jueves, septiembre 27, 2012

El pecado español

Lo he estado pensando mucho en los últimos meses. Es cierto que es una pregunta que me vengo haciendo de tiempo atrás, pero, obviamente, la crisis, y esa sensación que te dejan veinte minutos en Facebook o en la barra de cualquier bar, de que el país se hunde, de que nada funciona, de que este país se divide en seres completamente estúpidos (aquéllos de los que te hablan) y plenamente inteligentes (los que te están hablando); todo eso, digo, ha cuadyudado para enervar la acción.

Lo he estado pensando mucho, digo. Y sigo pensándolo. Sigo preguntándome cuál es el principal pecado de España.

Mis querencias, que son bien obvias para todo aquél que lea este blog, se han dirigido inmediatamente al concepto: nuestro gran pecado es nuestra preparación. La verdad es que esta idea tiene sólidos groundings. Hay una prueba del nueve que aporta la Historia de la Ciencia, y es que lo que a un estudiante de Ciencias le cae durante años sobre el coco son las leyes de Newton, o de Faraday, o de Maxwell, los desarrollos de Descartes, de Leibnitz, de Euler, de Gauss, de Lovachevsky, de Halley, de Hooke, de Curie. Pero ni en la física ni en la química hay leyes de Pérez. Yo de pequeñito pensaba que al julio le habían puesto julio por algún julio español, pero hasta en esto me tuve que acabar cayendo del sicomoro.

Sin embargo, tal vez sea un caso de humildad, más que de pobreza intelectual. Tengo en mi casa un ejemplar de la Historia Natural de Odón de Buen, que comienza con una larga introducción sobre la historia de la ciencia española, que lógicamente se detiene en los finales del siglo XIX en que don Odón escribió el libro, y la verdad es que la lectura apasiona a la vez que refleja, hasta qué punto, España ha estado al cabo de la calle de los avances de la reflexión humana, a pesar de todo.

Además, en términos de educación considerado como un hecho social, lo siento pero pienso que la estulticia del español medio es fenómeno moderno. No es tanto un error de España como un error de la España de los últimos 50 años, que desde Villar Palasí hasta el día presente está cagándola con nuestra formación; eso sí, en intensidad creciente.

No. A la hora de buscar un pecado secular; a la hora de buscar un defecto español inmanente y dañino más que cualquier otro, no puede ser, he terminado por decirme, la educación.

El pecado español es el cortoplacismo.

Esta afirmación por mi parte quiere decir que España no planifica. Nunca. No prevé. Nunca. Nunca lo ha hecho. Y no sé si nunca lo hará.

Si miramos la Historia, a España los problemas casi siempre le han pillado sin haberlos previsto,incluso cuando le era bien evidente que los iba a tener (Cuba, sin ir más lejos).

No hay en el reinado de Carlos I demasiados indicios de que solicitase de alguien que reflexionase sobre los problemas que planteaba la construcción de un imperio en pleno Renacimiento; pero esos problemas existían, porque el imperio carlero (escribo esto porque me dicen que carolingio y carlista están ya cogidos) tenía que responder, administrativamente, a unos retos a los que ningún otro imperio moderno había tenido que responder; y otros, en la antigüedad, habían respondido colapsando.

La principal argamasa de la política imperial española fue el prestigio nacional, racial incluso, en mucha mayor medida que el beneficio, por lo que no cabe extrañarse que cuando el montaje explotó, tres siglos después, no es que fuésemos incapaces  de plantear una commonwealth (iniciativa ésta que es planificación pura y dura), sino que ni siquiera nos lo planteamos y lo fiamos todo, again, a conceptos sociofilosóficos como el amor a la Madre Patria y esas cosas. Si alguien quiere aprender lo que es una descolonización no planificada, que se estudie la Historia de Guinea Ecuatorial hasta el momento presente.

Felipe II, el Rey Prudente, es el mayor ejemplo que tiene nuestra Historia de last minute worker (bueno, el mayor ejemplo de esto es Casares Quiroga; pero no vamos a poner a ambos al mismo nivel, que el post se descarrila...). Y por esta expresión entiendo ese tipo al que da igual de lo que le hables, da igual que le expliques que en tres días viene un tornado de fuerza 5 o que los hunos se encuentran a seis jornadas de la capital, porque todo lo que le importa es lo que tiene que hacer de aquí en un minuto.

Muchos historiadores han dicho que Felipe vivió su reinado bajo la dictadura de los muchos asuntos urgentes que lo agobiaban. Yo no estoy muy de acuerdo con ese punto de vista. En mi opinión, a Felipe II le encantaba esa dictadura. Prefería, en el fondo, pasar sus largas horas de gobierno leyendo memoriales sobre problemas que se le acababan de plantear, uno a uno, que reflexionando sobre los problemas en general, no para mañana, sino para los años, décadas o siglos por venir. La Gran Armada o Armada Invencible es un buen ejemplo de esto. Acérquese el lector, en los libros que lea, a la pequeña historia, no de cómo fue derrotada, sino de cómo se formó, cómo se seleccionaron sus mandos, cómo se cuadró su marinería, y entenderá, creo yo, lo que le quiero decir. Felipe II cometía a cada paso el mismo error de Hitler en Ucrania (o el republicano general Rojo en  nuestra guerra civil): no darse cuenta de que cada vez que las tropas llegan hasta Alcañiz, eso supone que hay que tener una estructura montada que permita llevar comida, gasolina, balas y condones hasta Alcañiz; porque si no, es sólo cuestión de tiempo que Alcañiz se pierda de nuevo.

Los países se gestionan también así. Pensar un país es una combinación de estudiar qué avances son soportables, y andarse con cuidado con que la retaguardia no se degrade. Ninguna de las dos cosas las ha hecho España. Muerto Felipe II, dejó el país (quiero decir, su clase política) bajo un trauma de orfandad tan enorme que todo, para el Consejo de Castilla, se redujo a realizar una performance similar a la del rey-mito. Felipe III tuvo la inteligencia de morirse pronto, pero Felipe IV continuó el momio, y de qué manera. Jamás nadie, en España, desde la derrota de la Invencible hasta que España acabó por perder la posesión o el control efectivo de Flandes, de la Valtelina, de absolutamente todo, jamás nadie, digo, se preguntó en serio: ¿cuánto podemos abarcar? Las enormes y riquísimas posesiones americanas fueron entregadas a virreyes que jamás se plantearon un Mercosur ni cosa parecida, total para qué. Su función era sacar de las minas peruanas cuanto más mineral mejor, que luego era enviado en barcos que, como la Armada española carecía también de plan estratégico, llegaban a Sevilla, o no. La Historia de España, en buena parte, es la historia de reyes y validos arrodillados, tengo yo que alguna vez hasta físicamente, ante los banqueros para conseguir créditos de circulante; el rey español medio es un Artur Mas de la vida: en los minutos impares hablo con voz engolada de mis inalienables derechos históricos y de las inmarcesibles victorias de mi pasado, y en los minutos pares lloro para que me transfieran pasta para poder cenar esta noche una pizza de Casa Tarradellas.

Otro ejemplo, por cierto, de la maravillosa capacidad de planificación hispana: una parte nada desdeñable de los banqueros con quien trataba Felipe IV, y el V, eran financieros judíos de Lisboa; que si vivían en Portugal era porque un día habían sido expulsados de España.

El siglo XIX español es otro portento de improvisación, modo de actuación que se mezcla con el concepto de traición en casos como el de Fernando VII y su famosérrimo avancemos todos, yo el primero, por la senda constitucional. Pero, ojo, que, cuando menos en este punto, el siglo XIX español no es ninguna película de buenos y malos. No es Ricitos de Oro Liberal contra los Temibles Orcos Absolutistas. De la parte del progresismo también se da mucho revanchismo, y muy pocas ganas de rediseñar el país. Hasta el punto de aceptar que la evolución liberal de España se va a hacer a través de un frágil pacto con la monarquía borbónica de Isabel, la Veleta. Por lo demás, cuando el liberalismo democratista español se hace con el poder, primero subasta la jefatura del Estado español en una almoneda vergonzosa, y después, cuando hasta esa mugre se sacude, sume al país en un caos de proporciones faraónicas.

Mientras pasaba todo esto, y aunque fuese regulando jornadas de doce horas, en Inglaterra se normaban las relaciones laborales desde el gobierno Peel de 1802; y en Francia Napoleón III trazaba una avenida en París capaz de albergar centenares de veces el tráfico efectivo de su época, en parte por grandeur, en parte por pensar que algún día los cuatro gatos que entonces paseaban por los Champs Elysées lo mismo serían centenares de miles; o sea, hoy. José Bonaparte, por cierto, muchos años antes que su ilustre pariente, proyectó lo mismo en Madrid: una gran avenida ancha que iría más o menos desde el Palacio Real hasta la Puerta de Alcalá. Pero José Bonaparte, decían los españoles, era un borracho que no servía para nada.

En mi humilde opinión, los únicos que planificaron en el siglo XIX fueron los navarricos, no así los euskaldunes, que a pesar de tener el ejemplo bien cerca se empeñaron en escornarse contra el muro. Tras la guerra carlista, y visto que esa tentativa la juzgaron de poco futuro, los navarros pactaron con el Estado español, a través de la Ley Paccionada, y su gesto demuestra lo que pasa cuando sabes planificar: hasta Franco los respetó.

Un ejemplo muy claro de lo que es la tradicional incapacidad española para la planificación y la mirada a medio plazo es nuestra actitud frente a la revolución americana. Contentos que estábamos de oponernos a los ingleses, apoyamos a los secesionistas, sin darnos cuenta de que, más temprano que tarde, chocaríamos con ellos en la cuestión de la navegabilidad del Mississippi. Corolario: se perdió el río, se perdió la Florida, se perdió todo.

Económicamente hablando, España no ha planificado medio en serio hasta que no ha formado parte de la Comunidad Económica Europea, con la única excepción del Plan de Estabilización franquista, sin el cual, nos guste o no, lo mismo ahora tendríamos menos conflictividad, porque las últimas décadas habrían sido más pobres.

El proteccionismo decimonónico tenía su razón de ser, pero sólo en el corto y medio plazo. En el largo plazo era una locura, y acabamos pagándolo; de no haber estallado la primera guerra mundial, quizás habríamos alcanzado el estatus de nación pordiosera, sólo que sin Acrópolis. Del sistema fiscal español qué decir, si hasta entrado el siglo XIX, hasta la reforma de Mon, incluso se recaudaba, formalmente, la exacción de cruzadas. La desamortización de los bienes de la Iglesia, que a los ojos liberales aparece como un hito de valentía y tal, es una medida desesperada para poder pagar las soldadas de las muchas guerras intestinas de España; una medida de la que algunos políticos, analistas e incluso eclesiásticos venían hablando de siglos atrás, pero que, como no se había hecho, se acabó realizando a pelo puta y con unos resultados socialmente catastróficos. Aplíquese la frase anterior, casi hasta la última coma, a la reforma agraria de la II República.

En el siglo XX, España descubrió un trile que le permitiría evitar la planificación: el intervencionismo. En 1907, un gobierno Maura (conservador, de raíz teórica liberal) publica una ley que otorga al Estado el poder de dar el nihil obstat, o no, a la instalación de factorías azucareras en España. La Ley Azucarera pretendía atacar el exceso de oferta producida en España, que había reaccionado a la pérdida de la zafra cubana montando establecimientos de molturación de remolacha a tutiplén. Podía haber hecho dos cosas: sentarse a pensar en el mercado, a pensar el mercado; o intervenirlo. Los políticos descubrieron que era mucho más cómodo intervenirlo; y, desde entonces, no han parado, y hoy nos encontramos con cosas como políticos que se dicen liberales pero que son partidarios de prohibir las rebajas.

En 1925, Gobierno y empresarios de la Minería del Carbón se reunieron en una conferencia nacional. ¿Se preguntaron sobre el futuro del carbón español? No: aprobaron diversas resoluciones, entre ellas una que obligaba a la Marina española a alimentar las calderas de sus barcos con carbón español, aunque fuese más caro. Desde entonces, han pasado 87 años; y el carbón, como no podía ser de otra manera, sigue siendo un problema. Lo extraño es que no salga nadie diciendo que el problema es que los barcos de la Marina española ahora son diésel. Sin salir del carbón, en España hemos visto, durante los años dorados de la empresa pública, a Hunosa incumplir sus contratos-programa, un año tras otro, sin despeinarse. Porque en España era, entonces, delito fumarse un porro en la calle; pero en la puta vida ha sido delito incumplir un contrato-programa. Faltaría más, no te jode...

Los ejemplos son muchos. España se ha encontrado, al correr del tiempo, con un grupo de empresas públicas deslavazado, incoherente, formado de capas freáticas de compromiso político (me trago Astano para que no jodan los gallegos; me trato las minas de pirita para que no me apedreen en el Rocío; me trago Hunosa porque acuérdese del 34, mi general; etc...), y por supuesto deficitario. Se ha encontrado con una flota mercante muy por encima de las necesidades del transporte, toda financiada con créditos públicos. Se ha encontrado con una siderurgia que fabricaba laminados en frío que ya no eran necesarios. A veces oigo a la gente hablar y me da la impresión de que piensan que el estallido de la burbuja inmobiliaria es algo inusitado en nuestra Historia. Pero, la verdad, es que somos unos fabricantes de pompas de cojones.

Nos caen mal los alemanes. Pero los alemanes, a principios de este siglo, crearon una comisión mixta del Bundestag y el Bundesrat, llamada en inglés Committee on modernizing the Federal System. Tenían varios lander quebrados, y sabían que no tenían más remedio que planificar. Trabajaron cuatro años. Hoy, no tienen los mismos problemas. Como tampoco los tienen en su sistema de pensiones, que reformaron en esos mismos años; y también tenían ejércitos de inmigrantes para haberse creído ese mantra estúpido de que la inmigración lo iba a solucionar todo.

Ahora nos encontramos con un presidente autonómico que se quiere escindir y que advierte a los catalanes que resistan, porque les van a intentar convencer de que, siendo independiente, Cataluña va al abismo. Eppur va, President.

En el pecado lleva usted la penitencia: que sepa que eso de proponer un proyecto rompedor sin poner, en el mismo acto, un Plan Estratégico completo encima de la mesa, es un vicio español.

15 comentarios:

  1. Lo malo es que ese resolver las cosas según se van presentando por no haberlas previsto antes se ve más como una virtud que como un defecto.

    Todos aquellos que hablan de independencia deberían dedicar, al menos cinco minutos para explicar al ciudadano medio las consecuencias inmediatas de dicha independencia así como ponerle sobre aviso acerca de las posibles represalias que podría tomar España.

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    1. Para poner "sobre aviso acerca de las posibles represalias" no necesito a ningún independentista. Ya habeis miles no independentistas haciendolo en foros y conversaciones. Lo que si parece necesitar una explicación por parte del independentismo es que tipo de Estado me están vendiendo sin caer una vez más en el cortoplacismo del que habla JdeJ. En el 1934 tambien la Generalidad declaro unilateralmente la independencia y ¿que pasó al cabo de menos de una semana? Por otro lado, planteando un referendum en Catalunya para decidir la secesión estoy convencido, de que si no existen presiones, ni pucherazos, si se hiciera en libertad, ganaría el "no" a la independencia.

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  2. Resulta difícil no caer en el pesimismo del "esto no tiene arreglo", especialmente en momentos como éste.
    Conociendo el percal, todavía nos queda por ver algo mucho más atroz: el estallido del sistema de pensiones. Cuando países pobres y atrasados como Suecia o Alemania han reformado los suyos por insostenibles, aquí seguimos con alegría sin tocar el nuestro, y ¡pobrecito del político que se atreviese a decir algo! Tras tantos ejemplos de linchamiento, ya nadie se atreve, cuando es evidente que la combinación aumento de la esperanza de vida + desempleo + descenso de la natalidad, hará que la cosa pete más pronto que tarde. Y aquí nos tienes a todos, pagando todos los meses mientras sospechamos que dentro de 30 años no nos va a servir de nada.

    Sin embargo, no puedo dejar de pensar que las decisiones de esconder la cabeza cual avestruz y dejar que los problemas se pudran siempre las toma alguien: Zapatero, Rajoy, la casta política, las fuerzas vivas de la ciudad... probablemente es un problema de incentivos, de que la ciudadanía nos portamos un tanto infantilmente y tendemos a castigar al que propone reformas dolorosas a corto plazo sin estudiar si de verdad nos convienen a largo. Pero en ese caso, ¿por qué somos así -si lo somos- y no son así los alemanes o los suecos? Si vistos de cerca somos de lo más parecido...

    Disculpa el rollo, últimamente tus artículos me hacen pensar demasiado.

    PD Un ejemplo visual de "planificación a corto plazo" (o sea, no más allá de la punta de su nariz): el mapa del Metro de Madrid

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  3. CorsarioHierro11:51 p.m.

    Más bien hemos sido de dejar estar las cosas; para más adelante...

    A nivel particular, ¿Cuántas veces alguien vende una casa y resulta quy hay papeleo pendiente de hipotecas canceladas o en el Registro.

    A nivel de historia ahí está el no arreglar con Marruecos la mediana marítima o lo de Perejil. O las Islas Salvajes con Portugal.

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  4. Desde luego tu presentación es convincente, pero creo que el verdadero pecado español, como una vez dijo en una entrevista uno de los mayores genios que ha engendrado este país, D. Fernando Fernán Gómez, es el desprecio. Aquí realmente no se envidia, como se repite con insistencia digna de mejor causa, se desprecia al "otro". Los catalanes desprecian a los castellanos, que a su vez les devuelven el desprecio, casi asco. Lo mismo con los vascos, y a medias con los gallegos: tú me dirás, siendo paisano como eres, pero tengo la impresión que nuestro desprecio, si existe, está tan descafeinado por nuestro natural sosiego que deja de serlo. Pero nos desprecian, vaya si nos desprecian.

    Y creo que esto tiene que ver con el vicio del que hablas en tu artículo: si tu visión del mundo se reduce a dos grupos, es decir, los genios que piensan como tú y los discapacitados psíquicos y/o morales que difieren de tu opinión, obviamente la bondad de tus pensamientos y acciones es innegable, y más le vale a la realidad plegarse a tus designios. Muchas veces he creído leer en la expresión de personas con poder en momentos de derrumbe algo como esto: "Entonces... cuando el imbécil de XXX y el mamón de YYY decían que con este plan íbamos derechos al desastre.... no puede ser... ¿tenían razón??????... ¿cómo es posible?... si OBVIAMENTE soy mucho más listo y mejor que ellos?".

    En una cosa sí que debo coincidir contigo: sea cual sea la causa de nuestros males, no vamos a mejor. Ni de puta coña.

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  5. HERMANN TERTSCH hoy también habla del asunto.

    http://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20120928&idn=1503415209445


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  6. HERMANN TERTSCH sobre el asunto.

    http://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20120928&idn=1503415209445

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  7. No podría estar más de acuerdo con la cuestión de fondo del artículo. Sin embargo y aunque sea desviarme del tema, he de decir que no estoy completamente de acuerdo en que el principal fallo a la hora de lograr el encaje del imperio español. Creo que la otra cusa última que justifica el "system faliure" del imperio español y los problemas que trajo consigo a posteriori es querer ser mas papistas que el Papa.

    Con esto quiero decir la carencia de lógica en el empeño por malgastar recursos e incentivar políticas y tomar decisiones que no favorecían los intereses de la nación, sino los del vaticano o la iglesia en general. Sin ir allende los Pirineos, Francia fue siempre mucho más pragmática en esto que nosotros, si no favorecía sus intereses ya le podían ir dando higas al summum ponticifem.

    De todo esto se desprende que el problema no es en si ni la religión ni la iglesia, sino nuestra falta de pragmatismo y quijotismo como pueblo que creo muy vinculados a esa falta de planificación endémica. ¿Para qué planificar, si ya somos una unidad de destino en lo universal?

    Y claro, de tanta tierra, tanto lodo.

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  8. Creo que los primeros párrafos de la entrada, los que hablan de ciencia, en realidad son consecuencia y uno con el tema principal, el cortoplacismo. En cualquier país que se precie, los empresarios se dan cuenta que el dinero que invierten en investigar y desarrollar productos o tecnologías son patentes y beneficios mañana. Por eso hay potentes sectores de investigación privada. En España eso casi no existe, cero: salvo unas pocas honrosas excepciones, el empresario sólo ve en la inversión en investigación dinero que se gasta hoy. Y sin un entramado fuerte de innovación, nuestra economía se limita a playa y mano de obra barata, y de ahí no podemos salir. Lo único que hubiera podido empujar algo, la inversión pública en ciencia e investigación, ha mostrado nuestro lado más cortoplacista al estallar la crisis: el PSOE primero, y el PP ahora, recortan año tras año los presupuestos en este ámbito. España, game over.

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  9. Anónimo2:28 p.m.

    Absolutamente de acuerdo. La ausencia de planificación nos hunde. Cualquiera que conozca un poco la empresa española desde puestos de responsabilidad media o alta, sabrá de lo que hablo. Es más, en muchas de ellas serás mirado condescendientemente hasta por el dueño si planteas cualquier cosa parecida... Total, si no sabemos si las circunstancias van a cambiar en el futuro... ¡Pues claro, capullo! Pero mejor variar sobre un plan trazado que improvisar y chapucear siempre. Siempre he pensado que, como país y como "grupo" es la principal diferencia con Suecia, Alemania, Francia... Porque os puedo asegurar, que profesionalmente hablando e individualmente considerados, y en igualdad de condiciones "climáticas", los españoles no tenemos nada que envidiar a ninguno de estos.

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  10. Hoy el Guardian denuncia otro pecado español: el amiguismo.

    http://www.guardian.co.uk/theobserver/2012/sep/30/john-carlin-spain-work-debt

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  11. Luis Montes6:11 p.m.

    Hola Juan. Muy bueno tu artículo. Hay algo que ya te he leído más de una vez y es la mala opinión que tienes de la Ley de Educación de 1970. Yo tenía la idea de que había permitido la educación de todos hasta los 14 años y los contenidos, al menos durante los primeros años, eran bastante prolijos. ¿Por qué tienes una consideración tan negativa de esta ley? ¿Crees que lo anterior (creo que Ruiz Giménez 1953) era mucho mejor?

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    1. No es tanto la ley del 70 como la política educativa de los últimos años del franquismo, que se hizo la picha un lío con el inicio y el final del bachillerato, realizó experimentos increíbles como ajustar el año escolar al natural (gran, gran cagada), etc. La política educativa del tardofranquismo no careció de su carga de capricho.

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  12. Ese es el gran problema. Igual que para la politica. Se planifica para el año que viene: pan para hoy y da igual que hambre feroz para el mañana. Total, el marrón se lo comerá el que venga detrás. Y al español medio que, como bien dices, no esta acostumbrado a evaluar las consecuencias de las medidas a medio-largo plazo, le parecen pistonudas en el momento....

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  13. hay que dar un vuelco a la situación no solo de españa sino de todo el mundo al completo:)

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