Rumania, ese chollo
A la sombra de los soviéticos en flor
Quiero rendirme
El largo camino hacia el armisticio
Conspirando a toda velocidad
El golpe
Elecciones libres; o no
En contra de mi propio gobierno
Elecciones libres (como en la URSS)
El último obstáculo, el rey
Con la Iglesia hemos topado
El calvario uniate
Securitate
Yo quiero ser un colectivizador como mi papá
Stefan Foris
Patrascanu y Pauker
La caída en desgracia de Lucretiu Patrascanu
La sombra del titoísmo
Gheorghiu-Dej se queda solo
Ana Pauker, salvada por un ictus
La apoteosis del primer comunista de Rumania
Hungría
Donde dije digo…
El mejor amigo del primo de Zumosol
Pilesti
Pío, pío, que yo no he sido
Trabajador forzado por la gracia de Lenin
Los comienzos de la diferenciación
Pues yo me voy a La Mutua (china)
Hasta nunca Gheorghe
El nuevo mando
Yo no fui
Yo no soy ellos
Enemigo de sus amigos
Grandeza y miseria
De mal en peor
Esos putos húngaros
El puteo húngaro
El maldito libro transilvano
El sudoku moldavo
La fumada de Artiom Lazarev
Viva Besarabia libre (y rumana)
Primeras disidencias
Goma
Los protestantes protestan
Al líder obrero no lo quieren los obreros
Brasov
No toques a Tokes
Arde Timisoara
El derrumbador de iglesias y monasterios
Qué mal va esto
Epílogo: el comunista que quiso sorber y soplar a la vez
Teohari Georgescu, al fin y al cabo ministro del Interior, era la persona designada para realizar la denuncia pública de Patrascanu. Así se lo dijo Gheorghiu-Dej, quien le señaló el momento del cercano congreso del Partido, que tendría lugar del 21 al 23 de febrero, como el teatro lógico para hacerlo. Efectivamente, Georgescu utilizó su intervención en el Congreso para referirse a Patrascanu como “uno de los exponentes de la ideología burguesa” dentro del comunismo rumano.
Aquel discurso, en todo caso,
no fue sino el señalamiento de la pieza. La Securitate comenzó, sin prisa pero
sin pausa, a construir el caso Patrascanu. Tardaron cuatro meses, en medio de
los cuales (28 de abril) Patrascanu fue detenido. A mediados de junio, en una
reunión plenaria del Comité Central, se pasó una resolución en la que se
explicaba que a principios de 1945 Patrascanu, “en contradicción absoluta con el
Partido”, comenzó a trabajar para conseguir una colaboración efectiva con la
burguesía. Asimismo, en 1946 defendió una alianza con “todo el campesinado”,
incluyendo, por lo tanto, también a los explotadores.
El tema estaba siendo
claramente dirigido por los soviéticos, y estaba íntimamente ligado a todo lo
que estaba pasando entre Stalin y Tito. El 20 de junio, el Partido Comunista de
Yugoslavia envió una carta en la que informaba fríamente de que tenía mucha
plancha y que no acudiría a la reunión prevista de la Kominform, que se iba a
celebrar a finales de dicho mes en Bucarest. La Kominform reaccionó expulsando
al PCY, decisión que se hizo pública el día 28; y movió con la rapidez del rayo
su sede, desde Belgrado hacia Bucarest.
La policía rumana, sin embargo,
dio muestras de no tener del todo claro qué hacer con Patrascanu. Lo había
detenido el 28 de abril; pero la cosa es que no estuvo formalmente arrestado
hasta el 24 de agosto. Lo más probable es que los rumanos no tuvieran instrucciones
claras de Moscú, sin las cuales no tenían demasiada idea de qué hacer, porque
literalmente no tenían demasiada idea de hasta dónde podían llegar.
Entre el momento en que
Patrascanu estuvo formalmente arrestado y el momento en que se produjo su
primer interrogatorio pasaron cinco meses, ya que dicho interrogatorio se
verificó en enero de 1945. La causa más probable de estos retrasos son los
deseos de Moscú de sintonizar la purga de Patrascanu con la ejercida sobre
determinados comunistas yugoslavos, como el juicio y ejecución de Laszlo Rajk
en Hungría o el de Traicho Kostov en Bulgaria; sucesos que ocurrieron en
septiembre y en diciembre, respectivamente. En 1967, ante la Comisión que se
formó para la rehabilitación, sobre todo, de Patrascanu y de Foris, Gheorghe
Pintile declaró que, durante aquellos tiempos, estuvo en contacto constante con
tres asesores soviéticos, aunque sólo recordaba a dos: Alexander Milhailovitch
Sakharovsky y otro que recordaba como Patriki. Según Pintile, estos asesores le
dijeron que habían sido cocineros del juicio de Rajk en Hungría.
En todo caso, durante el año
1949, tanto Patrascanu como Elena, su mujer, fueron interrogados con intensidad
en las oficinas de la Securitate en Calea Rahovei; interrogatorios en los que
estuvieron más que presentes los asesores soviéticos que, de hecho, fueron los
que llevaron la voz cantante. A finales de año, Sakharovsky fue nombrado enlace
de la MGB soviética con el Ministerio del Interior rumano.
La Securitate, en todo caso,
llevaba para entonces desde principios de 1948 desarrollando una estrategia
dirigida al entorno de Patrascanu. En marzo de 1948, fueron arrestados Nicolae
Betea, Anton Ratiu, Constantin Pavel y Remus Micsa, todos ellos buenos amigos
de Patrascanu. En abril, como ya os he comentado, Patrascanu y su mujer fueron
detenidos y sometidos a una especie de interrogatorio conducido por miembros
del Comité Central del Partido (Teohari Georgescu, Iosif Ranghet y Alexandru
Dragici). En agosto, otro hombre del círculo de Patrascanu, Alexandru
Stefanescu. Luego, en 1949, se produjeron nueve meses de interrogatorios de
Patrascanu y su mujer. En octubre de 1949, otro cuerpo de seguridad, el SSI,
tomó bajo su responsabilidad dichos interrogatorios, en una serie que abarcó
también a varios de sus amigos y que duró hasta mayo de 1950. En febrero de
1951 comenzó otra serie de interrogatorios, otra vez conducidos por la
Securitate, incluyendo también a Remus Koffler, un viejo miembro del Partido
con muchas vinculaciones con Foris. Claramente, lo que estaban intentando las
fuerzas policiales era construir el caso de una gran conspiración contra el
Partido.
Las averiguaciones más serias
fueron las realizadas por los citados altos cargos del Partido, en la primavera
de 1948. Comenzaron por interrogar a Patrascanu sobre su voluntad de abandonar
el país, algo que el interrogado negó violentamente. La comisión del Comité
Central no consiguió despegar la lengua del interrogado, y fue la que decidió a
Gheorghiu-Dej que era necesario dar un salto represivo. Por esto se produjo el
arresto formal el 24 de agosto, bajo la acusación contra Patrascanu de ser un
agente de los británicos. Patrascanu fue finalmente trasladado a su casa del
lago Snagov, donde se reunió con su mujer Elena y fue colocado bajo una fuerte
vigilancia policial durante cinco meses.
El 19 de enero de 1949, por la
casa del lago apareció Gheorghe Pintile,
acompañado por el coronel Valerian Bucikov, un asesor soviético que era
responsable de la seguridad de Gheorghiu-Dej; e Iosif Ranghet, a quien ya hemos
visto interrogando a Patrascanu, miembro suplente del Politburo rumano. Estos
hombres se llevaron al matrimonio Patrascanu a un cuartel de la Securitate en
Calea Rahovei, Bucarest. Ambos fueron emplazados en el sótano del edificio, en
celdas separadas: de hecho, Patrascanu y su mujer ya nunca volverían a verse.
El 13 de diciembre se produjo
el arresto de Remus Koffler, una pieza que los asesores soviéticos consideraban
fundamental para “demostrar” que se había producido la organización de un golpe
de Estado por parte de los comunistas disidentes que, sólo por casualidad, eran
los que ellos se habían cargado o habían ordenado detener. Koffler fue
torturado a gusto hasta que admitió que tanto él como Foris habían sido agentes
de la “policía fascista burguesa-terrateniente”; y, sobre todo, admitió que en
1941 esta organización capitalista había reclutado a Patrascanu. El ex ministro
de Justicia, de hecho, le habría pasado a la organización información muy
valiosa sobre la situación de muchos comunistas; información que habría
servido, entre otras cosas, para detener a Teohari Georgescu.
En la conspiración fueron
añadidos, rápidamente, diversos miembros de organizaciones yugoslavas presentes
en Rumania, así como amigos de Patrascanu: Herbert, normalmente conocido como
Beliu, Zilber, Ion Mocsony-Styrcea, Alexandru Stefanescu, Jac Berman, Emil
Calmanovici, Victoria Sarbu, Harry Brauner, Herant Torossian y Lena Constante.
Los yugoslavos fueron acusados de ser agentes de Tito, mientras que los rumanos
fueron acusados de formar parte de una red de espionaje montada por Patrascanu
para los británicos.
Básicamente, el caso Patrascanu
no deja de ser el caso Lazslo Rajk, sólo que traducido al rumano. Ya os he
dicho que, de creer a Pintile, en realidad los asesores soviéticos que estaban
en Bucarest montando las “pruebas” de la conspiración organizada por el ex
ministro de Justicia eran los mismos que habían montado en Hungría la movida de
Rajk, así que no hay mucho de qué extrañarse.
Lazslo Rajk era uno de los
comunistas que había estado en las Brigadas Internacionales durante la Guerra
Civil Española. Cuando terminó la guerra, fue internado en un campo de
prisioneros en el sur de Francia. En 1941, fue liberado gracias a los oficios
de Noel Haviland Field, que era un agente de la NKVD que trabajaba como si
fuera un voluntario de una ONG. Rajk regresó a Hungría; pero, una vez allí, los
soviéticos comenzaron a mosquearse, no con su comportamiento, sino con el de
Haviland, que mantenía diversos contactos con los estadounidenses; por lo que
comenzaron a preguntarse si no habría algo maloliente en la liberación de Rajk.
En el verano de 1948, Mathias
Rakosi, que era el líder del comunismo húngaro, fue llamado a capítulo en
Moscú. Allí le explicaron que Rajk, que era su ministro del Interior, era en
realidad un agente estadounidense infiltrado. El asesor de la MGB para la
Europa sureste, general Fiodor Belkin, envió a dos generales, llamados Ligachev
y Makarov, a Budapest, para que fuesen haciendo los preparativos del arresto de
Rajk. El 30 de mayo, fue finalmente arrestado, y sometido a un largo
interrogatorio, en todo momento supervisado por Belkin.
El juicio de Rajk se abrió el
16 de septiembre; durante el mismo, las declaraciones implicaron en su
conspiración a Patrascanu. Más concretamente, uno de los acusados, Lazar
Rankov, declaró que Patrascanu apoyaba los planes de Tito para crear una
federación balcánica de democracias burguesas. Moscú había conseguido su
vinculación entre Patrascanu y la movida yugoslava; una estrategia que estuvo
ahí desde el principio y que, como os he dicho, justifica que las cosas con el
ex ministro rumano fuesen tan despacio como fueron.
Fue pocos días después del
juicio de Rajk, ya en octubre de 1949, cuando Patrascanu y su mujer fueron
colocados bajo la custodia del SSI, es decir, el servicio rumano de espionaje y
contraespionaje. Era cabeza de este servicio el teniente general Sergiu Nicolau,
también conocido como Sergei Nikonov. El interrogador de Patrascanu fue Petre,
o Piotr si lo preferís, Gonceariuc.
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