y entonces Bélgica jugó su carta escondida.
El 11 de julio de 1960, Moisés Tsombe proclama la independencia de Katanga, proceso en el que contó con el apoyo de los belgas. Lumumba, acorralado por la pérdida de hecho de su territorio más rico, pidió ayuda a las Naciones Unidas, que es esa organización a la que siempre llaman los que van perdiendo y desprecian los que van ganando. Aunque no fue ése el único movimiento de Lumumba. Hizo otro que elevaría la tensión del conflicto hasta límites hasta entonces insospechados: anunció que, de no marcharse los belgas de su jardín, pediría ayuda a la Unión Soviética. En el espacio de pocas horas, por lo tanto, un líder anticolonialista de ideas difusas se convirtió en un comunista más, y el conflicto del Zaire pasó de ser un conflicto colonial a un episodio más de la Guerra Fría; y no cualquier episodio, pues en Washington se dieron cuenta, acojonados, de que si a la URSS le salía bien aquel órdago a pares, colocaría una pica en el mismo centro de África y con seguridad pillaría cacho en otras muchas naciones de la zona, algunos de cuyos líderes no le hacían ni el más mínimo asco al socialismo científico.
Los belgas, comprendiendo que la cosa se ponía fea, retiraron las tropas. Pero Lumumba, ya lo hemos dicho, contaba entre sus defectos el de ser enormemente vehemente y terco. Bajando ya por la cuesta, de culo y sin frenos (podría decirse: cual conductor de la EMT sobreacelerado), el primer ministro exigió entonces que las tropas de Naciones Unidas, en su inmensa mayoría africanas, invadiesen Katanga y se apiolasen a los secesionistas. La ONU, lógicamente, se negó. Los cascos azules no dan hostias de ningún color. Envalentonada por esta prueba de debilidad del gobierno central, la región de Kasai, sede de casi todas las minas de diamantes del país, anunció que se akatangaba, o sea que también quería ser independiente.
Desesperado y sin opciones, Lumumba se echó en brazos de la URSS.
Existen evidencias de que, al igual que el presidente Kennedy dio autorización para que Fidel Castro fuese asesinado, su antecesor el general Dwight Eisenhower dio la orden de que Lumumba fuese removido de esta dimensión. Mientras tanto, Lumumba ordenaba una operación militar en Kasai en la cual centenares de balubas fueron masacrados y se creó un cuarto de millón de refugiados. La ONU acusó a Lumumba de genocida, y es que lo fue. Eso sí, en el Juicio Final todavía está el pobre en lista de espera, porque genocidas, en África y en el siglo XX, hay unos cuantos.
En esas circunstancias, apareció Mr. President. Porque quizá lo hemos olvidado, pero Pepiño Vasa-Kubu sigue por ahí, de presidente florón; no tan florón desde el 5 de septiembre cuando, en una alocución de radio, dijo de Lumumba un montón de cosas, ninguna de ellas que fuese guapo, y anunció que lo cesaba. La respuesta de Lumumba fue presentarse en la misma emisora donde había estado Vasa, anunciando que era él quien le cesaba. Aquello dividió el país: por un lado estaban los que podrían haber gritado Lumumba a la tumba, o sea los partidarios de Vasa-Kubu, apoyado por las potencias occidentales; y, por otro, los que podrían haber gritado Pasa de Vasa, o sea los amiguitos de Lumumba, con la URSS detrás.
Dice el refrán: a río revuelto, ganancia de pescadores. Mobutu, que hasta entonces había estado cercano a Lumumba pero sin destacarse políticamente, convenció a la CIA y a la ONU de que lo que había que hacer era apartar a los políticos (típico discurso fascista), y garantizar el orden y el negocio. Esto, en Washington, siempre ha gustado. Desde Kinsasha, el territorio que Mobutu controlaba mejor, se declaró dictador del país. Eso sí, conocedor de los deseos del casero, casi su primer acto en el poder fue enseñarles a los cooperantes soviéticos la puerta de salida.
Mobutu mantuvo a Vasa-Kubu pero depuso a Lumumba, el cual se convirtió en un preso en su mansión de primer ministro, de donde no podía salir. Sin embargo, el 27 de noviembre, sabiendo que su situación no era ninguna maravilla y que la CIA seguía haciéndose pajas con la idea de cargárselo, logró huir hacia Stanleyville, su territorio de apoyo. Sin embargo, el 1 de diciembre fue detenido en Kasai, a medio camino. La detención no evitó que los seguidores de Lumumba, encabezados por Antoine Gizenga, estableciesen su propio Estado, con lo que en Zaire había cuatro gobiernos diferentes: Mobutu en Kinsasha, con apoyo de Occidente; Gizenga en Stanleyville, con apoyo de la URSS, y Tsombe en Katanga y Albert Kalonji en Kasai, ambos apoyados por Bélgica.
Otra cosa no sabrían los soviéticos, pero ayudar en la guerra se les daba de cine. Los partidarios de Lumumba comenzaron a tener un éxito detrás de otro. Tomaron la provincia de Kivu y luego la de Lualaba, en el norte de Katanga. Aquello acojonó a los belgas. Pero mucho.
El 17 de enero de 1961, Lumumba y otros dos partidarios fueron recogidos del campamento militar de Thysville y llevados al aeródromo de Moanda, desde donde volaron durante seis horas hasta Elisabethville, la capital de Katanga. En el avión fueron encerrados con seis soldados de Kasai cuidadosamente elegidos por su odio hacia Lumumba. A lo largo del vuelo, los tres detenidos fueron apalizados salvajemente por sus torturadores. Una vez en Elisabethville, donde bajaron del avión con las ropas empapadas de su propia sangre y fueron recibidos por tropas katanguesas y belgas, fueron llevados a una casa a dos kilómetros del aeropuerto, donde fueron torturados de nuevo. Luego fueron llevados por el mismísimo Tsombe y algunos mandos belgas a un descampado a unos 45 kilómetros, donde fueron ejecutados. 24 horas después de aquello, los cuerpos fueron desenterrados, llevados a donde Cristo perdió la camiseta de la selección española, desmembrados y sumergidos en ácido sulfúrico; los cráneos y huesos sobrevivientes fueron pulverizados.
Durante 40 años, Bélgica sostuvo con entera seriedad la chorrada de que Lumumba había conseguido escapar y que había muerto a manos de aldeanos enfurecidos (todo el mundo sabe que el pigmeo medio guarda siempre entre 200 y 300 litros de ácido sulfúrico en el jardín trasero de su choza). No fue hasta el año 2001, y eso porque se vio acorralado por los investigadores, cuando aceptó que lo de Lumumba fue un asesinato y que, además, contó con su participación.
La muerte de Lumumba no es sólo la creación de un mártir. Entre 1960 y 1965, las cosas salieron tan rematadamente mal en Zaire que esa crisis colocó el destino de África en el difícil camino en el que se encuentra. El conflicto presidido por Lumumba y sus escasos 67 días de gobierno polarizó África en los términos de la Guerra Fría; a partir de ese momento no hubo teatro pequeño para las puyitas entre yanquis y leninistas y mucha gente ha pasado y pasa hambre, o ha perdido su casa, o su pierna, o su vida, por culpa de ello. Personalmente considero que, también, la deplorable gestión que entre belgas y congoleños hicieron de la independencia del Zaire, la deleznable estrategia belga y la enorme desunión de los propios políticos negros, dio alas a quienes, en países como Rhodesia y sobre todo Sudáfrica, apostaban por mantener a los negros fuera del poder y, por lo tanto, crear estados africanos independientes en los que sólo mandasen los blancos. Es la política del apartheid, que también creó unas cuantas decenas de miles de víctimas.
Otro día, si yo tengo tiempo, vosotros ganas y los autobuses de la EMT paran de vez en cuando, os contaré la tristísima historia de los hutus y los tutsis; quizá una de las historias más tristes que contarse puede.
jueves, julio 03, 2008
miércoles, julio 02, 2008
Off Topic
Lo primero que quiero hacer es pediros disculpas. Este blog va de Historia y, aunque yo lo que voy a contar hoy es una historia, así, con minúsculas, no tiene nada que ver con la temática de este diario. Hoy tocaba hablar de Patrice Lumumba y de su asesinato; será pronto, en todo caso. No obstante, me asomo brevemente cambiando el asunto para contar una pequeña experiencia, no sin antes advertirte, lector, que si todo lo que buscas en este blog, y es normal que así sea, sean historias de la Historia, este artículo de hoy te va a decepcionar. Deja de leerlo en este punto.
Viernes, 27 de junio. Estoy en la marquesina del autobús de una avenida de Madrid. En esa parada sólo para un autobús, el X. Son las 7 y cuarto de la mañana. Entro en el curro a las ocho y el autobús no tarda en llegar ni veinte minutos. Así que voy sobrado.
He pasado mucho frío en esa marquesina. En invierno, es como esperar el autobús al lado de un monumental frigorífico cuya puerta Zeus se obstina en dejar abierta. Pero en verano mola. La temperatura es agradable y hay luz. Así pues, aquí pequé, aquí cometí yo mi primera agresión al Consorcio Madrileño de Transportes: me senté en el banco de la marquesina, saqué de mi mochila mi libro, y me puse a leer mientras llegaba el autobús.
Puede que algunos de vosotros, los más cretinos desde luego, hayáis pensado alguna vez que los bancos de las marquesinas están puestos ahí para que los viajeros se sienten. Pero no es verdad. Ya os dije que erais estúpidos. Como comprobarás pronto, pobre lector idiota, los bancos de las marquesinas están para que se sienten los paseantes, pero no los viajeros. Los visitantes de las marquesinas, pero no las personas que quieran tomar el autobús. Quizá pienses: pero, ¿es que tienen visitantes las marquesinas? Sigue leyendo. Según la EMT, sí. Según la EMT, sus marquesinas son una especie de bibliotecas ambulantes.
A las siete y cuarto pasadas, pasa una ráfaga. Supongo que delante iba Hamilton en su McClaren y, detrás, el autobús X persiguiéndole. No iba deprisa; iba muy deprisa. Luego me he informado, por una conductora de la EMT, que la velocidad de los autobuses está limitada. Pues no sé cuál será ese límite, porque os aseguro que fue visto y no visto, y dudo mucho que en condiciones de seguridad. La avenida es una avenida que mucha gente suele cruzar haciendo jogging o paseando a sus perros. Si los autobuses se obstinan en recorrerla así, cualquier día tendremos una desgracia.
El caso es que yo me quedé sin autobús.
Cojo el móvil y llamo al 010. Le pregunto a un muchacho que cómo puedo reclamar a la EMT. Me da un teléfono 902. Allí me informan de que la reclamación tiene que ser por escrito. ¿Por escrito?, le digo yo. ¿En el siglo XXI? Le pregunto al amable informante: ¿no ha oído hablar el Consorcio de lo que es un call center? Un call center es un servicio estudiado para que todas las gestiones puedan hacerse por teléfono; y esto es posible porque todas las conversaciones se graban y, de esta forma, la grabación tiene el mismo valor jurídico que el papel firmado, y el declamar tu DNI el mismo valor jurídico que tu firma. Pero eso es demasiado para el Consorcio de Transportes de Madrid. Existen call center que graban las conversaciones más o menos desde que el Australopitecus Afariensis montó el primero en África. Pero el CMT, a lo suyo. A pedalillo. Como veremos pronto, todo tiene su sentido. Es la mejor forma de pasar de las reclamaciones.
Bueno, el caso es que, algunas horas más tarde, entré en la web de la EMT y presenté mi reclamación. Hasta hoy. Algo tan sencillo como darle un capón a un conductor por saltarse una parada con viajero ha sido imposible hacerlo en cinco días. Y eso, teniendo en cuenta que lo denuncié por velocidad excesiva. O sea: le imputo un ilícito de tráfico, y el CMT a verlas venir.
A eso le llaman Atención al Usuario.
Esta mañana, miércoles, ha pasado lo que tenía que pasar. Si el perro se mea en la alfombra y nadie le da una hostia, pues lo lógico es que siga meándose ahí. La escena se ha repetido a las siete y media: viajero en la marquesina, banco, libro, y autobús que pasa. O sea, pasa. Del verbo pasar de. Pasa de mí como de deglutir deposiciones orgánicas.
010. Que me de usted otra vez el teléfono para reclamar a la EMT. Respuesta del O10: eso no se puede hacer por teléfono. ¡Coño! ¿El viernes sí y el miércoles no? El Cyborg despejabalones de Gallardón contesta: usted puede reclamar por correo ordinario o por correo electrónico, ¿cuál de las dos vías quiere que le facilite? Yo me callo el pequeño detalle de que también se puede reclamar a través de la web, dato éste que el robot gallardonita parece no tener grabado en su disco duro averiado. Le digo: lo que quiero es que me de usted el teléfono que su compañero me dio hace cinco días, más o menos a esta hora. El 010 reflexiona brevemente. Dice: le daré el teléfono del Servicio de Atención al Cliente.
Cráneo previlegiado.
SAC de la EMT. Al habla Fulano. Oye, Fulano, quiero que utilicéis esas emisoras tan bonitas que tenéis para darle un capón al conductor de la línea X que ha pasado por la parada de la avenida Tal a las siete y media y se ha dejado al viajero en tierra; entre otras cosas, porque es la segunda vez que pasa en cinco días. Fulano que si sí, que si no, que si reclame por escrito. Eso ya lo hice el viernes y me habéis contestado con el más insondable de los silencios, le contesto yo. Entramos en una conversación sobre cómo ha ocurrido el sucedido. Yo, sincerote que soy, le digo que estaba sentado en el banco leyendo cuando ha pasado el autobús.
Es el momento en el que Fulano ha visto la luz.
Respuesta del SAC de la EMT: el autobús se ha pasado porque usted estaba leyendo. O sea, porque no estaba pendiente de que pasara el autobús. Yo: ¿o sea, que la culpa es mía? Fulano: yo no he dicho eso. Yo: pero, entonces, ¿qué es lo que ha dicho? Porque resulta que, en mi estulticia de contribuyente, yo lo que entiendo que me está diciendo es que el conductor no ha parado porque yo, en lugar de estar en la marquesina en actitud pendiente y avisatoria, estaba leyendo un libro. Y aquí es donde Fulano se ha adornado como los mejores lidiadores. Me ha dicho:
‑ Si el conductor llega a la parada y ve a alguien en ella leyendo, puede pensar que no es un viajero, sino simplemente alguien que está leyendo ahí.
¡Acabáramos!
Tú estás en casa y dices: me voy a dar un paseíto. Te llevas un libro. Cuando te cansas de andar, te dices: pues me voy a sentar a leer. Tienes la opción de buscar una terraza, donde, además de la lectura, tendrás una cervecita y aceitunitas. O de irte al parque y sentarte en un banco, diseñado para eso. Pero, no: ¿adónde va la gente a leer? ¡A las marquesinas de la EMT! ¡Y a las siete y cuarto de la mañana! De verdad, ahora entiendo las colas y colas de gentes que se ven por todo Madrid, nada más despuntar el alba; personas con la última obra de Ruiz Zafón en el sobaco, esperando que les llegue el turno de poder sentarse en una marquesina de la EMT y leer a gusto.
Y, ¿qué me decís de la insondable inteligencia del conductor? El común de los mortales, el conjunto de paralíticos mentales que formamos la sociedad española, pensamos que la combinación de Parada de autobús + Persona en la parada equivale a Viajero esperando el autobús. Pero, no: según la EMT, si alguien está en una marquesina de autobús, lo más probable es que esté pasando el rato; pero de esperar el autobús, nada. La gente que espera el autobús, por lo general, se sube a la copa de los árboles o camina por las alcantarillas, como todo el mundo sabe.
Finalmente, llega el X. Conducido por una conductora. Nada más subir, le digo: el compañero que llevas delante se ha saltado la parada y me ha dejado en tierra. Y entonces llega ya la explicación metafísico-epistemológica. La guinda que le faltaba al pastel. La conductora sentencia, muy seria.
‑ Es que es un correturnos.
Cojonudo. Si llevas un autobús y ves un viajero en su parada, paras para recogerlo. Salvo que seas un correturnos. Si eres un correturnos, entonces te lo puedes saltar. Esta teoría es de gran profundidad y, de hecho, explica algunos de los enigmas de la Historia.
¿Por qué los Albertos no fueron a la cárcel? Porque son correturnos.
¿Por qué Bush nunca será juzgado por el Tribunal Penal Internacional? Porque es un correturnos.
¿Por qué el árbitro Al Gandur nos guindó el partido contra Corea en el Mundial? Porque era un árbitro correturnos.
And so on.
Cosas que he averiguado tratando, infructuosamente, de conseguir que se me diese una mínima reparación por llegar tarde a currar, tan sólo moral (de indemnizarme por el retraso ya ni hablamos).
1) El 010 es una lotería. Lo mismo te dan una información buitre, que palomi. Un día te dan un teléfono, al otro te lo esconden. Genial.
2) Como ya os he dicho, el SAC de la EMT no graba las conversaciones. Inteligente medida. De esta manera, por muy cabreado que esté el cliente, tiene que reclamar por escrito; se quitan de en medio las reclamaciones de los que se enfríen por medio. Y si la reclamación, como es el caso, es también contra la persona del SAC que ha atendido al viajero, es su palabra contra la tuya. Tú dices que dijo, él dice que no dijo.
3) Los conductores de la EMT, según he sido informado, NO TIENEN LA OBLIGACIÓN DE PARAR EN LAS PARADAS, INCLUSO AUNQUE HAYA ALGUIEN EN ELLAS. Es lo que me cuentan gentes del oficio, porque en el SAC (¿no lo habíais adivinado?) no me han informado; me han contado la chorrada ésa de que un tío leyendo en una marquesina puede ser cualquier cosa menos un viajero que espera leyendo.
O sea: el conductor parará si le das la señal de parar, como un taxi. Si no, tiene derecho a pensar que no eres un viajero, sino sólo un mediopensionista que está visitando la marquesina porque le gusta la decoración. ¿Alguno de vosotros está, quizá, pensando, que no tiene sentido igualar un autobús, que tiene paradas, con un taxi, que no las tiene, y es por eso que hay que señalarle que pare? Pues si lo estáis pensando, lamento deciros que en el Consorcio Madrileño de Transportes no tendríais futuro ni para llevar los cafés.
4) Los autobuses de la EMT no llevan tacógrafo. Eso es, al menos, lo que me han dicho sus conductores. Yo pensaba que sí, más que nada porque el tacógrafo es algo que faltó un pelo de Yul Brynner para que lo inventase Galileo, o sea que es más viejo que la tos; y porque es una medida básica para controlar lo que los conductores hacen con sus máquinas, que son de todos. Así las cosas, no me extraña que mi denuncia del viernes no haya tenido respuesta. Yo digo que el autobús iba follado, mas, ¿cómo lo demuestro? Solución: no sólo hay que estar en las marquesinas atento a que pase el autobús para hacerle ver que no somos gentes de paso sino viajeros; es decir, que no somos uno más de los millones y millones de personas que cada día se sientan a leer en las paradas de autobús, sino miembros de la estricta minoría de ciudadanos que utiliza las paradas de autobús para esperar el autobús. También es recomendable ir provistos de una cámara de video para, en el caso de que el autobús haga alguna pirula, poder grabarle para demostrarlo. Porque el interés de la EMT por saber lo que hacen sus conductores es nulo. Nulo. Ojos que no ven, viajero que se jode.
Así las cosas, he denunciado:
- Al conductor del viernes.
- Al conductor del miércoles.
- Al operador del Servicio de Atención al Cliente de la EMT que me atendió esta mañana.
¿Alguien apuesta sobre el resultado de estas gestiones?
Viernes, 27 de junio. Estoy en la marquesina del autobús de una avenida de Madrid. En esa parada sólo para un autobús, el X. Son las 7 y cuarto de la mañana. Entro en el curro a las ocho y el autobús no tarda en llegar ni veinte minutos. Así que voy sobrado.
He pasado mucho frío en esa marquesina. En invierno, es como esperar el autobús al lado de un monumental frigorífico cuya puerta Zeus se obstina en dejar abierta. Pero en verano mola. La temperatura es agradable y hay luz. Así pues, aquí pequé, aquí cometí yo mi primera agresión al Consorcio Madrileño de Transportes: me senté en el banco de la marquesina, saqué de mi mochila mi libro, y me puse a leer mientras llegaba el autobús.
Puede que algunos de vosotros, los más cretinos desde luego, hayáis pensado alguna vez que los bancos de las marquesinas están puestos ahí para que los viajeros se sienten. Pero no es verdad. Ya os dije que erais estúpidos. Como comprobarás pronto, pobre lector idiota, los bancos de las marquesinas están para que se sienten los paseantes, pero no los viajeros. Los visitantes de las marquesinas, pero no las personas que quieran tomar el autobús. Quizá pienses: pero, ¿es que tienen visitantes las marquesinas? Sigue leyendo. Según la EMT, sí. Según la EMT, sus marquesinas son una especie de bibliotecas ambulantes.
A las siete y cuarto pasadas, pasa una ráfaga. Supongo que delante iba Hamilton en su McClaren y, detrás, el autobús X persiguiéndole. No iba deprisa; iba muy deprisa. Luego me he informado, por una conductora de la EMT, que la velocidad de los autobuses está limitada. Pues no sé cuál será ese límite, porque os aseguro que fue visto y no visto, y dudo mucho que en condiciones de seguridad. La avenida es una avenida que mucha gente suele cruzar haciendo jogging o paseando a sus perros. Si los autobuses se obstinan en recorrerla así, cualquier día tendremos una desgracia.
El caso es que yo me quedé sin autobús.
Cojo el móvil y llamo al 010. Le pregunto a un muchacho que cómo puedo reclamar a la EMT. Me da un teléfono 902. Allí me informan de que la reclamación tiene que ser por escrito. ¿Por escrito?, le digo yo. ¿En el siglo XXI? Le pregunto al amable informante: ¿no ha oído hablar el Consorcio de lo que es un call center? Un call center es un servicio estudiado para que todas las gestiones puedan hacerse por teléfono; y esto es posible porque todas las conversaciones se graban y, de esta forma, la grabación tiene el mismo valor jurídico que el papel firmado, y el declamar tu DNI el mismo valor jurídico que tu firma. Pero eso es demasiado para el Consorcio de Transportes de Madrid. Existen call center que graban las conversaciones más o menos desde que el Australopitecus Afariensis montó el primero en África. Pero el CMT, a lo suyo. A pedalillo. Como veremos pronto, todo tiene su sentido. Es la mejor forma de pasar de las reclamaciones.
Bueno, el caso es que, algunas horas más tarde, entré en la web de la EMT y presenté mi reclamación. Hasta hoy. Algo tan sencillo como darle un capón a un conductor por saltarse una parada con viajero ha sido imposible hacerlo en cinco días. Y eso, teniendo en cuenta que lo denuncié por velocidad excesiva. O sea: le imputo un ilícito de tráfico, y el CMT a verlas venir.
A eso le llaman Atención al Usuario.
Esta mañana, miércoles, ha pasado lo que tenía que pasar. Si el perro se mea en la alfombra y nadie le da una hostia, pues lo lógico es que siga meándose ahí. La escena se ha repetido a las siete y media: viajero en la marquesina, banco, libro, y autobús que pasa. O sea, pasa. Del verbo pasar de. Pasa de mí como de deglutir deposiciones orgánicas.
010. Que me de usted otra vez el teléfono para reclamar a la EMT. Respuesta del O10: eso no se puede hacer por teléfono. ¡Coño! ¿El viernes sí y el miércoles no? El Cyborg despejabalones de Gallardón contesta: usted puede reclamar por correo ordinario o por correo electrónico, ¿cuál de las dos vías quiere que le facilite? Yo me callo el pequeño detalle de que también se puede reclamar a través de la web, dato éste que el robot gallardonita parece no tener grabado en su disco duro averiado. Le digo: lo que quiero es que me de usted el teléfono que su compañero me dio hace cinco días, más o menos a esta hora. El 010 reflexiona brevemente. Dice: le daré el teléfono del Servicio de Atención al Cliente.
Cráneo previlegiado.
SAC de la EMT. Al habla Fulano. Oye, Fulano, quiero que utilicéis esas emisoras tan bonitas que tenéis para darle un capón al conductor de la línea X que ha pasado por la parada de la avenida Tal a las siete y media y se ha dejado al viajero en tierra; entre otras cosas, porque es la segunda vez que pasa en cinco días. Fulano que si sí, que si no, que si reclame por escrito. Eso ya lo hice el viernes y me habéis contestado con el más insondable de los silencios, le contesto yo. Entramos en una conversación sobre cómo ha ocurrido el sucedido. Yo, sincerote que soy, le digo que estaba sentado en el banco leyendo cuando ha pasado el autobús.
Es el momento en el que Fulano ha visto la luz.
Respuesta del SAC de la EMT: el autobús se ha pasado porque usted estaba leyendo. O sea, porque no estaba pendiente de que pasara el autobús. Yo: ¿o sea, que la culpa es mía? Fulano: yo no he dicho eso. Yo: pero, entonces, ¿qué es lo que ha dicho? Porque resulta que, en mi estulticia de contribuyente, yo lo que entiendo que me está diciendo es que el conductor no ha parado porque yo, en lugar de estar en la marquesina en actitud pendiente y avisatoria, estaba leyendo un libro. Y aquí es donde Fulano se ha adornado como los mejores lidiadores. Me ha dicho:
‑ Si el conductor llega a la parada y ve a alguien en ella leyendo, puede pensar que no es un viajero, sino simplemente alguien que está leyendo ahí.
¡Acabáramos!
Tú estás en casa y dices: me voy a dar un paseíto. Te llevas un libro. Cuando te cansas de andar, te dices: pues me voy a sentar a leer. Tienes la opción de buscar una terraza, donde, además de la lectura, tendrás una cervecita y aceitunitas. O de irte al parque y sentarte en un banco, diseñado para eso. Pero, no: ¿adónde va la gente a leer? ¡A las marquesinas de la EMT! ¡Y a las siete y cuarto de la mañana! De verdad, ahora entiendo las colas y colas de gentes que se ven por todo Madrid, nada más despuntar el alba; personas con la última obra de Ruiz Zafón en el sobaco, esperando que les llegue el turno de poder sentarse en una marquesina de la EMT y leer a gusto.
Y, ¿qué me decís de la insondable inteligencia del conductor? El común de los mortales, el conjunto de paralíticos mentales que formamos la sociedad española, pensamos que la combinación de Parada de autobús + Persona en la parada equivale a Viajero esperando el autobús. Pero, no: según la EMT, si alguien está en una marquesina de autobús, lo más probable es que esté pasando el rato; pero de esperar el autobús, nada. La gente que espera el autobús, por lo general, se sube a la copa de los árboles o camina por las alcantarillas, como todo el mundo sabe.
Finalmente, llega el X. Conducido por una conductora. Nada más subir, le digo: el compañero que llevas delante se ha saltado la parada y me ha dejado en tierra. Y entonces llega ya la explicación metafísico-epistemológica. La guinda que le faltaba al pastel. La conductora sentencia, muy seria.
‑ Es que es un correturnos.
Cojonudo. Si llevas un autobús y ves un viajero en su parada, paras para recogerlo. Salvo que seas un correturnos. Si eres un correturnos, entonces te lo puedes saltar. Esta teoría es de gran profundidad y, de hecho, explica algunos de los enigmas de la Historia.
¿Por qué los Albertos no fueron a la cárcel? Porque son correturnos.
¿Por qué Bush nunca será juzgado por el Tribunal Penal Internacional? Porque es un correturnos.
¿Por qué el árbitro Al Gandur nos guindó el partido contra Corea en el Mundial? Porque era un árbitro correturnos.
And so on.
Cosas que he averiguado tratando, infructuosamente, de conseguir que se me diese una mínima reparación por llegar tarde a currar, tan sólo moral (de indemnizarme por el retraso ya ni hablamos).
1) El 010 es una lotería. Lo mismo te dan una información buitre, que palomi. Un día te dan un teléfono, al otro te lo esconden. Genial.
2) Como ya os he dicho, el SAC de la EMT no graba las conversaciones. Inteligente medida. De esta manera, por muy cabreado que esté el cliente, tiene que reclamar por escrito; se quitan de en medio las reclamaciones de los que se enfríen por medio. Y si la reclamación, como es el caso, es también contra la persona del SAC que ha atendido al viajero, es su palabra contra la tuya. Tú dices que dijo, él dice que no dijo.
3) Los conductores de la EMT, según he sido informado, NO TIENEN LA OBLIGACIÓN DE PARAR EN LAS PARADAS, INCLUSO AUNQUE HAYA ALGUIEN EN ELLAS. Es lo que me cuentan gentes del oficio, porque en el SAC (¿no lo habíais adivinado?) no me han informado; me han contado la chorrada ésa de que un tío leyendo en una marquesina puede ser cualquier cosa menos un viajero que espera leyendo.
O sea: el conductor parará si le das la señal de parar, como un taxi. Si no, tiene derecho a pensar que no eres un viajero, sino sólo un mediopensionista que está visitando la marquesina porque le gusta la decoración. ¿Alguno de vosotros está, quizá, pensando, que no tiene sentido igualar un autobús, que tiene paradas, con un taxi, que no las tiene, y es por eso que hay que señalarle que pare? Pues si lo estáis pensando, lamento deciros que en el Consorcio Madrileño de Transportes no tendríais futuro ni para llevar los cafés.
4) Los autobuses de la EMT no llevan tacógrafo. Eso es, al menos, lo que me han dicho sus conductores. Yo pensaba que sí, más que nada porque el tacógrafo es algo que faltó un pelo de Yul Brynner para que lo inventase Galileo, o sea que es más viejo que la tos; y porque es una medida básica para controlar lo que los conductores hacen con sus máquinas, que son de todos. Así las cosas, no me extraña que mi denuncia del viernes no haya tenido respuesta. Yo digo que el autobús iba follado, mas, ¿cómo lo demuestro? Solución: no sólo hay que estar en las marquesinas atento a que pase el autobús para hacerle ver que no somos gentes de paso sino viajeros; es decir, que no somos uno más de los millones y millones de personas que cada día se sientan a leer en las paradas de autobús, sino miembros de la estricta minoría de ciudadanos que utiliza las paradas de autobús para esperar el autobús. También es recomendable ir provistos de una cámara de video para, en el caso de que el autobús haga alguna pirula, poder grabarle para demostrarlo. Porque el interés de la EMT por saber lo que hacen sus conductores es nulo. Nulo. Ojos que no ven, viajero que se jode.
Así las cosas, he denunciado:
- Al conductor del viernes.
- Al conductor del miércoles.
- Al operador del Servicio de Atención al Cliente de la EMT que me atendió esta mañana.
¿Alguien apuesta sobre el resultado de estas gestiones?